Prisionera De Sus Ojos

Zahra lo miro no lo quería ahí, pero tampoco podía correrlo y levantar sus sospechas.

¿Por qué estaba ahí?, qué demonios hacia el príncipe de Raleigh sentado en su fonda.

— Piensas seguir observándome, pregunto Jalil lo suficientemente alto como para que todos giraran la cabeza y lo miraran, pero lo hizo en árabe.

Zahra se acercó a la mesa. — ¿Cuál es tu problema?.

Jalil sonrió ,levantó la vista y la miro.

— No tengo ningún problema, estoy aqui disfrutando del desayuno preparado por mi esposita.

Los ojos de Zahra brillaron de pura rabia.— Yo no soy tu esposa.

— Cariño te has puesto pálida, lo entiendo te aterra que tu esposo sepa que tienes otro esposo dijo con satisfacción .

Zahra apretó los puños.— Deja de jugar conmigo, tú no eres mi esposo, si lo que dices es cierto, solucionalo, exclamó ella.

—¿Quieres que anule nuestro matrimonio?, pregunto él.

— Si eso quiero.

— Por mí ningún problema, solo tenemos que ir a Raleigh y solicitarle la anulación al rey.

— No pienso ir contigo a ningún lado, toma el teléfono y pídeselo a tu hermana.

Jalil chupo la cuchara que tenía mermelada.—Tenemos que ir ambos, así que si no vas seguiremos unidos, la mermelada está deliciosa, aunque hubiera preferido untarla en otro lado.

Zahra se puso colorada y lo fulmino con la mirada y entonces el desastre ocurrió, Jalil frunció el ceño y Zahra escucho la voz.

— Buenos días señora le dejo sus flores dijo Andy colocando un pequeño florero en la mesa.

Jalil observó al niño de espaldas con un gorro blanco colocando flores.

— Bigama y explotadora infantil, que bajo que has caído cariño.

Zahra se dio la vuelta y vio a su hijo, sintió una punzada en el estómago. — Laura por favor dijo Zahra señalando a Andy.

Laura se acercó a donde estaba Andy mientras Zahra le obstaculizaba la vista a Jalil quien tenía el ceño fruncido.

Zahra lo miro.— No soy explotadora ni bigama exclamó ella molesta pero el parecía no estar ahi.— ¡Jalil!.

— Lo siento, estaba pensando que es el cumpleaños de Khalil.

— ¿ Tu padre?.

— Mi sobrino, Mariana le puso el nombre de papá, cumple cinco años.

Él miro a Zahra y por primera vez la vio pálida.— Lo siento dijo Jalil pensando que también ella recordaba a ese bebe que habían perdido.

— Termina tu desayuno, aqui tienes tu cuenta dijo ella dejando el ticket sobre la mesa y se marchó.

— ¡Zahra!, exclamó él, pero ella no le hizo caso. Jalil decidió terminar su cafe y mientras lo hacía tomo su teléfono y llamó a Raleigh.

Podía haber llamado a su madre, pero haría preguntas y no quería hablar, así que llamó a un empleado.

Hassan respondió al tercer timbrazo.

— Alteza, buenas tardes.

— Buenas tardes, ¿como está todo por ahi Hassan?.

— Muy bien Alteza, el palacio esta ajetreado, por el cumpleaños del príncipe.

—Me lo imagino, por eso te llamo necesito que hagas algo por mi y deja de decirme Alteza, ya no soy un príncipe.

— Es una cuestión de respeto señor...

La familia estaba reunida en el jardín cuando Hassan llego.

— Excelencia si me permite.—Mariana miro a Hassan.— Es un regalo para el príncipe de parte de su hermano.

Mariana llamó a Khalil y este se acercó.

— Mira te lo mando tu tio Jalil.

Khalil se acercó sonrió y acercó al pequeño potro , era el hijo de Azaroso, el caballo preferido de Jalil.

— ¿ Y puedo montarlo?, pregunto Khalil.

— Aun no, es muy pequeño aún tiene que crecer, pero si puedes cuidar de él.

Khalil acarició el cuello del animal

— ¿ Porque no vino mi tio?, pregunto, él adoraba pasar tiempo con su tio.

— Está de viaje, luego lo llamas y le agradeces exclamó su madre.

— Tú te vas a llamar Kareshi exclamó Khalil sonriéndole a su nuevo amigo…

El cielo estaba cubierto de nubes bajas cuando Jalil tiró de las riendas y dejó atrás el camino principal.

El caballo avanzaba con paso firme, mientras el bosque se abría paso ante ellos, había decidido tomar un atajo.

La Patagonia tenía esa forma extraña de tragarse todo la luz, el viento, los pensamientos.

Los árboles eran altos, retorcidos por inviernos duros, el suelo, mullido por hojas secas, devolvía un crujido suave bajo cada pisada del caballo. La mezcla de pinos, ñires y lengas lo cubrian

Jalil respiró hondo. El aire frío quemaba un poco.

Había visto la sonrisa de Khalil solo por unos segundos, por un video enviado por el empleado.

Sus ojos grandes, brillando al ver el potrillo.

Podría haber estado ahí, a su lado.

