Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 21
Los hombres se subieron a su auto y se marcharon.
Genoveva entró a su casa con sus dos pequeños. Se acercó al despacho y buscó sus documentos. Ella tenía en sus manos su sentencia de divorcio y un documento donde se comprobaba que ella era la dueña de esa propiedad. Entonces logró respirar tranquila.
Salió del despacho, tomó su teléfono y comenzó a marcarle al maldito abogado, se sentía frustrada, ni él, ni Santiago le respondían.
Ella le mandó una nota de voz a cada uno. Donde los mandaba al diablo. Después llevó de nuevo a sus pequeños al auto y fue a la empresa de su ex. Alguien debía darle razones de Santiago.
Al llegar la recepcionista la interceptó y le negó la entrada. Según esta mujer, Santiago había vendido parte de sus acciones y ya no era el accionista mayoritario. Supuestamente otro CEO estaba a cargo. Pero Genoveva no quería darse por vencida.
—Pues no me iré. Hasta hablar con ese hombre. Alguien tiene que darme respuesta de Santiago, no es posible que se lo haya tragado la tierra.
—Señora Genoveva, por favor. El CEO Santoro es un hombre arrogante y grosero. No lo provoque por favor. Ayer despidió al abogado Pietro y lo arrastró personalmente hasta la salida. Fue una escena deprimente.
—Ja, ja, ja, pagaría por ver el video. Ese maldito también me debe una
—Señora Genoveva. Por favor déjeme su número de teléfono y yo le prometo que le voy a averiguar algo de su ex. Es por los niños, ¿verdad?
Genoveva no pudo evitar que algunas lágrimas rebeldes salieran de sus ojos. Ella solo asintió y le dicto su teléfono a la mujer que se conmovió por ella.
Genoveva llena de esperanzas, de que la mujer la ayudara, siguiendo los consejos y regresó a su auto con sus dos pequeños y fue por los niños a la escuela.
Los niños le pidieron permiso a Genoveva para disfrutar un rato de la piscina. Ella decidió acompañarlos y cocinar en la parrillera una carne asada, para poder vigilarlos de cerca.
Aunque sus hijos nadaban perfectamente. Ella igual estaba pendiente, sobre todo de los más pequeños.
Después de servir la mesa. Todos se sentaron a comer y a conversar. Para Genoveva no había un momento más feliz que estar con sus pequeños.
Ella sabía que la noticia de que Santiago vendiera la empresa, era muy mala para ellos. Porque ahora era más difícil ubicarlo, pero tiene fé de que por lo menos su ex siga cumpliendo con la mensualidad.
La comida terminó entre risas y después de reposar los niños entraron un rato más en la piscina.
Pero Máximo se sentó a su lado, le sonrió y le tomó la mano. Genoveva sabía que algo tramaba su pequeño y lo confirmo cuando él le habló:
—Mami quiero trabajar —le dijo el pequeño Máximo y Genoveva casi se ahoga con la limonada.
—¿De qué hablas amor? —le preguntó ella nerviosa
—Quiero ayudarte con los gastos mami. Puedo traducir libros online y ganar algún dinero. Hablar perfectamente francés, español, inglés, ruso y alemán debe servirme de algo ¿No Crees?
—Si, mi corazón, pero no te preocupes. Tu padre está depositando puntual y yo he vendido algunos diseños. Ya verás que poco a poco saldremos adelante. Pero si quieres hacer las traducciones. Hazlo amor, pero lo que ganes será para ti y eso si. Un solo libro a la vez.
—Presiento que algo le pasó a mi padre. Él jamás nos dejaría —le expresó el pequeño con sus ojos aguados.
—Yo pienso, lo mismo amor —le respondió Genoveva omitiendo la parte de las fotos de su ex feliz con su nueva bebé.
No sería ella, quien les hable a sus hijos mal de su padre. El odio y el rencor son el veneno más fuerte que existe y ella no quiere que sus hijos lo sientan. Dios se encargará de poner cada cosa en su lugar.
Ellos terminaron de divertirse y fueron a bañarse para ir a descansar.
Al día siguiente los nueve integrantes salieron rumbo al colegio. Genoveva sentía un vacío en su estómago nada más de pensar que faltaba solo un mes para el cumpleaños número tres de los gemelos y que ya tendrían edad para entrar al colegio.
¡Oh por Dios dos colegiaturas más! Era lo que tristemente ella pensaba, aunque también le daría ella la oportunidad de buscar un trabajo medio tiempo, pero actualmente no le alcanzaría para pagarla.
Además de que se acercaban el fin del año escolar y eso significaba nuevas inscripciones, aparte de las mensualidades.
Genoveva prefirió sacudir esos pensamientos angustiantes de su cabeza y termino de conducir hasta la puerta del colegio.
Se despidió de sus seis pequeños con un beso en la frente de cada uno y regresó a su casa.
Genoveva cuando iba llegando vio de nuevo el auto negro estacionado afuera y los dos hombres de nuevo tocando su timbre. Pero en esta oportunidad había un hombre esperando dentro del auto.
Ella llegó hasta ellos y los hombres se apartaron para que ella abriera el portón, pero ella se estaciono frente a ellos y les dijo:
—Esperen aquí. Voy a acostar a mis pequeños que vienen dormidos y regreso con los documentos.
Los hombres asintieron y le informaron a su jefe, la petición de la señora.
El hombre solo asintió y se bajó del auto, quería ver más de cerca a la hermosa mujer.
El solo la había visto pasar por su lado en el auto y quería saber si de cerca era tan bella como se lo imaginaba.