Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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Acciones pequeñas. (Maratón 4)
Donatello se apresuró para abrirle la puerta a Johana y ayudarla a bajar, quería comportarse como todo un caballero, claro que lo era, pero no estaba demás sobre actuar un poco.
—Se lo agradezco mi lord— tomó su mano y le sonrió tan dulcemente que derretiría al corazón más frío.
Apenas el roce de la piel, la cabeza de Donatello, parecía que iba a estallar, por todo lo que pudo escuchar, pues por su don, escuchó cada pensamiento de Johana. Ninguna cosa mala, simplemente agradecía haber podido encontrar en su camino al hombre que tenía a su lado, pues aparte de ser guapo y caballeroso, tenía un estatus que nadie podía pasar por alto.
Su rostro decía cuan feliz estaba, por lo que al general no le quedó más opción que reprimir su don y dejar que las cosas fluyeran paso a paso, su enamoramiento repentino, aumentó en ese momento, por eso quería hacer hasta lo imposible para que su futura esposa, no quisiera dejarlo nunca.
—Bienvenido señor, espero su viaje haya sido seguro— saludó un hombre mayor, por su vestuario, se podía deducir que era el mayordomo.
—Te lo agradezco Blas, fue muy bueno el viaje de vuelta a casa. Quiero que reúnas a toda la servidumbre, debo dar un aviso importante— ordenó.
Varios sirvientes comenzaron a bajar las maletas tanto del general, como del primer capitán, ya que siendo familia, por supuesto se quedaría en la mansión.
—Vamos Johana, debo mostrarte donde será tu habitación— le pidió, pero está vez, ya no la volvió a tocar.
La castaña solo lo siguió, caminando de una manera recta y con toda la elegancia que un noble debe mostrar.
Llegaron a la planta alta donde habían varias habitaciones, frente a ellos estaba la que tenía una puerta grande, se diferenciaba del resto.
—Está es mi habitación y a partir del día que te conviertas en mi esposa, tendrás que dormir aquí— claro que lo decía para intimidar a la joven, pero eso no iba a suceder.
—Vaya, es poco común que un matrimonio comparta alcoba, me alegra mucho que usted sea diferente, será un verdadero placer poder dormir a su lado cada noche— mostró una sonrisa pícara, lo que provocó que el general se ruborizara.
—Lo tomaste muy bien. Ahora te mostraré tu habitación durante este tiempo— caminó solo unos pasos y abrió la puerta de a lado. —Puedes dormir aquí, no será por mucho tiempo, pero aún sigue siendo la más adecuada para mí futura esposa—
Johana entró y le gustó lo que veía. Su habitación era sencilla, pero elegante, con lo que necesitaba para estar cómoda. —Se lo agradezco, por darme un hogar— era tanta la gratitud reflejada en su mirada, que el general solo se sintió orgulloso de su hazaña. Aunque un ligero cosquilleo recorrió su cuerpo.
—Ahora acompáñame a la sala, debo presentarte a la servidumbre. Deben saber quién eres y lo que representas en esta casa— nuevamente la tomó de la mano, está vez, Johana tenía la mente en blanco. Se había quedado sin palabras.
Cuando bajaron, ya estaba reunido todo el personal, incluidos los capitanes del general, pues formaban parte de.
—Antes que nada, agradezco que hayan mantenido en buen estado la mansión mientras yo no estaba. Blas me estuvo informando de cada asunto importante sucedido, así que no me podrán ocultar nada— fijó su mirada en un par de personas. —Aunque en este momento, lo importante es presentarles a la señorita Chian— Johana hizo una leve reverencia para presentarse. —Ella es una persona muy importante para mí, pronto se convertirá en mi esposa, dueña y señora de la mansión, por esa razón quería que todos la conocieran, para después no tener malos entendidos por algún mal rato que la hagan pasar. A partir de mañana, comenzará con su aprendizaje para llevar las riendas de esta mansión, si tienen algún inconveniente relacionado con la casa, deberán dirigirse a ella. Y cuidado con que alguien le falte el respeto o intente hacerle daño, deben tener en cuenta que si eso sucede, su cabeza rodará junto con la de roda su familia—
Al principio sus palabras eran amables, pero al final terminó dando miedo con la sutil amenaza que hizo.
—Es un placer conocerla señorita Chian. Soy el ama de llaves y encargada también de la cocina, cualquier cosa que necesite, por favor no dude en decírmelo— hizo una reverencia, aquella mujer de edad avanzada.
—Se lo agradezco, bueno creo que es tarde para que continúen aquí, vayan todos a descansar y ya nos veremos mañana—
Quería romper la tensión que su prometido había ocasionado. Cada uno de los presentes se fue retirando poco a poco.
—Usted si que intenta dar miedo— lo miraba directamente a los ojos.
—Solo busco que no se metan contigo, eres joven y no sabrás cómo defenderte. Luego no vengas a quejarte si te hacen algo— quería ser necesitado por la joven, pero parecía que no le gustó que le dieran su lugar.
—¿Quiere cenar algo?, yo puedo preparar lo que guste— ahora fue ella la que tomó del brazo a Donatello y lo llevó a un lugar que parecía ser la cocina, intuyó que era en ese sitio porque vio una mesa con varias sillas, a un lado.
—No me digas que una noble como tú sabe cocinar— se burlaba
—Bueno, usted también es un noble y no cocina nada mal, ¿por qué yo no podría hacerlo?—
Comenzó a buscar algunos ingredientes y en poco tiempo, tenía listo un omelette con algo de verdura y también algo tibio para beber.
—¿Tu pretendes que yo coma esto?, creí que harías algo más elaborado— le sorprendía que fuera un simple huevo lo que habían preparado para él.
Johana no dijo nada y solo comió su porción, haciendo caso omiso a lo que le había dicho el general. Cuando terminó, se levantó de su lugar, llevó lo que había utilizado al fregadero y ella misma se encargó de lavar sus utensilios, dejaba perplejo al hombre, pues nunca había visto que una noble se rebajara a tanto.
Sin decir nada, salió de la cocina y se dirigió a dónde dormiría, cerrando la puerta con seguro. Por su parte, el general se había quedado embobado en la hermosa figura de su prometida, que ni cuenta se dio cuando ésta desapareció de su vista.
Ya estando solo, probó lo que le habían preparado y se sorprendió del gran sabor que tenía, además que ese omelette estaba relleno de algo más, a simple vista podía verse como un huevo, pero era más que eso. Lo disfrutó hasta que no quedó nada en el plato y fue agradecer a Johana.
Subió y tocó la puerta. —Johana, soy yo, abre la puerta— solo recibió silencio de la parte contraria.
Pensando que tal vez ya se había dormido, dejó de tocar y mejor se fue a su habitación, ya al día siguiente podrían hablar.
gracias por escribir