Bernada, estaba con el alma rota y un gran dolor en el alma, un angel le envío un gran regalo y ella resurgió de entre sus cenizas para tomar revancha, pero..., sin poder evitarlo, el amor la encuentra y ella solo podía decir. "Cariño, déjame ayudarte"
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Cap. 9. Tía Berni… ¿Haremos un rescate de rehenes?
Alex la miraba sin saber qué decir; sin embargo, ella tomó a las niñas de la mano y dijo con alegría.
—Iremos a recoger la licuadora y el sartén secuestrados y luego iremos al parque un rato —dijo tranquila mientras las niñas se entusiasmaron.
—Tía Berni… ¿Haremos un rescate de rehenes? —dijo Belle con suavidad, mientras que Bernarda asintió mirando el espacio vacío en la cocina.
—Cariño, trae unas chaquetas para las niñas, yo les pongo los zapatos —dijo mientras se dirigía a la entrada para sacar los zapatos, ella realmente estaba molesta, solo que ahí nadie los sabía, pero lo sabrían.
Dora estaba en su casa, con Martha, ambas discutían molestas por la situación de Alex, ellas realmente quieren esa casa, podrían venderla y tener mucho dinero, la zona no es de lo mejor, pero es buena y crece la plusvalía más que en otros lados.
Cuando ellas charlaban, sonó el timbre, Martha fue a abrir pensando que era su pedido. En realidad no tenían la licuadora ni el sartén arruinados, solo querían que Alex vaya a su casa para poder convencer para que se divorcie y se una a ellas para recuperar la casa.
Cuando la mujer abrió, se encontró con una muñeca literalmente que la miraba con cara de póker.
—Hola, soy Bernarda Marín, esposa de Alexander Ferrer, vengo por la licuadora y la sartén —dijo para luego entrar al lugar con paso firme, ella no era precisamente una blanca paloma, ya había pasado su tiempo de ser buena niña.
Martha quiso correr detrás de ella, aún asombrada por lo bella que es, pero la voz de Alexander la detuvo.
—Mi esposa Bernarda no está contenta que se llevan sus cosas, tenemos niñas en casa y no podemos prescindir de eso —dijo mientras que Marta estaba ahí sin reaccionar.
Dora vio a una mujer hermosa entrar a su casa, aunque lleva ropa sencilla, es hermosa como pocas, así, casi sin maquillaje y con zapatos de oficinista de baja categoría.
La vio dirigirse a la cocina y tomar la licuadora y el sartén, para luego retirarse sin decir nada, en la puerta, las niñas la miraban anonadadas, Dora era tan agresiva y perversa, sin embargo, Bernarda parecía no tener miedo a la muerte.
—Tú…, ¿quién te crees que eres?, vuelve aquí, ladrona, detente…. —gritan mientras la perseguía, sin embargo, Bernarda entregó los utensilios a Alex y se dio la vuelta de inmediato, quedando frente a frente con Dora.
—¿Ladrona?, ¿me acusa de llevarme cosas ajenas de la casa de otros sin pedir permiso?, ¿no es lo que hizo usted? —dijo mirándola con arrogancia, Dora podía ser arrogante como una matona de Barrio, pero Bernarda era arrogante como una reina de la mafia.
Dora se quedó muda mientras mira a Alex y a Martha, la cual mira con obsesión a Bernarda y está muy celosa.
—¿Quién eres tú?, ¿cómo te atreves? —dijo furiosa y Bernarda dejó claro que se presentaría.
—Soy Bernarda Marín, la esposa de Alex. Esta licuadora y sartén son para las niñas, si su “niñita” quiere estar cómoda, que trabaje y se compre con su dinero —dijo mirando a Dora, quien enfureció el ceño a tope. Nunca en su vida, alguien la había tratado de esa forma.
En la puerta, Belle y Samira miraban la situación con la boca abierta, nadie trata así a esa señora malvada.
—Me respetas, mocosa, insolente, soy tu suegra, la madre de tu marido, así que discúlpate, y vete preparando porque Alex se divorcia de ti, sí o sí —dijo arrogante, mientras que Bernarda dio un bufido dejando a Dora más molesta.
—Puf, ¿disculparme?, ¿Con una ladrona? Escucha, no eres mi suegra, no eres nada para mí, y si vuelves a pisar mi casa sin permiso, te denuncio por allanamiento y robo —dijo Bernard con altanería, sin embargo, lo que vino, nadie se lo esperó.
Dora se indignó al escuchar como ella se adueñaba de la casa y PLAF…, su mano cayó pesadamente en la cara de Bernarda, las niñas gritaron, Alex tuvo que lidiar con la licuadora, el Sartén, Belle y Samira, quienes quería ir donde estaba Bernarda.
—Dora, ¿cómo te atreves a golpear a mi esposa? Tú… —Alex estaba furioso, pero sin que pudiera decir nada más, Bernarda dio una instrucción.
—Cariño, llévate a las niñas y espérame abajo, voy a aclarar cosas con esta señora —dijo apretando los dientes, el ambiente se volvió frío, el ambiente pesado, la energía que salía de Bernarda puso el ambiente sofocante.
Alexander retrocedió en silencio llevando a sus niñas que tenían lágrimas en los ojos por el altercado. Suavemente, inclinado, salió de ahí, no lo sabía, pero presentía que esa esposa por contrato era terriblemente fuerte y fiera.
Cuando la puerta se cerró, Bernarda, no tuvo piedad, Dora sintió una ráfaga de golpes furiosos, Martha quiso defender a su madre, pero recibió una dosis de la furia de Bernarda, pues ella había practicado artes marciales desde niña. Era una niña rica y debía aprender a defenderse, claro que nunca le sirvió con Arnold, ya que él no se enfrentaba con ella físicamente, para eso estaban sus guardias que la superan en número y fuerza.
Alex dejó las cosas en el auto, metió a las niñas en el auto, quería subir para ayudar a Bernarda, pero las niñas lloraban histéricas, pero estaba en una encrucijada, hasta que la vio salir de la casa, no parecía golpeada o sangrando. Pero sus manos cerradas en puños tenían mechones de cabello aprisionados y eran de diferentes cabezas, eso estaba claro, Dora se teñía de rubio y Martha tenía un tinte pelirrojo muy forzado, sin embargo, Bernarda solo dio un suspiro para sonreírles a los tres.
—Bueno, ya que hemos rescatado a dos rehenes, vayamos al parque, hay que festejar, yo invito —dijo tranquila.
Las niñas se secaron las lágrimas con unas sonrisas de emoción y confusión, y Alex solo decidió manejar. Bernarda no se veía tan simple, pero tampoco muy extravagante. Lo que no se sabe es que Bernarda nunca pelearía por una licuadora y una Sartén. Pero si pelearía porque sus niñas no pierdan nada, esos enseres eran cualquier cosa, pero, la sensación de que ellas no deberían perder nada más en esta vida, era importante para ella, más en esta edad en que entienden que las están menospreciando y humillando.