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La Campesina Y El CEO

La Campesina Y El CEO

Status: Terminada
Genre:Equilibrio De Poder / Traiciones y engaños / Amor Campestre / Completas
Popularitas:379.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria L C

Cuando el exitoso y temido CEO Martín Casasola es abandonado en el altar, decide alejarse del bullicio de la ciudad y refugiarse en la antigua hacienda que su abuela le dejó como herencia. Al llegar, se encuentra con una propiedad venida a menos, consumida por el abandono y la falta de cuidados. Sin embargo, no está completamente sola. Dalia Gutiérrez, una joven campesina de carácter firme y corazón leal, ha estado luchando por mantener viva la esencia del lugar, en honor a quien fue su madrina y figura materna.

El primer encuentro entre Martín y Dalia desata una tormenta: él exige autoridad y control; ella, que ha entregado su vida a la tierra, no está dispuesta a ceder fácilmente. Así comienza una guerra silenciosa, pero feroz, donde las diferencias de clase, orgullo y heridas del pasado se entrelazan en un juego de poder, pasión y redención.

NovelToon tiene autorización de Maria L C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 12

No bastaba con solo mirar la taza de café en sus manos. Dalia tenía una batalla en su mente, decidió salir a caminar y revisar los establos. El aire fresco de la mañana le acariciaba el rostro mientras caminaba con paso firme hacia el corral donde estaban la vaca y el becerro. Aquel pequeño aún se movía con torpeza, sus patas delgadas y temblorosas parecían no querer sostenerlo por mucho tiempo, pero había mejorado notablemente desde la última vez que lo vio.

Se detuvo unos segundos antes de entrar al corral y respiró hondo. A pesar del cansancio acumulado, algo dentro de ella se iluminaba al ver al becerro intentar caminar, tambaleante pero decidido. La vaca, por su parte, se mantenía cerca de su cría, observándolo con ojos grandes y apacibles. Dalia sonrió, conmovida por la escena.

—Ya no necesita el biberón —dijo en voz baja, casi para sí—. Ya empieza a buscar a su mamá… ¡qué bonito!

Entró despacio, sin hacer ruido para no alterar a los animales. Se agachó cerca del becerro y lo acarició con ternura. El animalito alzó la cabeza hacia ella, sus ojos oscuros reflejaban una inocente gratitud. La vaca, calmada, emitió un suave mugido y permitió que el becerro se acercara a sus tetillas. Verlo prenderse con torpeza pero con hambre era una de las imágenes más reconfortantes que había visto en días.

—Están mejorando... —susurró Dalia, sintiendo cómo la emoción le apretaba la garganta.

En ese momento, el veterinario llegó por detrás. Un hombre mayor, de rostro curtido por el sol y manos firmes. Observó la escena en silencio durante unos segundos, luego se acercó.

—Es un milagro —dijo con voz grave pero cálida—. La verdad, pensé que no lo lograban. Pero mire... ahí están.

Dalia se puso de pie y lo miró con una mezcla de sorpresa y alivio.

—¿De verdad cree que se van a recuperar por completo?

—No tengo duda. Pero fue por usted, por cómo los cuidó. Se nota que los ama.

Ella sintió que las lágrimas se le asomaban. Había pasado dos noches sin dormir, preocupada por la salud de los dos animales. Saber que todo ese esfuerzo no había sido en vano le llenaba el alma.

—Gracias, doctor —respondió con un hilo de voz.

Una voz detrás de ellos la hizo girar.

—Dalia...

Era una voz conocida, firme y suave al mismo tiempo. Dalia volteó con rapidez y sonrió al ver a Rodrigo Puentes, de pie junto a la cerca de madera. Llevaba su sombrero en la mano, y sus ojos marrones se clavaban en ella con calidez.

—Rodrigo... —respondió con una sonrisa sincera—. ¿Qué haces aquí?

—Me enteré de lo que pasó —dijo él, caminando hacia ella—. Mi papá y yo estamos para ayudarte, Dalia. Puedes contar con nosotros para lo que necesites.

Ella se sintió conmovida por su presencia. Rodrigo siempre había sido así, el amigo fiel, el que llegaba cuando más lo necesitaba. Lo abrazó con fuerza, y él la rodeó con sus brazos sin pensarlo. Era un abrazo lleno de apoyo, de cariño sin exigencias.

Rodrigo había estado enamorado de Dalia desde que eran adolescentes. Lo sabía todo el pueblo, menos ella, que siempre lo había visto como un amigo leal. Para ella, Rodrigo era el refugio en medio de las tormentas, pero no se había permitido mirar más allá.

—Gracias por venir —murmuró, aún abrazada a él—. No sabes cuánto significa esto para mí.

Rodrigo la miró con un dejo de tristeza en los ojos, pero no dijo nada. Sabía cuál era su lugar en la vida de Dalia, y lo aceptaba... o eso intentaba.

A lo lejos, alguien más observaba la escena. Martín Casasola, quien llevaba un rato buscándola, apretó los dientes al ver cómo Rodrigo la abrazaba. No entendía ese impulso dentro de él, ese ardor en el pecho que lo invadía al ver a Dalia con otro hombre.

Sin pensarlo dos veces, caminó hacia ellos con paso firme. Al llegar, se colocó al lado de Dalia y la rodeó por la cintura con un gesto posesivo, como si marcara territorio.

—Hola, Dalia —dijo con voz controlada, mirando directamente a Rodrigo—. ¿No me vas a presentar?

Dalia lo miró sorprendida por su actitud, pero trató de mantener la calma.

