Brenda Sanches es una mujer de 29 años que después de descubrir a su enamorado con quien pensaba ser madre decidí irse y hacerse madre mediante inseminación artificial lo que no sabe que el donante no es humano por error a ella le llegó su donación y el reclamara a sus hijos que pasara entre ellos ? estarán juntos por amor oh llegarán a un acuerdo por sus hijos ven a leer esta historia facinante
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capitulo 7
Una noche, una cama, y un lobo muy tentador
Estábamos en la habitación y me quedé mirando la gran cama matrimonial.
—¿Qué lugar eliges? —pregunté, dudando un poco al ver que no respondía.
Santiago: —Vamos, chica, decídete. Es solo elegir un lado de la cama, no estoy diciéndote que va a pasar algo —dijo riéndose. Yo me ruboricé. ¿Pensé en algo subido de tono? Tal vez... o quizás solo era él. Da igual. Se ve tan lindo riéndose así.
Brenda: —¡Eh! ¡Yo no dije nada de eso! Ni lo pensaría... Pero bueno, elijo dormir cerca de la ventana. Me gusta que me dé el sol por las mañanas.
Santiago: —Oh, te gusta el calor... interesante —dijo, y noté que pensaba algo más. Se rió para sí.
Brenda (pensando): ¿Por qué se ríe? ¿Pensará en hacer algo indebido? No se vería mal, pero no, no debería pensar así. Es odioso y punto.
—¿Te volviste l*co o qué? ¿Por qué te reís solo? —le dije burlándome un poco.
Santiago: —Todos tenemos un poco de locura, querida. No es mi culpa ser feliz mientras vos sos una amargada. Ahora duerme, que mañana tenés que pasar 50 páginas a PDF.
Brenda: —¿¡Qué!? ¿Qué te creés? ¿Una máquina, soy? —fruncí el ceño. Vi que intentaba contener la risa, el muy atrevido.
Santiago: —No es nada eso —dijo con una sonrisa. Se acomodó en su lado—. Bueno, voy a dormir. Buenas noches, amor.
Se acostó en una punta de la cama para no incomodarme. Lo miré, sorprendida por cómo me había llamado. “Amor”. Sonaba tan bien saliendo de sus labios. Me gustaba... ¿Eso estaba bien?
Me acosté en la otra punta, intentando no pensar demasiado. Pero a mitad de la noche, sentí frío, así que me acurruqué buscando calor. Sin darme cuenta, terminé aferrada a su cuerpo. Al despertar, me sentía tan cómoda con ese calor agradable. Abrí los ojos y... ¡oh no! ¡Estaba abrazándolo! Tenía mi pierna entre las suyas. Me sonrojé de inmediato.
Santiago: —Si querés, podés quedarte así todo el día, no hay problema —dijo divertido.
Brenda: —¡Qué mal chiste! —dije, intentando separarme, pero él gruñó suavemente y me jaló de nuevo hacia él.
Santiago: —No era un chiste, pequeña. Me agrada estar cerca de ti —susurró.
Entonces, sin previo aviso, me besó. Me quedé quieta unos segundos, sorprendida, pero luego le seguí el ritmo. Sus labios eran perfectos, como hechos para los míos. De pronto, noté que algo en él cambiaba. Sus ojos brillaban con un tono azulado y destellos dorados. Me miraba fijamente, como si una parte de él estuviera despertando.
Mario (su lobo): Mmm... qué rica que es. Déjame salir, la necesito, t*nto.
Santiago (pensando): No, pulgoso. Hasta que ella lo permita, no puedo... y tú menos.
Mario: ¡Uy, pulgoso eres tú! ¿Recuerdas cuando te volviste l*co por la sin manada?
Santiago: Ese día fue tu culpa. Ahora déjame en paz.
Mario: Solo digo: es mi mate. Huele increíble. Pero no prometo contenerme en la próxima luna llena.
Santiago: Tranquilo, ya sabremos qué hacer...
Brenda lo miraba, aún hipnotizada por sus ojos.
Brenda: —¿Qué pasa? ¿No te gustó?
Santiago: —Me preocupaste un poco. Vamos al trabajo mejor. Levántate —dijo mientras se incorporaba.