Amor, peligro, acción, romance, traiciones y mentiras se suscitan en la vida de dos astronautas cuya misión es salvar al mundo. Un grave peligro acecha a la humanidad: una estación espacial abandonada y sin control corre el riesgo de caer sobre la Tierra y su efecto será devastador tanto como el meteorito que acabó con los dinosaurios. La única manera de salvar al mundo es llegar a esa nave, manejarla y sacarla de la órbita terrestre. Los únicos astronautas que podrían lograr la hazaña y evitar la hecatombe son Nancy y Mike, ambos eran pareja pero ahora están enfrentados y se odian. Un complot, además, de uno de los jefes amenaza a la misión y lo peor de todo es que ambos astronautas deberán enfrentar una lluvia de meteoritos que bombardea a la estación espacial abandonada haciendo que el peligro sobre el planea sea aún mayor. ¿Podrán los dos superar sus diferencias y conseguir salvar a la humanidad de la extinción? No solo eso. Alarmados y aterrados por el inminente fin del mundo, todo el personal de la administración espacial en la Tierra abandonan sus puestos y tan solo quedan unos cuantos científicos que deberán dirigir las maniobras para que Nancy y Mike consigan llegar sanos a salvo a la estación espacial, viviendo toda clase de historias románticas, de odios, envidias y celos. Una novela actual y de mucho suspenso, "Amor y terror en el espacio", experimenta suspenso, romance y humor, todo lo que al lector apasiona.
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Capítulo 8
Yo había estado saliendo con Grahan Steward, un basquetbolista profesional de mucho éxito y muy querido por los aficionados y la prensa. Nos conocimos en el cumpleaños de una amiga en común y, como es obvio, me impresionó su tamaño, más alto que un poste de alumbrado público, sus ojos brillantes, la sonrisa larga, el rostro distendido y siempre ocurrente. -El colmo de un matemático es querer hacer las cosas en un dos por tres ja ja ja-, me dijo riéndose, cuando me alcanzó un vaso de ponche.
-¿Y tú eres como los matemáticos?-, lo desafié alzando mi naricita, riéndome coqueta, jugando con mis hombros, mordiendo mis labios, empinándome para mirar sus ojos que me cautivaban mucho.
-Pues la verdad, quisiera obviar todos las etapas de conocernos y ya ser amantes, cuanto antes-, me dijo él aún más divertido.
Bailamos toda la velada y me encantó sumergirme en su pecho macizo, sentir sus manos grandotas, recostarme en su cuerpo pétreo, esculpido en una enorme roca, y disfrutar de su virilidad que explotaba por todos sus rincones, admirado y seducido de mi encanto y belleza.
Mi actitud no era por despecho a Mike o por que estaba muy resentida con él por sus celos o por considerarme su propiedad,. sino que Grahan era realmente lindo, un súper macho que me derretía como a una barra de mantequilla.
Hicimos el amor dos noches después, en su apartamento, en el centro de la ciudad. Me levantó como si fuera una muñeca y me colmó de besos y caricias, llevándome al delirio. Los fuegos se desataron en todo mi cuerpo y de repente yo ya era una antorcha que sollozaba y gemía sucumbida a la piel áspera y exquisita de Grahan. La excitación se desbordaba por mis quebradas y redondeces y sostenida en sus brazos me sentía la mujer más sexy del mundo.
Grahan conquistó mis entrañas convertido en un ciclón que arrasó por completo mis defensas, obnubilándome y llevándome a las estrellas. Quedé eclipsada a su virilidad y yo no hacía más que aullar como una mujer lobo mientras él llegaba hasta mis máximas profundidades. Fue tal la excitación que ese hombre me provocaba que le mordía los brazos, desesperada y angustiada, hundía mis uñas en su espalda y en sus formidables bíceps y me arranchaba los pelos como una loca sintiéndolo invadir mis entrañas como un caudaloso río.
Todas las noches que me hacía suya era lo mismo. Yo quedaba tumbada en la cama, sin aliento, sudorosa, parpadeando con dificultad y mi corazón acelerado, bombeando de prisa, tamborileando en mi busto, convertida en un estropajo, derrumbada sobre las almohadas, echando humo en mi aliento, chisporroteando fuego en mis poros, completamente calcinada de tanta pasión, mientras él seguía avanzando febril hacia parajes inhóspitos y desconocidos de mis intimidades, lo que me provocaban más y más descargas eléctricas, una sensación delirante que me encantaba experimentar junto a Grahan.