—Martín, él es Rodrigo Puentes, del rancho El Zunco. Rodrigo, él es Martín Casasola.

Rodrigo asintió con una leve sonrisa. Sabía perfectamente quién era. Martín Casasola era conocido en toda la región: exitoso, guapo, de carácter fuerte y dueño de varias empresas en la ciudad y aparte heredero de la hacienda Casasola. Pero también se decía que tenía un temperamento complicado.

—Un gusto —dijo Rodrigo, sin perder la cortesía.

Martín no respondió de inmediato. Su mirada se mantuvo fija en Rodrigo por unos segundos antes de asentir apenas con la cabeza.

—Igualmente —respondió, sin aflojar la mano en la cintura de Dalia.

Ella sintió la tensión en el aire y decidió intervenir.

—Rodrigo vino a ver cómo estaban la vaca y el becerro. Su papá y el me han ayudando mucho.

—Veo que sí —comentó Martín, con un tono que no pasó desapercibido.

Rodrigo, que no quería provocar ningún conflicto, dio un paso atrás.

—Solo quería asegurarme de que todo estuviera bien. Me retiro, Dalia. Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.

Ella asintió con una sonrisa agradecida.

—Gracias, Rodrigo. En serio, gracias por todo.

Rodrigo se despidió con un leve movimiento del sombrero y se alejó. Martín lo siguió con la mirada hasta que desapareció entre los árboles.

—¿Él siempre está así de pendiente de ti? —preguntó Martín sin mirarla.

—Es mi amigo, Martín. Me ha ayudado mucho... como otros no lo han hecho.

Martín la miró, sintiendo una punzada en el pecho. Había llegado a la vida de Dalia de forma inesperada, pero desde el primer día supo que ella no era como las demás. Había algo en su forma de ser, en su mirada, que lo desarmaba. Esa mirada que recordaba cuando eran niños.

—No me gusta cómo te mira —dijo finalmente—. Se nota que te quiere.

Dalia suspiró.

—No todo el que quiere algo tiene derecho a tenerlo, Martín. Rodrigo sabe cuál es su lugar en mi vida. Y tú también deberías saber cuál es el tuyo.

Martín la soltó suavemente y la miró con intensidad.

—Quiero estar en tu vida, Dalia. No como un invitado temporal... quiero algo real.

Ella bajó la mirada, sintiendo un torbellino dentro de sí. Había sentimientos que aún no se atrevía a nombrar, heridas que no terminaban de cerrar, y entre todo eso... Martín.

—No me pidas algo para lo que aún no estoy lista —dijo con voz baja—. Apenas estoy empezando a recuperar lo que perdí. Quedamos en que seríamos amigos, empezaríamos por ahí… ¿Lo recuerdas?

Martín asintió, entendiendo que había llegado en un momento inesperado y él… él con un dolor que seguramente ahí podía sanar.

—Si lo sé, pero… Entonces espero. Pero no te vayas a equivocar con quién te acompaña de verdad. Yo también estoy aquí para quedarme y si es a tu lado mejor.

Esa noche, mientras el cielo se vestía de estrellas y el campo dormía, Dalia salió al porche de la casa. Se sentó en una mecedora con una manta sobre las piernas, mirando al horizonte perdido en sombras.

Pensaba en Rodrigo, en su fidelidad inquebrantable. En Martín, en su… pasión impetuosa? Y en ella misma, en lo que quería, en lo que temía, en lo que aún no sabía si estaba dispuesta a sentir.

El viento susurraba entre los árboles, como si el universo le hablara en un idioma antiguo. Y mientras el becerro dormía junto a su madre en el corral, la vida seguía su curso en aquel rincón de tierra, amor y decisiones pendientes.

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Eufemia Perez
Bonita novelas y las reflesiones la enseñansas que dejan del odio no se saca nada solo infelicidad.
Consuelo Vargas
mmm la bruja de Tania se la robo
Petra Melo
cuando los hijos dejan el nido duele, mis hijos hicieron sus vidas y gracias a Díos todos cerca, siempre vienen. los nietos y bisnieto. tengo un hijo fuera de Venezuela y lo extraño mucho, todos presentes en mis oraciones
Petra Melo
una ternura de família se respira amor todos lados. Me encanta éste capítulo 😘🇻🇪❤️
Petra Melo
cierto, sentir temor que volviera a pasar lo mismo otra vez
Petra Melo
Marianita eres linda y tremenda 😘🇻🇪
Petra Melo
ése Joaquín quiere volver a la cárcel
Petra Melo
y....... Qué será de la vida de los Montalvo???
Petra Melo
Esteban ahora estás más sólo que la una
Petra Melo
loca de atar pués, manicomio con Tina
Petra Melo
ay chica nooooo, sería la zorriTina??😡🤬
Beatriz Montes
Te felicito bueno e interesante tu drama gracias
Ananelis berrio
por qué no decirle la verdad antes del día.de la boda
Petra Melo
jajajaja ay Tina que bueno recordaste lo de Dalia y la escopeta 😂😂
Petra Melo
lindos capitulos, esperen otro poquito más y sabrán
Petra Melo
muy hermosos capitulos llenos de amor
julietha galiano
bueno yo asumo que fue al despacho de la hacienda que ahora es su despacho y que de ahí llamo a su papá
Alicia Linares
muy muy hermosa historia, felicitaciones
Marigra Morava
Pero tanto hombres como mujeres son traicioneros a el toco que lo traicionara la mujer en esta historia vamos a ver que pasa.
Petra Melo
y ojalá la ex novia no se ponga Popis
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