Ella es una chica que vive su vida segura de que no nació para amar, mientras que él es un hombre que ya amó una vez pero que no supo hacerlo bien.
Una noche se encuentran en una situación extraña sin saber que el destino ya lo tenía todo planeado.
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Ocho
Señorita.- Dom estaba parado en la puerta que unía a la empresa Parisi con los aparcamientos del edificio con una carpeta en sus manos esperando para verla salir- La información que pidió.
- Casi cuatro días después. - le reclamó tomando la carpeta- A esta altura ya sé casi todo lo que hay aquí escrito y no tuve que demorar tanto para saberlo.
Danara reprendió a el que se suponía era su hombre de confianza según los estándares de su padre aunque en realidad lo que sabía lo supo por pura casualidad y era casi nada, pero ella no necesitaba enterarse de las cosas de última, ella necesitaba que él fuera el más rápido y más eficiente de todos y seguir confiando en el hombre ciegamente como lo hacía desde años antes aunque él pensara lo contrario.
- Dom respóndeme algo, sea cual sea tu respuesta no va a pasar nada.- él la miró y no supo si aquello era una trampa de ella o una pregunta sincera- ¿Tienes algún problema con que yo sea mujer?¿Tienes algún problema con que una mujer dirija a todas las familias?
Toc, toc, toc, toc, el corazón de Dom casi podía escucharse dentro del aparcamiento, para él no era un problema que ella fuera mujer, su problema es que era ella, la conocía del pi al pa y temía por su seguridad, temía que un día le sucediera algo y que nadie pudiera salvarla, él tenía un afecto sincero por su jefa.
- No- contestó simplemente y contrajo cada músculo de su cuerpo esperando que ella le creyera y que no preguntara nada más así de raro.
- ¿Entonces Dom?¿Cuál es el problema?¿Acaso te gusta que vea tus errores? ¿O es que tengo que cambiar de sombra?
- No señorita, no se preocupe, disculpe, no hay ningún problema y no tiene que cambiarme.
- Me alegra escuchar eso Dom- le dijo mirándolo directamente a los ojos buscando intimidarlo- Espero no tener que dejarte a un lado Dom, sabes mucho de mi y no voy a permitir que te juntes con mi padre.
- No va a pasar señorita, se lo aseguro.
- Gracias Dom, ahora si no te importa conduce por mi, he estado todo el día entre papeles y estoy extenuada, dile a otro guardia que nos siga para que puedas regresar y estar con tu madre, necesito el auto para mañana.
- Yo puedo quedarme en su casa señorita y mañana la llevo a donde usted quiera.
- No Dom, no quiero que tu madre me odie, llevas muchos días sin ir a verla, además iré a estar con mi abuelo Enzo, no voy a necesitarte mañana, vamos ya.
Los dos subieron al auto, ella detrás y él en el asiento del conductor.
El hombre curtido la miró por el espejo retrovisor mientras ella abría la carpeta que le entregó.
La conocía desde que ella tenia diez años y él diecisiete, cuando empezó su entrenamiento para poder convencer a su padre de que ella era la indicada para heredar su puesto en la mafia.
Él era el hijo de uno de los guardias de la casa Parisi y por consiguiente tenía un lugar reservado para seguir los pasos de su padre que había muerto defendiendo a la familia y así fue como entrenaron juntos día y noche sin que hubiera distinción ninguna por el apellido que llevaban, eran tratados como iguales y alentados o reprendidos como iguales.
Lo que había dicho sobre que él sabía mucho de ella no era una mentira, ahora el hombre tenía veinticinco y ella había acabado de cumplir los dieciocho hacía escasamente un mes pero desde que se juntaron por primera vez él no había vuelto a despegarse de ella, con los años se convirtió en su sombra y conocía en cada problema en el que se había metido desde que aprendió a escapar de los guardias de su padre y guardaba sus secretos, conocía cada novio que tuvo o cada tonto que quiso serlo, pero no eran amigos, él era simplemente su hombre de confianza o eso intentaba.
Ella comenzó a leer los documentos que tenía delante mientras el auto se deslizaba por las calles de New York.
*Renato Patel Cesare, hijo de Mariana y Gabriel, hermanos y bla, bla, bla.
*Nacido en Italia, treinta años, más bla, bla que no le interesa aunque lo de ser italiano le gustó.
*Última dirección conocida bla, bla, bla.
*Empresario muy prominente bla y bla y bla.
Dos hojas llenas de cosas que no le interesaban para nada, o sí.
*Divorciado, tuvo un corto matrimonio con una amiga de la infancia, ella volvió a casarse y tiene dos hijos de su actual matrimonio.
*Después de eso ninguna relación seria, pasa temporadas hundido en trabajo y tiene encuentros sexuales en bares o discotecas.
Bueno al fin algo de interés en la información y detrás de las hojas algunas fotografías, de la fachada de su casa, de la de la empresa, su auto y por último él vestido de deporte mientras corría por Central Park.
Ella pasó un dedo sobre la imagen y sonrió, gesto que no fue desapercibido para el hombre que conducía su auto.
- Eres hermoso- pensó intentando no decirlo en alta voz.
No podía entender que le sucedía con aquel hombre, ella nunca había sido una chiquilla tonta y soñadora de un amor como su prima Liz, con la que compartía la edad y el color de pelo además del apellido, ella vivía en un mundo real y cruel en el que el amor no tenía lugar y no era que amara a Renato ni mucho menos, pero nunca nadie había provocado que se le erizara hasta el último pelo de su cuerpo de solo escucharlo hablar.
Ella era joven, lo sabía, como también sabía que si le contaba a alguien lo que le sucedía esa sería la primera respuesta que le dirían además de el consabido discurso de "él es mayor", ya vendrá el indicado y ect, ect, pero aquello no lo sentía por su juventud, era él, era ese hombre el que provocaba un sentimiento que ninguno de los chiquillos con los que se había besuqueado hasta el momento había provocado.
A sus dieciocho años ya había tenido varios novios aunque nunca había llegado al sexo y en todos buscaba lo mismo, un hombre que tuviera las agallas suficientes como para someterla en la intimidad y ser su igual en la vida, ella no creía que estuviera destinada a sentir amor, pues entonces al menos quería que quien estuviera a su lado no se volviera un gusano retorciéndose de miedo al escucharla hablar.
Ella quería un hombre y ya lo había encontrado.
muchas gracias autora por todo tu trabajo y esfuerzo 💕