Solo Un Deseo

Cuando entré a esa habitación, la atmósfera me golpeó de inmediato. El aire era pesado, cargado de ese inconfundible olor a medicamentos. Allí, recostada sobre una cama rodeada de aparatos y monitores, estaba una mujer de semblante pálido y frágil. Su respiración era apenas perceptible, como si cada inhalación estuviera calculada al milímetro por las máquinas que la mantenían estable.

Brooke no dudó ni un segundo en acercarse. Caminó directo hacia ella y, con movimientos suaves, tomó asiento junto a la cama. Comenzó a hablarle con esa voz cálida que pocas veces he llegado a escuchar, cargada de cariño y una mezcla de esperanza y melancolía. Pero aquella mujer no respondió. No hubo ningún movimiento, ni un parpadeo, nada que indicara que podía escucharla.

Yo, mientras tanto, permanecí cerca de la puerta, inmóvil, sintiendo que no era mi lugar. Observaba a Brooke desde la distancia, notando cómo su energía usual había sido reemplazada por una calma casi dolorosa. De repente, giró su cabeza hacia mí y me llamó:

—Sky, ven aquí.

Dudé. ¿Qué se suponía que debía hacer? No estaba seguro de cómo comportarme en una situación tan delicada. Pero Brooke volvió a insistir, esta vez con más firmeza. Así que, con pasos lentos… me acerqué.

Cuando estuve a su lado, Brooke hizo algo inesperado: me levantó suavemente, poniéndome sobre mis dos patas traseras para que pudiera ver mejor el rostro de aquella mujer. No pude evitar observarla con detenimiento. Había algo en su expresión, aunque serena, que transmitía una lucha silenciosa.

—Mamá, te presento a Sky —dijo con una pequeña sonrisa que apenas lograba enmascarar el nudo en su garganta—. Él está cuidándome… Sky, es mi guardián…

Sus palabras resonaron en la habitación. Sentí un peso extraño en mi pecho ¿empatía? No, no lo sé, pero lo que sí entendí en ese momento es que, para Brooke, yo era más que un simple animal de compañía.

Luego, con una voz que se quebraba ligeramente, Brooke le pidió algo que me tomó por sorpresa:

—Por favor, abre los ojos... Sé que volveremos a estar juntas de nuevo, Sky y yo te estaremos esperando…

El ambiente se tornó aún más denso. Podía sentir su esperanza y su dolor mezclarse en el aire y me hizo recordar a una de esas protagonistas de las novelas que tanto me entretenían, pero esta vez no era ficción. Sus gestos, su tono, la forma en que sus dedos acariciaban la mano de su madre... todo era demasiado real.

El frío de la habitación no hacía más que acentuar la tristeza del momento. Parecía una escena sacada directamente de una película de drama, pero esta vez no había guion ni director que pudiera detenerla. Sólo estábamos allí: Brooke, su madre, y yo… yo tenía el papel de un espectador que de repente se había vuelto parte crucial de su historia.

Cuando salimos del hospital, el ambiente era distinto. Había una tranquilidad melancólica que flotaba en el aire, pero algo en Brooke se sentía más ligero. Quizás el hecho de haber visto a su madre le daba una especie de alivio temporal, aunque era evidente que cargaba mucho más de lo que dejaba ver.

Mientras caminábamos, todo parecía indicar que íbamos directo a casa. O al menos eso pensé, hasta que noté que tomábamos otra dirección. Frené en seco sobre la acera, clavando mis ojos en Brooke con una mirada inquisitiva. Este mundo humano ya no era un completo misterio para mí; después de tantas novelas que vi en su laptop, entendí muchas cosas. Sabía, por ejemplo, que las personas no cambiaban su ruta sin razón. Y lo que menos me gustaba era no estar al tanto de esas razones. Mínimo debía avisarme con anticipación, no me gustan las sorpresas.

Brooke me miró y sonrió, como si hubiera estado esperando mi reacción.

—Vamos a la casa de una amiga… —dijo con naturalidad.

