**La vida perfecta no existe, y menos cuando la creamos basándonos en otras personas. Soy Elena Hernández, una mujer común que se enamoró del hombre perfecto. Juntos soñabamos con salir adelante y poder emprender nuestro propio negocio. Pero, para que esto pudiera ocurrir, uno de los dos debía sacrificar sus sueños. ¿Y adivinen quién se sacrificó?**
**Vivía en una burbuja que pronto me reventaría en la cara, haciéndome caer en el más profundo abismo. ¿Seré capaz de salir adelante? ¿Podré alcanzar mis propias metas? Acompáñame en este nuevo inicio y descubramos juntos de qué estoy hecha.**
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Capítulo VIII Una verdadera amiga
Punto de vista de Elena
En el camino de regreso al apartamento de Lucía, el chófer de Leonardo empezó a conversar conmigo de trivialidades. "Esta ciudad cada día se pone más pesada; el tráfico es una locura".
"Tiene razón, ahora toca el doble del tiempo llegar a cualquier lugar y desde cualquier parte".
Hubo un silencio algo incómodo hasta que el chófer volvió a romperlo: "Yo crecí en esta ciudad, en un barrio humilde del sur; fue una época difícil, pues había que luchar por mantenerse firme en los valores".
"También nací y crecí en esta ciudad; entiendo cuando dice que es difícil; desde pequeña me tocó trabajar para ayudar a mi familia".
"Creo que lo más difícil es rechazar cuando te ofrecen una vida supuestamente fácil, pero que al final solo te roba la paz. Hubo un tiempo en el que por necesidad estuve a punto de irme por el mal llamado camino fácil; mi mamá había enfermado y su tratamiento salía costoso..."
Al parecer esa parte de su historia afectaba mucho al chófer de Leonardo, ya que cuando mencionó a su mamá, la voz se le quebrantó.
"En ese proceso tan difícil de mi vida fue cuando conocí al señor Leonardo; él me rescató de la calle y fue el único en tenderme una mano; él jefe no es malo, sino que le ha tocado pasar por mucho", continuó el chófer más tranquilo.
"No parece del tipo de persona que le preocupen los problemas ajenos", comenté en voz baja.
"No se crea, señorita; el señor tiene buen corazón, aunque a veces lo oculta debajo de esa fachada de hombre sin corazón". Después de un largo viaje finalmente llegué al apartamento de Lucía; agradecí al chófer por haberme traído y bajé del auto sin esperar a que me abriera la puerta. Apenas bajé pude ver a mi amiga esperándome fuera del edificio; hacía frío y ella bajó solo para esperarme.
"Al fin llegas; estaba que llamaba a la policía", dijo mientras veía el auto alejarse. "Ese vehículo no parece de un taxista; ¿qué está pasando aquí, Elena Hernández?", preguntó mi amiga mostrando su preocupación.
"Tengo mucho que contarte; hoy me pasó de todo", respondí cansada; el día no fue el mejor y además tenía hambre; casi no había comido nada en todo el día. Llegamos al apartamento lanzándome al sofá, cerrando los ojos y recordando todo lo ocurrido durante el día.
"¿Puedes contarme qué está pasando?", preguntó Lucía, trayéndome de vuelta a la realidad. Empecé a contarle todo lo que viví en las últimas horas. Mi amiga se puso furiosa cuando le conté lo sucedido con mi jefe: "Es un cerdo; lo voy a ir a buscar y le daré una paliza". Fueron sus palabras exactas.
"Tranquila, ya alguien más se encargó de darle su merecido", comenté con una sonrisa.
"Estás sonriendo como si ese salvador tuyo te hubiera flechado", comentó Lucía con picardía.
"¿Qué? No, nada de eso", dije con nerviosismo.
"No te pongas nerviosa; solo estoy bromeando. Sin embargo, me gustaría agradecerle a ese hombre que te haya ayudado".
"Ya le agradecí; también me llevó a la delegación y fue mi abogado".
"Además es abogado... ¡guau! Estoy sorprendida. ¿Cómo se llama ese espectáculo de hombre?".
"Tampoco es que sea la octava maravilla del mundo; no exageres", respondí restándole importancia al asunto.
"Eres tan aburrida... Pero bueno, ¿qué se puede hacer? Ahora dime el nombre de tu abogado".