Riéndose, molestándolo, enseñándole a montar como él había aprendido con su propia madre.

Pero estaba ahi, en ese infierno de mundo que quedaba casi al fin del mundo.

Y no porque alguien lo hubiera traicionado.

Sino porque él mismo se había arrojado directo a ese infierno, traicionando todo lo que le habían inculcado desde niño.

El caballo avanzó entre los troncos. Una bandada de teros chilló a lo lejos; Jalil hizo una mueca. Sonaban a que estaba perdido

Pensó en Zahra.

El recuerdo vino sin permiso; como siempre los últimos años.

La vio pálida, retrocediendo cuando él mencionó el cumpleaños del sobrino.

Ese mismo temblor en la mirada que había visto el día del accidente.

—Maldita sea… —murmuró él, pasando una mano por la mandíbula, esta vez no podía culpar a otros.

El recuerdo de ella siempre venia acompañado de viejos rencores.

Sí, lo había seducido, lo había puesto en una situación que él nunca quiso—o eso decía él.

Sí, había llegado su tío, y todo había explotado después.

Sí, él había sentido que ella se había burlado de él, de su apellido, de su rol.

Pero, él era diez años mayor, un hombre formado para ser un príncipe de un país tan complejo como el desierto mismo.

Ella tenía veintidós.

No había sido solo un matrimonio forzado por la ambición y la política,era un matrimonio roto por la desconfianza y la infidelidad.

Y el resultado final había sido un niño no nacido.

El caballo bufó. Un viento repentino golpeó las copas de los árboles; hojas secas giraron como remolinos diminutos.

Jalil bajó la mirada enseguida volvió la defensa automática.

La vieja, y cómoda la que justificaba su proceder, ella le mintio , lo escogió como quien escoge a un caballo ganador. Lo habia usado para coronarse.

Pero aun asi después de la conversación con Malek, lo habia intentando, había intentado que funcionara asi que los días previos a la boda en Raleigh cambió de actitud y durante su luna de miel había creído que lo lograrían.

Sumergido en sus recuerdos siguió cabalgando. Él bosque parecía interminable.

Después de un rato Jalil fue consiente, se había perdido...

Habia sido demasiado joven para entender lo que deseaba, demasiado orgullosa para admitir que había jugado un juego peligroso.

Una parte de ella la parte más infantil e imprudente quería recuperar algo de ese destino perdido.

Jalil príncipe heredero de Raleigh.

Ella sabía perfectamente quién era.

Y sabía, también, que él rara vez se quedaba con una mujer más de una noche.

Pero aun asi Zahra sostuvo la cuchilla la mano le temblo la mano ligeramente.

—Fui yo quien empezó todo murmuró.

Lo había seducido, no había otra palabra posible para decirlo, no era tonta y sabía que le interesaba.

Lo hizo con intención, con deseo.

Con la ilusión absurda de recuperar un lugar que, en el fondo, nunca había sido suyo.

Y cuando él respondió, cuando el juego se volvió real, Zahra sintió ese nudo en la garganta que solo entienden las mujeres criadas entre dos mundos; la culpa, la vergüenza, la certeza cultural de que no podia dar marcha atrás.

Jalil se acercó y ella no retrocedió.

Ella aceptó no por ambición.

Sino por esa mezcla perversa de orgullo herido, deseo juvenil y la convicción —equivocada— de que debía hacerse cargo de las consecuencias de haberlo provocado.

Fue cuando todo avanzó demasiado rápido que lo comprendió, había ido más lejos de lo que realmente quería.

El recuerdo le devolvió un sobresalto; su propio grito.

No por dolor físico solamente, sino por el impacto, por entender de golpe que había cruzado un límite del que no sabía volver.

Ahora entendía su culpa, comprendía su error

Pero también entendía que había sido más víctima de su propia inmadurez que villana de una historia. También entendía que había aceptado todo lo ocurrido con Jalil por culpa porque en el fondo tenía razón, ella había iniciado todo deliberadamente ese día.

En cierta forma ella los había condenado a los dos.

— Mamá ¿hoy no puedo poner las flores?, pregunto Andy.

— Por supuesto que si, ahora te acompaño dijo ella.

Zahra acompañó a su hijo, y lo ayudo mientras lo veía ella sonrió.

— Cuando pongo flores vos sonreís.

— Por supuesto que si, porque tengo el hijo más bueno, dulce y cariñoso dijo Zahra.

— Yo tengo la mamá más linda del mundo dijo él abrazándola.

Zahra lo beso y lo levantó en brazos, su pequeño estaba creciendo, lo llevó a la cocina y lo sentó en una de las banquetas mientras ella continuaba cocinando.

— Me pasas la sal dijo Zahra, Andy tomo la sal y se la dio.— Escucha bien tendremos una nueva regla.— Andy miro atentamente.— A partir de hoy no ingresarás al comedor, como empieza a caer nieve hay muchos turistas y son desconocidos y ya conoces las reglas.

— No debo hablar con desconocidos ni abrir la puerta, ni aceptar nada y tampoco puedo ingresar a la cocina estando solo porque me puedo lastimar.

Zahra sonrió orgullosa.— Eres el niño más bueno y lindo del mundo dijo ella abrazándolo.