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El Omega Quiere Venganza

El Omega Quiere Venganza

Status: En proceso
Genre:Romance / CEO / Posesivo / Omegaverse / ABO / Fantasía LGBT
Popularitas:36.6k
Nilai: 4.8
nombre de autor: Wang Chao

Keiran muere agotado por una vida de traición y dolor, solo para despertar en el mundo del libro que su único amigo le regaló, un universo omegaverse donde comparte nombre y destino con el personaje secundario: un omega marginado, traicionado por su esposo con su hermana, igual que él fue engañado por su esposa con su hermano.

Pero esta vez, Keiran no será una víctima. Decidido a romper con el sufrimiento, tomará el control de su vida, enfrentará a quienes lo despreciaron y buscará venganza en nombre del dueño original del cuerpo. Esta vez, vivirá como siempre quiso: libre y sin miedo.

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📌 Historia BL (chico × chico) si no te gusta, no entres a leer.
📌 Omegaverse
📌 Transmigración
📌 Embarazo masculino.

NovelToon tiene autorización de Wang Chao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capítulo 20. Voy a protegerlo.

Keiran tarareaba una melodía suave mientras se movía con un baile lento y sensual en la cocina. Sus caderas se balanceaban al ritmo de la música, y cada movimiento parecía calculado, aunque él lo hacía de manera natural. Gabriel, sentado en el comedor frente a su computadora, intentaba concentrarse en su trabajo, pero sus ojos lo traicionaban, siguiendo cada paso del omega.

El cabello de Keiran estaba recogido en una media coleta alta, dejando su rostro despejado y resaltando la delicadeza de sus rasgos. Vestía un short corto con una cintura ancha que delineaba perfectamente su figura esbelta, destacando la estrechez de su cuerpo y las curvas que comenzaban a tomar forma. Keiran había estado recuperándose. Después de meses de tomar su medicación y seguir una dieta balanceada, aunque seguía delgado, su cuerpo mostraba cambios: sus muslos y glúteos habían ganado algo de volumen, haciendo que su apariencia resultara aún más atractiva.

La camisa negra que llevaba contrastaba con su piel pálida y lechosa, dándole un aire casi angelical. Gabriel tragó saliva con dificultad, apartando la mirada hacia la pantalla de su computadora en un intento desesperado por controlar sus pensamientos. Sin embargo, no importaba cuánto lo intentara, no podía ignorar el dulce aroma que de repente llenó la habitación. Era un aroma único, cálido, como leche con miel, que se entremezclaba con un deje especiado. El aroma inconfundible de un omega en celo.

El alfa alzó la mirada instintivamente y lo vio. Keiran estaba apoyado contra el refrigerador, con una mano en la cabeza y la otra sosteniéndose del marco para no caer. Su respiración era irregular, pesada, y sus piernas temblaban bajo su propio peso. Su rostro estaba enrojecido, y había algo desesperado en la manera en que trataba de mantenerse de pie.

Keiran estaba en celo.

Gabriel se levantó de inmediato, como si algo más allá de su voluntad lo empujara a acercarse. Las feromonas del omega eran tan intensas que lo golpearon como una ola, nublando su mente. Era un aroma adictivo, uno que despertaba sus instintos más primitivos. Cada fibra de su cuerpo le gritaba que lo marcara, que lo tomara y lo reclamara.

El alfa sabía que no debería sentir eso. Había estado dándole pastillas durante un año para suprimir sus ciclos, para evitar situaciones como esta. Sin embargo, Keiran había dejado de tomarlas, y ahora ambos enfrentaban las consecuencias.

—¡No me toques! —gritó Keiran con la voz rota, cayendo al suelo mientras su cuerpo lo traicionaba. Entre sus piernas sentía humedad, y un ardor insoportable recorría cada rincón de su ser. Dentro de él, una sensación abrasadora crecía, como si algo lo consumiera desde adentro.

El alfa se detuvo un instante, pero las feromonas lo tenían atrapado, sacándolo de su razonamiento. Su mente lógica quedó eclipsada por un deseo incontrolable, y antes de darse cuenta, ya había sujetado a Keiran, levantándolo como si no pesara nada.

—¡Lárgate! —gritó Keiran con desesperación, pero su voz apenas era un susurro frente al instinto desatado de Gabriel.

