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Oro

Oro

Status: En proceso
Genre:Intrigante / Malentendidos / Pareja destinada / Secretos de la alta sociedad / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media
Popularitas:49.4k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Sexto libro de la saga colores.

Tras seis años encerrada en un convento, Lady Tiffany Mercier encuentra la forma de escapar y en su gran encrucijada por conseguir la libertad, se topa con Chester Clark, un terrateniente que a jurado, por motivos personales no involucrarse con nadie de la nobleza.

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14. Las horribles mentiras tienen peso

...TIFFANY:...

No podía seguir en esta situación, ni huir de lo que tarde o temprano acabaría por separarme de Chester, él era mi única oportunidad para tener una vida tranquila y hasta felíz. Me arriesgaría a perderlo con mi confesión, pero si no podía entenderlo entonces ya no era mi culpa, si no me aceptaba con todo y suciedad entonces yo me marcharía.

Leandro me ofreció su ayuda y la tomaría sin dudar, en caso de que Chester no comprendiera.

Tomé valor después de tanto pensarlo en mi habitación, caminaba de un lado a otro, sintiéndome cada vez más nerviosa.

Esperaba que Chester fuese diferente y que no me juzgara.

Asentí con la cabeza, decidida y salí de la habitación.

Sabía que estaba en sus aposentos porque lo escuché entrar unos minutos atrás. Estaba enojado, entendía que era frustrante y confuso para él mi comportamiento. Yo si quería casarme, pero no sabía si podría ser la esposa correcta, debía contarle antes de que descubriera por su cuenta de que yo ya no era una mujer pura.

Estiré mis dedos hacia la perilla y la giré.

Abrí la puerta, dispuesta a empezar con mi confesión de una vez.

Chester estaba desnudo y eso no era lo más escandaloso del asunto.

Observé su mano, estaba sujetándose el...

¿Se estaba acariciando?

Enrojeció ante mi mirada, abriendo sus ojos como platos.

Me quedé inmóvil, sin poder reaccionar.

¿Por qué los hombres eran tan primitivos? Casi como animales. Se dejaban dominar por sus bajos deseos. No comprendía porque tenían que llegar a extremos tan deplorables.

— ¡Señor Chester!

— ¡Váyase! — Gritó, cubriendo sus vergüenzas — ¡Largo de aquí! — Me causó una sensación extraña que actuase tan tímidamente cuando hace poco lo encontré en la mano en su enorme dureza.

— Lo siento... Debí tocar... — Observé su cuerpo nuevamente, me seguía impresionado, era todo un semental.

— ¿Qué espera para marcharse? — Gruñó, irritado, alcanzando la toalla sobre la cama.

Tenía un trasero firme y abundante.

— ¿Qué estaba haciendo? — Pregunté, me causó un poco de gracia y me reí. ¿Por qué con él no me daba pavor?

Frunció el ceño — Eso no es asunto suyo — Hizo ademán de cubrirse la toalla pero entré a su habitación y se la quité — Oiga ¿Qué rayos hace? — Se desconcertó ante mi impulso, tomando una postura firme.

Debería enfrentar mi miedo.

Quería dejar de ver eso como algo que usaban los hombres para lastimar. Si mujeres como Merida disfrutaban de ello, entonces yo debería ser igual, yo quería disfrutar de ser tocada y de tocar a un hombre sin temor.

Mi corazón empezó a latir más apresuradamente.

Bajé mi mirada, esa cosa parecía estar mucho más grande y elevada.

Me aproximé y elevé una mano.

Tomó mi muñeca y observé su rostro.

— ¿Qué es lo que pretende? — Exigió, con la voz muy gruesa.

— ¿Por qué me detiene? ¿Merida si pudo tocarlo y yo no? ¿No me dará el derecho? — Le reclamé y apretó su mandíbula — Luego se sorprende si yo niego que tenemos una relación.

— ¿Tenemos una relación? — Me observó con firmeza.

— Usted me pretende, obviamente no somos amigos.

Soltó mi muñeca después de exhalar con fuerza.

Acerqué mi mano con timidez y lo tomé.

