Susurros Del Más Alla | Ecos Del Pasado

La mañana amaneció gris y densa, como si el cielo presagiara el peso que Elliot llevaba en su interior. En la universidad, el bullicio habitual continuaba, pero para él, cada conversación, cada risa, y cada mirada parecía lejana. Todo lo que tenía en mente eran las palabras de Blake, las sombras que se cernían sobre ellos y el creciente peligro que lo rodeaba. Aún así, había algo más que le preocupaba: el silencio de Damián.

Desde la conversación que tuvieron en su cuarto, Damián se había vuelto más distante. Aunque estaba cerca físicamente, Elliot podía sentir que su mejor amigo se estaba alejando emocionalmente, como si una pared invisible se hubiera levantado entre ambos. La última vez que hablaron de verdad fue cuando le contó sobre Blake, y desde entonces, aunque Damián no lo decía directamente, Elliot sabía que estaba molesto.

Después de las clases, Elliot decidió confrontarlo. Lo encontró en su lugar habitual, el banco bajo los árboles al borde del campus, donde a menudo se quedaba observando el movimiento de las ramas y el cielo.

—Damián —dijo Elliot, acercándose cauteloso—. ¿Podemos hablar?

Damián no respondió de inmediato. Se mantuvo en silencio, con los ojos clavados en el cielo nublado. Finalmente, giró la cabeza hacia Elliot, con una expresión neutral que Elliot había llegado a temer.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó Damián, sin mostrar emoción alguna.

Elliot sintió el nudo en su estómago apretarse, pero se obligó a continuar.

—Siento que algo está mal entre nosotros. Desde que te conté sobre Blake, has estado... distante.

Damián soltó una risa seca, una que no alcanzó a sus ojos.

—Distante. Claro. Tal vez porque siento que me estás ocultando algo.

Elliot frunció el ceño. No esperaba que la conversación tomara ese giro.

—No te estoy ocultando nada, Damián. Sabes más que nadie. Te conté todo sobre Blake, sobre lo que está pasando.

—Pero no me lo contaste antes —interrumpió Damián, levantándose del banco con una rapidez que tomó a Elliot por sorpresa—. No fuiste sincero desde el principio. Y ahora… ahora parece que estás más enfocado en ese fantasma que en lo que está ocurriendo aquí, con nosotros.

Elliot dio un paso hacia atrás, sorprendido por la intensidad en la voz de su amigo.

—¿Nosotros? ¿De qué hablas?

Damián apretó los puños, y por un momento, Elliot vio algo en sus ojos. Era más que simple frustración, era una mezcla de miedo, celos y… ¿dolor?

—He sido tu mejor amigo desde siempre —dijo Damián en voz baja, pero firme—. Y ahora, parece que este fantasma ha entrado en tu vida y te está llevando lejos de mí.

Elliot sintió un fuerte golpe de culpa en el pecho. No había pensado en cómo su relación con Blake podría haber afectado a Damián. Para él, Blake era algo tan irreal, tan ajeno a su vida cotidiana, que no había considerado cómo podía estar afectando su relación con las personas más importantes para él.

—Damián, yo... —comenzó Elliot, pero no supo qué más decir.

Damián lo miró fijamente durante un largo momento, luego dejó escapar un suspiro y se giró para marcharse.

—Olvídalo. No importa.

Elliot lo observó alejarse, sintiéndose más solo que nunca. Sabía que Damián estaba herido, pero no tenía ni idea de cómo arreglarlo. Blake era un secreto que no podía compartir con todos, pero tampoco quería perder a su mejor amigo. La tensión entre ambos se sentía insostenible, como si algo estuviera a punto de romperse.

Más tarde, esa misma noche, mientras se debatía en sus pensamientos, la familiar presencia de Blake llenó la habitación. Esta vez, sin previo aviso, apareció sentado al borde de su cama, mirando al suelo como si estuviera perdido en sus propios pensamientos.

—He visto lo que pasa con Damián —dijo Blake suavemente, sin mirarlo.

Elliot lo observó, sintiendo que Blake no solo era un fantasma atrapado entre dos mundos, sino también una presencia que complicaba más su vida de lo que había anticipado.

—No es tu culpa —dijo Elliot—. Esto es algo entre Damián y yo. Solo que... no sé cómo manejarlo.

Blake levantó la vista, sus ojos oscuros pero llenos de comprensión.

—Es difícil cuando las personas que amas no pueden entender todo lo que estás enfrentando. Yo lo sé mejor que nadie. He estado ahí.

Elliot frunció el ceño. Había algo en la forma en que Blake hablaba que le resultaba familiar, pero también distante. Como si estuviera hablando de algo más que de su propia situación.

—¿Qué me estás diciendo, Blake? —preguntó finalmente.

Blake suspiró y se puso de pie, caminando lentamente hacia la ventana.

—Las sombras no son lo único de lo que debes preocuparte. Las personas a tu alrededor... también pueden volverse peligrosas si las circunstancias las llevan a ello.

Elliot sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de Blake sonaban a advertencia, pero no podía entender del todo a qué se refería.

—Damián nunca me haría daño —respondió Elliot con firmeza.

Blake lo miró por encima del hombro, una sombra de tristeza en su rostro.

—Espero que tengas razón.

Elliot no pudo evitar sentir una inquietud creciente en su pecho.

Elliot se quedó sentado en la cama, mirando a Blake mientras el fantasma se desvanecía lentamente, dejando un vacío en la habitación. Las palabras de Blake seguían resonando en su mente. La sugerencia de que las personas a su alrededor podrían volverse peligrosas lo perturbaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Damián era su mejor amigo, casi como un hermano para él. ¿Cómo podía creer que Damián sería capaz de hacerle daño?