Sin más remedio me tocó decirle el nombre de mi salvador, si no nunca me la iba a quitar de encima: "Leonardo Villalobos", solté sin anestesia.
"¿Es en serio? ¡Qué afortunada eres! ¿Tienes una idea de cuántas mujeres quieren estar así de cerca de Leonardo?", la emoción de Lucía era exagerada; no entendía por qué veía a ese hombre como si fuera un Dios.
"Ay no... si el hombre está como quiere, pero tampoco exageres; además yo ya lo conocía", esa última parte la dije sin querer porque la verdad no quería que nadie se enterara de que Leonardo era el padre de mi bebé.
"Eso no me lo habías dicho... A ver, ¡suéltalo todo! Quiero saber detalles", insistió.
Mientras Lucía esperaba ansiosamente mis palabras, sentí cómo una mezcla entre nervios e incertidumbre comenzaba a invadirme. No sabía muy bien cómo contarle sobre mi conexión con Leonardo sin develar todos mis secretos.
“Bueno… antes del incidente con mi jefe… yo ya había tenido a unas interacciones con él,” empecé tímidamente.
“¿Interacciones? ¿Como cuáles?” preguntó Lucía con ojos brillantes.
“Lo vi en una ocasión"
“¿Y eso es todo? ¡Vamos Elena! Hay algo más,” insistió ella mientras se acomodaba en su sofá con una expresión expectante.
“Lo sé… Pero realmente no quiero complicar las cosas,” admití mientras jugaba nerviosamente con mis manos.
“Complicar las cosas o mantenerlas interesantes… depende del punto de vista,” respondió Lucía con una sonrisa pícara.
“Lo sé… Solo no quiero arriesgarme…” murmuré antes de tomar aire profundamente y mirarla fijamente.
“Él… él es el padre de mi bebé,” confesé finalmente sintiendo cómo cada palabra pesaba más que antes.
Lucía se quedó boquiabierta por un momento antes de reaccionar: “¿Qué? ¡Eatas bromeando, verdad! ¿Y qué piensa él?”
“No estoy segura… Dice que nos protegerá, pero… Estoy confundida sobre lo que quiere hacer,” respondí mientras sentía cómo mis miedos salían a flote nuevamente.
Lucía frunció el ceño pensativa: “Esto merece una conversación seria entre ustedes dos.”
“Sí… supongo…” contesté mientras miraba hacia fuera por la ventana, intentando encontrar claridad entre mis pensamientos desordenados.
"Esto es... ¡increíble! No puedo creer que no me hayas contado antes. Pero, ¿cómo te sientes al respecto? Esto es un gran cambio en tu vida, Elena". Lucía finalmente rompió el silencio, pero su sorpresa seguía evidente.
"Es complicado, Lucía. No sé qué esperar de él ni cómo va a reaccionar después de esta noche. Solo sé que tengo que enfrentar esto, pero me siento un poco perdida", admití, sintiendo la presión de la situación.
"¿Qué paso esta noche?", pregunto Lucía confundida.
"Fuimos a su apartamento, estábamos hablando y no se en que momento terminamos besándonos, me estaba dejando llevar por el momento; sin embargo entre el razón y lo detuve. No merezco ser la mujer de turno y mi hijo no merece que su madre sea una perdida". Explique sintiendo dolor en el pecho.
"Entiendo que estés asustada. Es normal tener dudas en un momento así. Pero recuerda que no estás sola; estoy aquí para apoyarte en lo que necesites", respondió Lucía con tono reconfortante.
"Gracias, eso significa mucho para mí. Solo quiero hacer lo correcto por mi bebé", le dije, sintiendo un alivio al compartir mis pensamientos.
"Y lo harás, confía en ti misma. Tal vez sea el momento de hablar con Leonardo y ver qué piensa sobre ser padres juntos", sugirió Lucía.
"Sí, probablemente tenga que hacerlo pronto. No puedo seguir posponiendo esto", respondí con determinación.
"Sigue adelante, amiga. Estoy contigo en cada paso del camino", dijo Lucía con una sonrisa alentadora.
La conversación me había dejado reflexionando sobre lo que vendría, pero también sentía un poco más de claridad gracias al apoyo de mi amiga.