Me estremecí, era muy grande y duro. Tracé con mis dedos, asombrada, la superficie era suave.

Chester soltó un gruñido cuando me atreví a tocar la punta.

— ¿Le duele?

— No — Jadeó, cerrando los ojos por un segundo cuando empecé a mover — Me gusta.

Sentía una ansiedad entre mis piernas.

¿En serio quería eso dentro de mí?

— Debería dejarme verla — Gruñó alejando mi mano.

— ¿Cómo? — Me estremecí.

— Yo le permití verme y tocarme, sería lo justo.

— ¿Justo? — Perdí valentía.

— Somos adultos y nos gustamos, no tema, yo no le haré daño.

Me quedé pensativa, no sabía si podría notar a simple vista que yo no era virgen.

— Yo... — ¿Debería decirle?

— Lo he notado — Confesó y me sorprendí — Cada vez que me acerco, siento como usted parece sentirse insegura, como si tuviera miedo de algo. ¿Qué le sucede? ¿Por qué le parece desagradable que yo...

— No, no me desagrada.

— ¿Entonces? ¿Tiene miedo a lo desconocido? No la voy a lastimar, solo quiero que sienta lo mismo que yo... Que sea mutuo...

No sé si podría sentir lo mismo.

— ¡Yo no soy virgen! — Gruñí rápidamente y noté como su expresión cambiaba por completo, como se le desplomaron los ánimos.

— Pero usted era una monja...

Lo sentía por mí, pero no iba a permitir que me viera como si fuese un animal herido, no quería su lástima.

— Por eso huí, si alguien se enteraba de que yo perdí mi virtud entonces me habrían colgado por semejante pecado tan grave — Dije, recordando las leyes de la iglesia.

— ¿Quién fue? — Gruñó, tomándome de los brazos, alterandose por completo y me sorprendí — ¿Quién rayos la mancilló?

Oculté mi expresión — No, no se preocupe por eso, no fue en contra de mi voluntad.

En seguida me soltó.

— ¿Qué rayos dijo?

— Resulta que soy muy curiosa — Dije, odiandome por ser tan mentirosa y por desplomar la buena imagen que tenía de mí — No debería escandalizarse, le sorprendería la cantidad de monjas y sacerdotes que no respetan el voto de castidad.

Noté como apretaba sus puños, sus ojos estaban echando chispas.

— ¿Y usted formó parte de esa mayoría?

— Así es, resulta que unos frailes visitaron el convento y en esa oportunidad estuvieron internados en un ala del convento, me fijé en un fraile joven y estuvimos tonteando hasta que en una de esas oportunidades aproveché la noche para escabullirme a su habitación. Si le huía era para que no se diera cuenta de que yo no era pura y si no aceptaba su propuesta era por la misma razón, sabía que seguramente le decepcionaría... Sabe, los motivos de castigos tan graves fueron por tener una comportamiento demasiado irrespetuoso e imprudente — Dije, cruzando mis brazos — Nunca serví para monja porque la verdad es que me gustaba coquetear con los pocos hombres cercanos a mi alrededor, nunca estuve cerca de ellos así que eso aumentaba mi curiosidad.

Me percaté de su desilusión y contuve las ganas de llorar.

Se quedó pensativo — No le creo.

— ¿Por qué? — Elevé una ceja.

— Usted no es como alega, es una mujer diferente ¿Por qué estaba tan triste? ¿Por qué tiene pesadillas y duerme de forma inquieta? Siento que me miente.

Oculté mi expresión — Era por el miedo a que me buscaran y me encontraran. También por los castigos que recibí, pero todo eso fue mi culpa así que no se preocupe por mí. Solo estaba actuando cortante para que no se diera cuenta.

Se llevó una mano a la cabeza.

— No debió ocultar algo así.

— ¿Usted me hubiese pedido ser su esposa si se lo hubiese dicho antes?

— No me importa, si quiero que sea mi esposa — Gruñó, estaba disgustado y aún así quería que yo me casara con él.

— ¿Por qué querría tomar a una mujer mancillada como esposa?