¿Amiga? Esa palabra resonó en mi mente. Brooke nunca había mencionado a ninguna otra persona que no fuera su madre... bueno, y las dos intrusas que eran su prima y su tía. Pero fuera de eso, jamás había hablado de alguien más cercano. No me gustaba la idea de desconocidos entrando en nuestra rutina, pero Brooke parecía decidida, así que no tuve más opción que seguirla.

El paseo fue, al menos, entretenido. Dejó de nevar, y los parques por los que pasábamos estaban llenos de luces y decoraciones propias de esa festividad que los humanos llamaban “Navidad”, recién comenzaba el mes y ya estaban con sus decoraciones. Era todo muy ostentoso: árboles con luces parpadeantes, figuras de renos y hombres regordetes con barbas blancas colgando de las ventanas y también los muñecos de nieve.

A medida que avanzábamos, noté que llamábamos mucho la atención. Bueno, para ser honesto, yo era quien la llamaba. Los humanos no dejaban de mirarme y murmurar cosas como:

—¡Qué hermoso perro!

—¡Mira esos ojos celestes, parecen joyas!

—¡Qué lindo husky! ¡Mira su suéter, ohhh que adorable!

Algunos incluso sacaron sus celulares para tomarme fotos, mientras comentaban sobre mi suéter, uno que hacía juego perfecto con mi pelaje y esos pequeños detalles rojizos en forma de árbol que Brooke había escogido para combinar con esta época navideña.

Era evidente que mi presencia eclipsaba todo lo demás. Me sentí, por un momento, como una estrella de cine paseando por la alfombra roja. La atención de los humanos me resultaba agradable, por supuesto, pero nada comparado con el orgullo que sentí cuando Brooke, con una sonrisa en los labios, parecía disfrutar de los cumplidos que recibía a través de mí.

Seguimos caminando por un buen rato, paseando por los parques decorados, hasta que finalmente nos dirigimos hacia lo que debía ser la casa de esa tal “amiga”. Aunque aún no estaba convencido de que fuera necesario desviarnos tanto, algo en el ánimo de Brooke me hizo mantener la calma. Su felicidad, después de todo, era lo que más importaba. O al menos eso era lo que seguía repitiéndome para justificar mi paciencia.

A medida que avanzábamos, la atmósfera cambió drásticamente. Las calles estrechas y los edificios comunes quedaron atrás, y de repente nos encontramos en un área donde la opulencia estaba presente en cada rincón. Mansiones enormes se alineaban a ambos lados de la calle, con jardines impecables, fuentes decorativas y autos que parecían costar más que la vida de algunos humanos. Esta zona era diferente, exclusiva.

Recordé algo de las novelas que había visto. Según esas historias, estas eran las residencias de los humanos ricos, aquellos que acumulaban riquezas y vivían en un nivel que otros apenas podían imaginar. Me detuve un momento para observar una de esas mansiones; tenía más ventanas que la cantidad de demonios bajo mi mando en el inframundo. ¿Era esto lo que los humanos llamaban "éxito"? Bueno, no era tan diferente de lo que yo mismo tenía en mi mundo.

Algo despertó en mí. Este lugar... este estilo de vida… era exactamente lo que me correspondía. Era como si el destino me estuviera mostrando un reflejo de mi grandeza, incluso aquí en el mundo humano. La idea de pertenecer a un lugar así me resultaba demasiado natural. Me pregunté por qué no había descubierto esta zona antes, durante mis exploraciones. ¿Cómo se me pasó por alto un lugar tan adecuado para alguien de mi nivel? Claramente, este lugar era donde yo debía estar.

Finalmente, nos detuvimos frente a una imponente mansión que, a decir verdad, parecía ser la joya del vecindario. Tenía un aire majestuoso que superaba al resto, con rejas negras que protegían el terreno como un escudo elegante. Todo en ella gritaba exclusividad.

