La Venganza Del Angel

Había una pregunta que todos los que combatieron junto a él Emperador en la conquista de Egía querían hacer, pero nadie se atrevía, especialmente los soldados que regresaban a la capital, querían saber por qué su señor había traído consigo a la princesa del Reino, todos sabían que ella debió de haber muerto con el resto de su familia, la intriga sobre más acciones y decisiones que tomaría su líder con respecto a la joven interesaba mucho a los subordinados.

Algunos soldados comentaban entre sí que tal vez él la traía a la capital para dictar su sentencia ahí, y dar el ejemplo a todos los demás pueblos conquistados de que ocurría cuándo no seguían a su diosa.

Otros más audaces se animaban a decir por lo bajo que él Emperador la trajo para casarla con algún noble para recompensarlo por sus aportes en la guerra, era innegable la belleza de la joven y cualquier hombre estaría más que feliz de tenerla como esposa, y él principal apuntado era Aster, quién había sido él principal aliado del Emperador para cons guir sus victorias y considerando que el joven Duke Aster no tenía una esposa aún todo apuntaba a él, pero había algo que no podían explicar y eso era el trato que le brindo personalmente él Emperador a la princesa Artemis, y eso era lo más intrigante ya que él Emperador no era una persona que se preocupara o interesara por otros de esa forma.

Mientras las preguntas que no podían ser hechas eran respondidas por sus propias deducciones en el palacio Imperial todo estába casi listo para el gran recibimiento a su triunfal Emperador.

La Emperatriz madre se había encargado de que la bienvenida fuera la más espectacular jamás vista antes, el lujo y electricidad estaba por todas partes, y también se mando convocar a todos los ciudadanos que esperarían a él Emperador y sus soldados desde mucho antes de la entrada al palacio Imperial, dentro de lo que ya se consideraba terreno exclusivo del palacio Imperial, estarían los nobles de todo el Imperio ya que la Emperatriz Adelaide consideraba que en ese lugar tan importante solo podían estar personas a la altura y esos eran los nobles.

Una serie de fiestas y banquetes fueron preparadas para después de la llegada del Emperador, por eso la capital se encontraba abarrotada por los nobles de todo el Imperio que se congregaron para asistir a las mismas, nadie quería perderse tal acontecimiento ya que no veían a su Emperador hace tres años y muchos más que por festejar las victorias iban porque les intrigaba cómo había cambiado el aspecto del joven Emperador.

Claro entre estos nobles muchos se interesaban más en presentar a sus hijas a él Emperador, quien no contaba con esposa o prometida pero sí tenía un harem. Entre las mujeres que formaban su harem, se decía que la Señorita Dania era su favorita y entre las damas candidatas a ser su esposa, la joven Duquesa Rania era la candidata más fuerte.

La Emperatriz madre no había hecho nada para ocultar sus preferencias sobre aquellas dos damas para que una de ellas fuera la esposa de su hijo.

Rania tenía una posición ideal para ser la principal candidata e indiscutida podría decirse, pero el carácter bien forjado de la Duquesa hacía que la Emperatriz Adelaide dudara un poco ya que era ella a quien le gustaba tener el control sobre los demás, por su parte la bella Dania tampoco carecía de una buena familia pero claro no tan influyente como la de los duques, Dania venía de una familia de condes y llegó al harem por ser reconocido por su belleza, para la Emperatriz madre Dania era alguien con algunas deficiencias para ocupar un cargo tan elevado como el de ser Emperatriz, pero tenía una ventaja, digamos que para la Emperatriz Adelaide la personalidades de Dania era más moldeable y ella claro la forjaría a su gusto y bajo sus estándares.Por todo esto, ese día las dos damas estarían a un lado de la Emperatriz Adelaide.

La marcha del Emperador no sé detuvo en ningún momento, por eso Karim desconocía el estado en el cual se encontraba Artemis, dicho estado parecía aumentar con el pasar de las horas.

Artemis se encontraba en el carruaje en un estado de momentos de inconsciencia y otros de lucidez, que solo le hacían padecer más los dolores que sentía.

En esos momentos de lucidez Artemis, podía estar segura que jamás en su vida había experimentado tal estado con tanto dolor.