— Porque me gusta, a pesar de lo que hizo — Dijo, se veía dolido, por supuesto que a ningún hombre le iba a gustar que la mujer que querían hubiese sido de otro anteriormente, pero era mejor que estuviese desilusionado por mi comportamiento a que sintiera lástima por haber sido abusada por un obispo.

Aparte mi mirada de él — Debe estar loco para querer a alguien así.

— El que huyera no la hace tan hipócrita como el que se quedara en ese convento después de faltar a su voto — Gruñó, tomando la toalla que colgaba de mi mano — No tengo porque juzgar sus acciones pasadas, no soy quien para hacerlo. Espero que su presente sea diferente, si usted no está dispuesta a ser fiel entonces puede declinar mi propuesta.

Creía que también traicionaría los votos matrimoniales.

— No se preocupe, ya no me interesa dar rienda suelta a mi curiosidad, ella me metió en muchas problemas.

Se cubrió con la toalla, noté que ni siquiera estaba endurecido.

No le apetecía tocarme después de lo que le dije.

¿Sería igual si supiera que fui abusada?

— Permiso, tengo que vestirme.

Salí de la habitación y entré en la mía.

Solté lágrimas, susurrando disculpas por tantas mentiras.

Terminé agachada en el suelo, cubriendo mi boca mientras empezaba a llorar con más fuerza.

Observé la bolsa con ropa cerca de los baúles y la abrí.

Saqué los vestidos.

Eran hermosos, de tela con flores pintadas y también uno de tono rosa.

Había zapatos también.

Me compró ropa, me cuidaba, me hacía sentir tan bien conmigo misma y yo le mentí.

Estaba arrepentida de haberlo hecho.

...****************...

El señor Chester estuvo alejado el resto de la tarde, estaba enfrascado en sus labores, pero tenía expresión dura cuando crucé pocas miradas con él.

Anocheció y tuve que ir a buscarlo para que cenara.

Tomé una lámpara de queroseno y salí al patio.

Tuve que bajar a los sembradíos, notando lo grande que eran los terrenos de Chester, pero no lo hallé así que decidí volver cuando la oscuridad se hizo más densa.

Volví al patio y lo hallé acariciando a los perros.

— ¿Dónde estaba? La cena ya está lista.

— Estaba trabajando, no es necesario que espere por mí — Cortó, entrando dentro de la casa e hizo lo mismo.

Se quitó el sombrero y las botas llenas de tierra, dejándolas junto a la puerta.

Se adentró a la cocina y me detuve en la sala, donde había servido la cena para ambos.

Escuché el sonido del agua del pozo, lavandose las manos.

El señor Chester volvió y se sentó a comer.

Tomé mi lugar.

Él no habló, comía en silencio.

Se levantó, terminando de comer primero y se marchó.

Me quedé removiendo el puré.

¿Por qué no le dije la verdad?

Apreté la cuchara en mi mano, sintiéndome impotente por ser tan cobarde.

A Leandro si pude contarle porque era mi primo y porque no me importa si se sentía decepcionado de mí, pero con Chester se me hacía tan difícil, no quería que me despreciara y lo terminé haciendo debido a mi mentira.

Ahora pensaba que era una mujer libertina que no media las consecuencias de sus actos irresponsables.

Me marché a dormir.

Usé uno de los camisones y me acosté en mi cama.

Cerré mis ojos, pero la puerta se abrió y me tensé.

La pequeña cama se hundió bajo el peso de Chester, se acomodó a mi lado como pudo.

— Chester...

Rodeó mi cuerpo y atrapó mi boca, empezó a besarme con movimientos rápidos y profundos.

Su lengua exploró cada rincón del interior de mi boca.

Respiré agitado cuando empezó a tocarme por encima del camisón, bajó su mano y la tomé.

— ¿Por qué me detiene? Si yo le gusto y usted ya pasó por esto ¿De qué tiene miedo? — Susurró contra mi cuello, estaba tan oscuro que no podía ver su rostro — ¿A caso me está mintiendo? Estoy empezando a desconfiar de usted. Pienso que a soltado más mentiras que verdades.

— No... No es que tenga miedo... No soy una mentirosa...