El alfa lo llevó hasta el sofá y lo depositó ahí con brusquedad. Su mirada estaba oscurecida por el deseo, y su voz salió como un gruñido bajo y peligroso:

—Eres mi esposo. Cumplirás con tu deber.

Mientras se quitaba el cinturón, Keiran sintió cómo el pánico lo inundaba. No reconocía a Gabriel en ese momento; el hombre que ahora lo miraba con una mezcla de odio y deseo era un extraño. Su cuerpo se sentía pesado, como si toda la fuerza lo hubiera abandonado. El aroma dominante y demandante de Gabriel lo rodeaba, sofocándolo.

Keiran aspiró las feromonas del alfa sin querer, pero, lejos de atraerlo, el olor le revolvió el estómago. Quiso vomitar. Quiso gritar. Quiso desaparecer.

Gabriel se inclinó sobre él, aspirando el aroma de su cuello, y luego, sin previo aviso, dejó un rastro húmedo con su lengua sobre su piel. La camisa negra de Keiran se desgarró con un sonido seco, y él sintió el aire frío contra su pecho.

—Te lo dije—dijo Gabriel, su voz cargada de odio y un deseo insano—. Eres simplemente un omega. Y abrirás las piernas para mí.

Keiran sintió cómo su corazón se aceleraba, pero no por deseo, sino por puro terror. Las palabras de Gabriel se clavaron en su mente como dagas, haciéndolo temblar.

Intentó moverse, escapar, pero su cuerpo no respondía. Estaba atrapado, vulnerable, y el hombre al que alguna vez creyó que podía controlar ahora era su peor pesadilla.

En su mente, solo había un pensamiento: quería matarlo. Quería arrancarle esa expresión de arrogancia y destruirlo por completo. Pero su cuerpo, traicionado por las circunstancias, se negaba a obedecer.

Keiran cerró los ojos, intentando protegerse del momento. Pero las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, una prueba silenciosa del miedo y la rabia que lo consumían.

Y Gabriel, cegado por sus instintos, no veía nada más allá de sus propios deseos.

Gabriel ató las manos de Keiran con su cinturón, ajustándolo con fuerza hasta que la piel del omega enrojeció bajo la presión. Levantó una de las piernas de Keiran y dejó un rastro húmedo con su lengua sobre la piel suave y temblorosa. Keiran, con lo poco de fuerza que le quedaba, intentó golpearlo con el pie, pero su esfuerzo fue en vano.

La desesperación se apoderó de él mientras su cuerpo se sentía cada vez más caliente y fuera de control. Las lágrimas corrían por sus mejillas, mezclándose con el sudor que cubría su rostro. Cuando creyó que todo estaba perdido, un sonido rompió el aire: el timbre de la puerta.

Keiran sintió un destello de esperanza y, reuniendo toda la energía que le quedaba, gritó con todas sus fuerzas.

—¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda!

Su garganta ardió con el esfuerzo, pero no tuvo que esperar mucho. La puerta fue abierta de una patada, y ahí estaba él, su salvación. Frederick.

El alfa cruzó miradas con Keiran, y en esos ojos rojos brillantes el omega creyó ver un aro dorado alrededor del iris. Tal vez lo imaginó, o tal vez no.

Sin perder un segundo, Frederick se lanzó hacia Gabriel con una furia contenida. Agarró al alfa por la camisa y lo levantó como si no pesara nada, lanzándolo con fuerza contra la mesa de vidrio. El sonido del impacto llenó la habitación cuando la mesa se hizo añicos.

Frederick no se detuvo. Sus puños comenzaron a golpear el rostro de Gabriel con una precisión brutal. Cada golpe era una mezcla de rabia y dominancia pura, y las feromonas que Frederick liberaba en el aire lo debilitaban aún más. Como alfa ultradominante, tenía el poder de someter a cualquier alfa ordinario, y ahora lo demostraba con creces.

Gabriel no tuvo oportunidad de defenderse. Su rostro quedó desfigurado, cubierto de sangre, y varios dientes volaron de su boca con los impactos. Fue solo cuando escuchó un gemido débil proveniente de Keiran que Frederick se detuvo.