-Tengo una relación en ciernes-, le dije a Grand, mortificada, refiriéndome a lo bien que me iba con Steward.
-La comisión de los países unidos está encantada de tu trabajo y requiere de mayor información sobre el calentamiento global, el transbordador está listo, ya sabes que preparar un vuelo espacial demora cinco meses, no es cosa de irte y ya. Kaltz ya está listo, también, para volver a la Tierra. Tiene igualmente informes valiosos sobre el comportamiento de la capa de ozono-, me insistió Joe resoluto.
-Yo también estoy encantada de un hombre-, le fui sincera. Grand rompió a reír. -En el Navigator estará Robinson, je je je-, quiso ser irónico, pero eso me enfureció.
-No iré-, le dije y el colgué el móvil.
Una semana después me disponía a abordar el transbordador, después de haber perdido la batalla y también a Grahan Steward.
-No vas a dejarme cuando estamos en lo mejor de nosotros-, se molestó Steward. Era cierto. En realidad, él se había entusiasmado, demasiado, conmigo. ¡¡¡Se había enamorado!!! No es que yo tomara mi flirteo con él, algo ocasional, de momento o simple diversión, sino que a mí me gusta ir con calma, sin apuros, conociendo bien a mi pareja, aprendiendo de sus virtudes, tomando nota de sus defectos e interpretando sus sentimientos y emociones. Es lo mismo que hago en mi trabajo, sin embargo Grahan era demasiado sensible y pues, estaba loco por mí. Sentí, entonces, que nuestra relación se encontraba deteriorada y en peligro.
-Solo serán seis meses y estaremos siempre en contacto-, intenté calmar las aguas, pero él, obviamente, no iba a entender que era parte de mi trabajo, de lo que me gustaba y que era, en realidad, mi vida entera.
-¿Seis meses? Cuando vuelvas ya estaré anciano. Debes elegir entre el espacio y yo, Nancy. No puedes estar la mitad de tu vida entre las estrellas, dejándome solo-, se enfureció y pues, como le dije que a mí me encantaba mi trabajo, Grahan Steward, simplemente, me dejó.
-¿Por qué esa carita tan malhumorada?-, me dijo Francoise Toulose que estaba a mando del transbordador.
-Terminé con mi novio-, arrugué mi naricita, mientras el personal de la administración espacial me ajustaban el casco y me ponían las correas, asegurándome en el asiento de copiloto.
-¿El basquetbolista?-, estaba enterada de todo mi amiga Rachel Wilson, la timonel del transbordador. Ya estaba instalada frente al tablero de las computadoras. Ya les dije que ella trabajaba conmigo en la administración espacial.
-Sí, me dijo que era él o el espacio-, agradecí a los especialistas la ayuda para estar bien sujeta al asiento.
-Ay los hombres siempre quieren ser más importantes que una, a ellos no les importa lo que hagas, están siempre por encima de nuestros trabajos-, escuchaba muy atenta Wilma Asner, la ingeniera de vuelo.
-Ellos y solo ellos y nosotras debemos renunciar a nuestros sueños, ambiciones y metas-, le di la razón a mi amiga.
-Mi ex mujer es dentista y yo no le pedí nunca que renuncie, ella me dejó porque se enamoró de otro hombre, nos despedimos en buenos términos, jamás nos peleamos, y ahora estoy con Marcela je je je-, se acomodó en su silla de mando Tolouse.
-Si fuera al revés, ella la astronauta y tú un saca muelas, le hubieras pedido que renuncie-, lo desafió Rachel. Todas estallamos en risotadas. Francoise se molestó.
-Yo respeto los espacios, chicas, ustedes son las mal pensadas que es diferente, además, Marcela, también es astronauta y jamás hemos hablado de dejar nuestros trabajos-, se sulfuró Tolouse.
-Pero ahora estás peleado con Marcela-, le recordé.
Eso le dolió mucho a Tolouse. En realidad a él le iba mal en el amor. En lo mejor de su relación con la dentista, ella decidió dejarlo porque se enamoró perdidamente de un colega de profesión. Francoise entró en un periodo de depresión, sin embargo apareció en su vida Marcela, la científica que también había salido muchas veces al espacio y su vida volvió a encarrilarse. Sin embargo ahora estaban distanciados más por caprichos de ambos que por razones valederas.