— Entonces déjeme tocarla — Gruñó, besando mi cuello y mi interior se agitó.

Me preparé para sentir dolor cuando bajó su mano y la introdujo dentro del camisón, dentro de los calzones.

Tocó y me estremecí.

Acarició con suavidad y movimientos circulares.

Gemí.

No se sentía mal, no me lastimaron sus caricias. Me hicieron sentir más tensa, con un dolor dulce se aumentaba de intensidad con cada caricia.

Volví a gemir, sacudiendo mis caderas.

Quería más.

Se sentía tan exquisito.

— Se siente muy suave y húmedo — Dijo, rozando sus dientes en mi oreja.

Bajó sus dedos y me volví a tensar.

Gemí más alto cuando introdujo uno.

Mis temblores aumentaron.

— Oh, me gusta — Susurré.

— ¿Más que el primero que te tocó?

No sabía que responder, no quería soltar otra mentira.

— Me haces sentir bien — No era una mentira.

Retrocedió y avanzó con su dedo.

No me bastaba.

Sentí espasmos hasta que me sacudí una y otra vez, sintiendo un estallido en todo mi cuerpo que me hizo jadear repetidamente.

Apartó su mano y mi corazón se sentía casi en la boca, latía muy fuerte.

— ¿Si quieres ser mi esposa? — Preguntó contra mi oído.

No merecía ser una esposa de una mentirosa como yo.

— Lo siento, Chester pero no puedo ser tu esposa.

1
Stella Maris Santabaya
Excelente
Letizia Mar
yo creo que William si amo a Cari a su manera un amor diferente al que sentía por Celia, el acepta que fue muy especial le devolvió la vida le dio un hijo, compañía y la hizo feliz.
es justo que trate de rehacer su vida y que mejor que con quién dejo una historia inconclusa.
lo que siente Chester es lógico para el su padre era su única familia y compañía se siente desplazado, pero era cuestión de comunicarse y aclarar sus sentimientos
Stella Maris Santabaya
Que lindo Chester 💕
Guadalupe Vargas Casarrubia
El lo que sintió por Carie fue agradecimiento nunca la quiso y tampoco la amo ella vivió bajo la sombra del amor de William por Celia. Triste la vida de la madre de Chester
Guadalupe Vargas Casarrubia
El lo único que quiere es estar con su amor Celia y su amado hijo del amor de su vida
Guadalupe Vargas Casarrubia
Nunca estuve de acuerdo que William volviera con Celia porque el único que está sufriendo es Chester porque el piensa que su padre nunca quiso a su madre y es la verdad ya que Celia es el amor de la vida de William.
Guadalupe Vargas Casarrubia
Que hombre tan cínico y miserable nunca la amo
Guadalupe Vargas Casarrubia
Estoy de acuerdo con Chester por fin se dio cuenta que su padre nunca valoró y quiso a su madre
Katsof Muri
maravilloso capítulo 💝💝💝
Sandra Passano valencia
Esta muy buena
Katsof Muri
jajajajajajja maravilloso la viejuja quedó plop cuando vio a Sebastián.
Katsof Muri
jajajajajajja maravilloso la viejuja quedó plop cuando vio a Sebastián.
Paulina Ruiz
me llegó directo al corazón, y más porque yo no conocí a mi papá 😭😭😭😭
Micaela Alcaraz
/Whimper//Whimper/ay Chester, me siento muy, muy, muy identificada con vos. Error de los padres de pensar que ya no lo necesitamos o que por nuestra personalidad piensan que podemos con todo o que nada nos afecta /Grievance/
Orozco Beatriz
🥰😍 tan lindo Chester necesita a su papi
Olga Ortiz
en el fondo Chester está celoso, se siente desplazado, aunque lo niegue
Melisuga
Me emociona que Chester haya escuchado a su padre. Fue una linda confesión.
Liliana Diaz
los hijos así crezca y hagan su vida necesitan de sus padre
Mara Gamez
la mamá de Tiffany abra pensado: plebeyo pero sabroso
Rosa Lryton Ramirez Leyton
bien escrito ,bien narrado gracias ,por escribir
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