Brooke caminó hacia el portón y tocó el timbre. Una voz respondió al instante, cálida, pero con un tono de autoridad, como si el dueño ya supiera que éramos importantes. Las enormes puertas de rejas negras se abrieron lentamente, con un ruido metálico que resonó como una bienvenida digna de reyes.

Mientras avanzábamos hacia la entrada, tuve que admitir que estaba impresionado, aunque no lo mostraría demasiado, por supuesto. Este lugar, a diferencia de las casas grises y aburridas que había visto antes, era una muestra del poder y la riqueza que yo mismo encarnaba. «Sí, aquí es donde pertenezco», pensé de nuevo con una sonrisa satisfecha. Sin duda, los humanos ricos sabían cómo vivir.

Al entrar en la mansión, lo primero que noté fue la impresionante decoración: pisos de mármol, candelabros colgando del techo como si fueran joyas gigantes, y paredes adornadas con cuadros que parecían más caros que cualquier cosa que hubiese visto en este mundo humano. Aún estaba asimilando todo cuando un hombre, vestido con un impecable traje negro, nos recibió. Su porte era elegante y su actitud denotaba profesionalismo. Era obvio que se trataba del mayordomo de esta casa, un hombre que parecía tener todo bajo control. Apenas comenzaba a hablar, cuando una figura irrumpió en escena.

De la nada, una mujer apareció a toda velocidad, lanzándose sobre Brooke y envolviéndola en un abrazo tan fuerte que pensé que la iba a aplastar. La risa y las palabras de esta mujer se esparcieron como un torbellino, repitiendo el nombre de Brooke una y otra vez, como si no pudiera creer que estuviera allí. Brooke, naturalmente, respondió al abrazo con calidez, como si fueran amigas de toda la vida. Pero algo en su entusiasmo me resultó extraño.

La mujer, que al parecer se llamaba Shannon, hablaba tan rápido que parecía no respirar entre frases.

—¡Brooke! ¡Pensé que no vendrías! ¡Dios, qué alegría verte! —dijo mientras se apartaba un poco, aunque todavía mantenía sus manos en los hombros de Brooke. Hasta aquí, todo normal. Pero entonces llegó el momento en que su actitud dio un giro.

—¿Y dónde está él? —preguntó Shannon, mirando alrededor con ansiedad.

Tanto Brooke como yo nos quedamos en silencio, desconcertados. ¿A quién se refería? Claramente, no era a mí, porque no había manera de que alguien en este mundo tuviera la osadía de referirse a mí de una forma tan casual.

Shannon volvió a insistir, esta vez con una mezcla de curiosidad y algo que parecía ser impaciencia:

—¡Vamos, Brooke! ¿Dónde está tu novio?

Mi mente, que hasta entonces estaba ocupada admirando los detalles de la mansión, se detuvo en seco. «¿Novio? Brooke tiene… ¿un novio?», pensé. Un momento, escuché bien, dijo ¿novio?

Observé a Brooke, esperando que aclarara el malentendido. «¡¿Quién es ese imbécil?!» Necesito que me expliquen que está pasando aquí.

Estaba claro que me debía una explicación, ¿cómo que un novio? pero su expresión no hizo más que confirmar que ella tampoco tenía idea de qué estaba hablando su amiga.

Shannon, aparentemente ajena a nuestro asombro, seguía hablando, como si lo que acababa de decir no fuera una bomba cayendo sobre nuestras cabezas.

—¡No me digas que no lo trajiste! Estaba tan emocionada por conocerlo.

Mis pensamientos se juntaron como una avalancha otra vez. ¿Novio? ¿Brooke… con novio? ¿Cómo era posible que nunca mencionara algo así? Más importante aún, ¿quién era ese tipo? ¿Qué clase de humano había captado su atención? No pude evitar sentir una mezcla de sorpresa, molestia y algo que no sabía exactamente cómo describir y me estaba impacientando.

Fuera quien fuera ese supuesto "novio", tendría que pasar por mí antes de siquiera acercarse a ella. ¿Brooke, con alguien más? Ridículo. No hay humano que esté a su altura.... y es más si aparece, juro que lo haré pedazos.