Pasaron varios minutos antes de que Elliot se moviera, sintiendo la incomodidad de la tensión en su cuerpo. Se levantó de la cama y fue hasta la ventana, observando el campus oscuro bajo la luz de la luna. Podía ver las siluetas de algunos estudiantes caminando por los senderos, ajenos a las luchas internas que él estaba viviendo.

Elliot decidió que necesitaba hablar con Damián, resolver las cosas antes de que la situación empeorara más. El silencio entre ellos era como una barrera que cada vez se volvía más difícil de superar.

Caminó hacia la puerta de su habitación, decidido a encontrar a su amigo. Al llegar al salón principal del departamento que compartían, se dio cuenta de que Damián no estaba. Recordó las palabras de Blake: "Las personas a tu alrededor... también pueden volverse peligrosas si las circunstancias las llevan a ello."

Elliot sacudió la cabeza. No podía dejar que esos pensamientos lo dominaran. Se puso la chaqueta y salió del departamento, decidido a buscar a Damián en su lugar habitual: el bosque.

Mientras caminaba por el sendero que llevaba a los árboles, la oscuridad se espesaba a su alrededor. El aire estaba cargado de humedad y frío, y el sonido de sus pasos sobre las hojas secas se escuchaba con una claridad inquietante.

Al llegar al borde del bosque, Elliot dudó por un momento. Damián siempre había tenido una conexión extraña con el lugar, como si las sombras y el silencio del bosque lo calmaran de una manera que nadie más entendía. Era uno de los pocos lugares donde Damián parecía encontrar paz, pero también era donde Elliot había notado los comportamientos más extraños de su amigo.

—Damián... —susurró al adentrarse entre los árboles, esperando que su voz no se perdiera en la oscuridad.

El silencio que siguió fue abrumador. Solo el susurro del viento entre las ramas le respondió. Siguió caminando, sintiendo que cada paso lo alejaba más del mundo que conocía. La sensación de estar siendo observado lo seguía como una sombra, pero no podía detenerse.

Finalmente, después de unos minutos que se sintieron como una eternidad, vio una figura familiar entre los árboles. Damián estaba de pie, de espaldas a él, mirando hacia un claro en el bosque donde la luz de la luna se filtraba débilmente.

—Damián —llamó Elliot con suavidad, esperando no asustarlo.

Damián no se giró de inmediato, pero Elliot pudo ver cómo su postura se tensaba ligeramente. Finalmente, su amigo se volvió, con una expresión inescrutable en su rostro.

—¿Por qué me seguiste? —preguntó Damián en un tono neutral, casi frío.

Elliot dio un paso adelante, intentando acercarse más.

—Estaba preocupado por ti —respondió con sinceridad—. Sé que no hemos hablado bien desde que te conté lo de Blake, y... no quiero que las cosas sigan así entre nosotros.

Damián lo miró fijamente, sus ojos brillando con una intensidad que hizo que Elliot sintiera un nudo en el estómago. Había algo en esa mirada, algo que Elliot no había visto antes.

—¿Preocupado? —repitió Damián, dejando escapar una risa corta y amarga—. ¿Preocupado por mí? O tal vez deberías preocuparte por ese fantasma tuyo. Parece que te tiene más ocupado que yo últimamente.

—Damián, no es eso —intentó explicar Elliot, sintiendo la frustración en cada palabra—. Blake es... es algo complicado. Pero tú eres mi mejor amigo. Siempre lo has sido, y no quiero perder eso.

Damián lo observó por un momento más, antes de dar un paso hacia Elliot. Su rostro se suavizó un poco, pero sus ojos aún mantenían esa chispa extraña.

—Siempre has dicho eso. Que soy tu mejor amigo. —Damián inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera considerando algo—. Pero... ¿y si no quiero ser solo tu amigo?

El corazón de Elliot dio un vuelco. Las palabras de Damián, tan inesperadas, lo dejaron sin habla. Durante un segundo que pareció eterno, no supo qué decir, qué pensar. Pero Damián no le dio tiempo para procesarlo.

—No importa —dijo Damián rápidamente, desviando la mirada—. Olvídalo.

Elliot abrió la boca para responder, pero Damián ya estaba alejándose, dirigiéndose hacia el claro del bosque. Por un momento, Elliot no supo si seguirlo o dejar que se fuera. Sabía que había algo más detrás de las palabras de su amigo, algo que estaba intentando ocultar.

Con el corazón latiendo con fuerza, decidió no dejarlo solo. Corrió detrás de él, alcanzándolo justo cuando Damián se detenía en el centro del claro.

—Damián, por favor, no te vayas. Necesitamos hablar de esto.

Damián se giró lentamente, sus ojos oscuros y llenos de emociones que Elliot no podía descifrar.

—¿De qué quieres hablar, Elliot? —preguntó en voz baja, pero su tono sugería que ya sabía la respuesta—. ¿De lo que siento? ¿De lo que tú sientes?

Elliot tragó saliva, sintiendo que cada palabra que dijera podría cambiar su relación para siempre.

—Solo quiero que seas honesto conmigo, como siempre lo hemos sido. Si algo ha cambiado... si tú has cambiado... —Elliot hizo una pausa, intentando encontrar las palabras correctas—. Solo quiero que me lo digas.

Damián lo miró fijamente, su expresión indecisa. Finalmente, suspiró y se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado.

—Es complicado, Elliot. Más complicado de lo que piensas.

Elliot asintió lentamente, entendiendo que esa era la única respuesta que obtendría por el momento.