Volvió la vista hacia el omega, que seguía en el sofá, retorciéndose y soltando feromonas sin control. Su rostro estaba empapado en sudor, y mechones de cabello se pegaban a su piel pálida. Frederick se acercó con cautela, dejando atrás su agresividad, y apartó con suavidad los mechones del rostro de Keiran.

—Tranquilo, ya estás bien —susurró con una voz baja y tranquilizadora mientras liberaba feromonas apaciguantes para contrarrestar la tensión en el ambiente.

El aroma calmante de Frederick envolvió a Keiran, y por un momento, el omega sintió que el calor abrasador que consumía su cuerpo comenzaba a disiparse. Era como sumergirse en aguas heladas después de estar en el desierto, un alivio instantáneo pero no suficiente. Keiran quería más.

El toque de Frederick en su rostro lo hizo gemir suavemente. Su cuerpo, traicionado por el celo, buscaba más contacto, más cercanía. Su mente estaba nublada, pero no tenía pudor en sus pensamientos. Quería esas manos fuertes recorriendo cada centímetro de su piel.

Frederick, notando la intensidad del deseo del omega, desató con cuidado el cinturón que ataba sus manos. Keiran, en un gesto instintivo, rodeó con sus brazos la nuca de Frederick y acercó su rostro a su cuello. Aspiró profundamente el aroma del alfa, dejando escapar un susurro cargado de seducción.

—Hueles bien... muy bien.

El tono de su voz, bajo y sensual, hizo que el control de Frederick flaqueara por un momento. Era casi imposible resistirse, pero se obligó a hacerlo. Luchó contra sus propios instintos y se concentró en lo que realmente importaba: ayudar a Keiran.

Sin decir una palabra más, lo levantó en sus brazos con cuidado y lo llevó al ascensor. Keiran se acurrucó contra él, respirando su aroma, mientras pequeñas oleadas de gemidos escapaban de sus labios. Cada segundo que pasaba era una prueba para Frederick, que sentía su autocontrol desmoronarse.

Finalmente, llegaron a su departamento. Frederick llevó a Keiran a la habitación y lo depositó en la cama con delicadeza. Cubrió su cuerpo tembloroso con una manta y se apartó unos pasos, respirando profundamente para intentar calmarse.

El aroma del omega seguía llenando la habitación, envolviéndolo, tentándolo. Frederick apretó los puños y salió rápidamente de la habitación antes de perder la poca compostura que le quedaba. Sabía que el deseo lo estaba consumiendo, pero se negaba a aprovecharse de Keiran en ese estado.

Apoyándose contra la pared del pasillo, dejó escapar un suspiro cargado de frustración. Su mente repetía una y otra vez una única promesa: «Voy a protegerlo. Incluso de mí mismo.»

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Juliana Fernandez
me encanta esta historia ❤️😍por favor actuliza escritora 🥹🥹voy a estar esperando me engancho tu historia te felicito 😘
Topy71 🇦🇷
Ni entiendo porque no lo vomito, total en la habitación estaban solo el y su padre
Kelly Castro
muy bueno
Daaaq
Me encanta como está avanzando la Historia 🫶🏻
Gladys Zapata
Me gusta mucho la trama
Patricia Margarita Charris Martinez
Excelente
Diosa David Torres
Bueno creo que nuestro bello Alfa y Omega serán un 100%☺️☺️
Diosa David Torres
Según ellos 🤣🤣🤣🤣y ya están bien enamorados 🥰❤️🤣🤣🤣🤣
Diosa David Torres
🤣🤣🤣🤣🤣me encanta cuando están juntos 🤣🤣❤️🥰
Diosa David Torres
Vaya muy detallista nuestro Alfa nada que hacer muere por su Omega 😁😁😁😁
Andrea Osorio
Excelente
Gladys Zapata
jajajajajaja pobre idiota
Erika Garcia
ese alfa está como me lo recetó el doctor/Chuckle/
Topy71 🇦🇷
Ayyyy noooo, almenos termino de leer el libro? 😱
Topy71 🇦🇷
Maldita psicópata 😡
Gladys Zapata
eso vamos Keiran tu puedes
Gladys Zapata
bellos
Nidia Mojica
Esto se pondrá buenisimo y mas cuando sepan con quién se va a casar.
Nidia Mojica
Me agrada Austin.
Nidia Mojica
Encuentra un aliado dentro de casa, esa Margaret y la Shelby sorpresota se llevaron.
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