Los guardias de la ciudad que se encontraban en las altas torres de la amurallada ciudad, a lo lejos divisaron las banderas con la insignia Imperial, las trompetas comenzaron a sonar dando aviso a todos en la ciudad que el Emperador ya estaba llegando.

Las personas se aglutinaron en la entrada más cercana al palacio Imperial dejando tan solo un pequeño camino entre la multitud para que él Emperador y sus soldados pudieran pasar.

- Abran las puertas!

El capitán de la guardia de la ciudad daba la orden y las enormes puertas se abrían de par en par para dar paso a los recién llegados tan esperados.

Entre la multitud que entraba los guardias pudieron divisar pronto a su Emperador, cabello negro y ojos rojos con una gran contextura física era difícil no identificarlo, adema el porte y dignidad que poseían eran propios de un monarca. Hubo otra cosa que llamo su atención, un lujoso carruaje que no encajaba para nada con los rústicos soldados era fuertemente custodiado, y además el carruaje evidentemente no era uno que yo ellos ubieran llevado, los grabados parecían ser extranjeros.

Desde la entrada de la cuidad ya se habían acumulado algunas personas que saludaban fervorosamente al Emperador y sus soldados, pero la gran mayoría se encontraba en la entrada al palacio Imperial, cuando la caravana estuvo ahí las miles de personas lanzaron flores y gritaban sus felicitaciones por las victorias.

Las grandes rejas que rodeaban al palacio Imperial fueron abiertas para darle paso a su dueño y ayudantes, en el terreno propio del palacio Imperial tampoco cabía una aguja, ahí el lugar también estaba abarrotado por los nobles de todo el Imperio.

En magníficas escalera de la entrada al palacio principal, la Emperatriz madre junto a Rania y Dania esperaban sonrientes.

De forma más moderada los nobles también lanzaron flores y dieron sus gracias y felicitaciones por las victorias obtenidas.

Cuando la caravana se detuvo, él Emperador se bajo de su caballo y se dirigió hacia el único carruaje que venía con ellos, dicho carruaje llamo la atención de todos por que no parecía ser del Imperio, además por la custodia que lo rodeaba todos pensaban que dentro había una gran cantidad de tesoros importantes y esperaban que él Emperador sacara alguno de estos tesoros para regalarselo a la Emperatriz madre. Si en el carruaje había un gran tesoro, uno que nadie pudo imaginar.

Él Emperador pensando que la princesa se encontraría asustada o aturdida por todo el bullicio de las personas, toco las puertas del carruaje y le dijo.

- Soy él Emperador, voy a abrir.

No recibió respuesta alguna, después de repetir varias veces y sin obtener respuesta aún, decidío que era momento de abrir la puerta.

En ninguna de las posibilidades que pensó, imagino que la princesa estaría en tal estado.

La princesa Artemis se encontraba prácticamente acostada en uno de los asientos del carruaje, sus mejillas estaban de un color rojo preocupante, se notaba su difíultad para respirar.

Él Emperador Karim entro tan rápido al carruaje y coloco su mano en la frente de la joven, su temperatura era muy elevada. Entonces la tomo en brazos y bajo del carruaje, apartando tan solo con su mirada a cualquiera que estuviera en el camino.

Los nobles que habían estado bastante ruidosos hasta el momento se cilenciaron de forma paulatina al ver que no era algo material lo que él Emperador había sacado del carruaje, sino una persona.

Un cabello plateado casi blanco caía hacia un costado hasta casi tocar el suelo, no podían ver mucho el rostro de la joven ya que iba medio oculto por el Emperador.

Al final de las llamadas escaleras del triunfo que llegaban a la entrada del palacio principal, la Emperatriz madre noto el cambio repentino en la actitud de las personas pero no lograba comprender el porque ya que ella no lograba ver a su hijo.

Cuando lon guardias de hicieron su saludo protocolar al Emperador, la Emperatriz supo que no estaba muy lejos de verlo.

El cabello negro comenzó a asomarse, era su hijo, a medida que subía más escaleras, se develaba más de su cuerpo, entonces la emoción de las tres damas que esperaban en en lo alto se convirtió en desconcierto cuando vieron lo que él Emperador traía entre sus brazos.