Entre Dos Mundos: El Encanto De La Mitad Y Mitad

Basil llevó a Liz a través del bosque hasta llegar a una colina cubierta de musgo y árboles altos. Entre la vegetación, había una entrada oculta: una pequeña cueva, apenas visible a simple vista. Basil corrió un poco las ramas para dejar paso, entonces Liz entró con pasos lentos llena de curiosidad.

Dentro de la cueva qué parecía oscura al principio conforme avanzaban se veía la luz más al fondo, el resplandor que emanaba era mágico. Cristales de colores emergían de las paredes frías y rocosas, iluminando el espacio con destellos que parecían bailar en el aire. Liz quedó maravillada por el espectáculo.

"¡Wow, Basil! Nunca había visto algo así", dijo Liz, girando lentamente para admirar las luces. "¿De dónde vienen todos estos cristales?"

"Es un secreto muy bien guardado", respondió Basil con una sonrisa. "Pero te lo mostraré porque sé que lo apreciarás. Además, quiero presentarte a alguien."

Con forme caminaban el frío se sentía más fuerte, algo que Basil noto en Liz, así que procedió a colocarle su chaqueta blanca con detalles dorados en los hombros, quedándose únicamente con su camisa color verde.

"Muchas gracias Basil, pero que hay de ti, ¿no tienes frio? - Dijo Liz un poco ruborizada por el gesto de Basil.

"No te preocupes, estaré bien, además mientras más cerca estemos del fondo, el frío aumentará." Dijo Basil mientras terminaba con una sonrisa.

La cueva era extensa, por debajo del sendero en el que caminaban, pasaba un río enorme ubicado a unos 20 metros de distancia, así que debían tener cuidado de no resbalar por la humedad del suelo.

El camino era largó, pero valía totalmente la pena, el paisaje de aquellos cristales qué no permitían qué invadiera por completó la oscuridad.

"¿Cómo es posible que exista un lugar así y lo supiera hasta ahora?" - Dijo Liz fascinada, soltando un pequeño suspiro al final.

"Nunca es demasiado tarde para conocer nuevos lugares, jajaja" Dijo Basil mientras soltaba una dulce carcajada.

En el fondo de la cueva en las orillas había varias casas pequeñas de unos 40 cm de alto, parecía que todo estaba inhabitado de tan silencioso que estaba el lugar, sin embargo al final se encontraba una figura pequeña y encorvada qué trabajaba en un pequeño banco de trabajo. Era un anciano gnomo de unos 26 cm de alto con una larga barba blanca y gafas redondas que le colgaban sobre la nariz. Estaba tallando un trozo de madera con delicadeza.

"Basil, ¿a quién has traído contigo?", preguntó el gnomo, sin levantar la vista de su trabajo.

"Esta es Liz Asiria, mi nueva amiga. Quería que conociera este lugar", respondió Basil, acercándose al gnomo. "Liz, te presento a Elderglim Lepidodendron, el guardián de la cueva, lider de su tribu y cuidador de los cristales de mana."

El gnomo miró a Liz de arriba a abajo y luego sonrió. "Bienvenida, señorita Liz Asiria. Es raro tener visitantes por aquí, pero Basil siempre es bienvenido aqui, aunque es la primera vez que trae a un acompañante. ¿Qué te trae a mi cueva?"

Liz inclinó la cabeza en señal de respeto. "Es un lugar hermoso, Señor Elderglim Lepidodendron. Estoy impresionada por la magia y la belleza de estos cristales. ¿Es esto todo parte de la naturaleza, o hay algo más?"

Elderglim asintió, acariciando su barba. "Es una combinación, diría yo. La naturaleza proporciona la base, pero estos cristales tienen algo especial. Algunos dicen que contienen la esencia misma de la magia del bosque. Por eso cuido de ellos, desde hace muchos años, para asegurarme de que no se pierda su energía o que alguien quiera usarlos con un fin maligno."

Liz se acercó a uno de los cristales, fascinada por su brillo. "Es increíble, no sabia que la naturaleza podia brindarnos algo tan maravilloso ¿Podría tocarlo Señor Elderglim?"

Elderglim levantó una mano con calma. "Con cuidado, jovencita. Algunos de estos cristales son sensibles al tacto. No quiero que te lastimes ni que dañes la magia del lugar."

Liz asintió, siendo cuidadosa, y tocó el cristal suavemente. Una cálida sensación recorrió su mano y le hizo sonreír. "Es fascinante", susurró.

Basil observó la interacción con una sonrisa. "Sabía que te gustaría este lugar. Hay algo especial en esta cueva, algo que nos recuerda lo importante que es mantener la magia viva y respetar la naturaleza."

Elderglim asintió. "Y es por eso que todos nosotros cuidamos este lugar. Pero dime, Liz, ¿Cuál es tu conexión con la magia? Todos tenemos una, pero cada una es diferente."

Liz sonrió y miró a Basil, luego respondió: "Soy mitad sirena y mitad bruja. La magia siempre ha sido parte de mí, pero cada día descubro algo nuevo. Este lugar me inspira a seguir explorando toso aquello que alguna vez fueron solo cuentos para dormir."

Elderglim la miró con interés, acariciando su larga barba blanca. "Eres un ser especial, Liz. Aprecia tu mezcla única de magia. Hay un motivo por el que eres así. Y siempre que quieras, puedes volver a esta cueva. Aquí encontrarás paz y comprensión."

Liz sonrió con gratitud. Sabía que había encontrado un lugar especial, uno que siempre recordaría y visitaría con frecuencia, al igual que amigos con los que compartir la magia de la naturaleza.

"Me siento muy agradecida contigo Basil, en verdad has hecho qué mi mundo se llene de esperanza." Dijo Liz mientras miraba a Basil con una sonrisa y una pequeña lágrima de alegría que rodaba de su ojo derecho a su mejilla.

Con cada lugar que visitaron, Liz se sentía más fascinada por el mundo mágico que Basil le habia mostrado. Se maravillaba ante la diversidad de criaturas que había conocido apesar de que solo habían sido hadas y gnomos hasta el momento, pero la belleza de los paisajes que habían permanecido ocultos a sus ojos durante tanto tiempo, no tenían precio.

Al caer la tarde, mientras regresaban al parque, el cielo se tiñó de tonos dorados y rosados, todo un espectáculo para los ojos. Liz caminaba al lado de Basil, su sonrisa iluminando el camino tanto como el sol poniente. Al llegar a una zona donde los árboles se entrelazaban sobre sus cabezas, creando un dosel verde, Liz se detuvo para mirar a Basil. Sus ojos brillaban con gratitud y afecto.

Sin decir palabra, Liz se acercó y lo abrazó con fuerza, envolviéndolo en un cálido y sincero abrazo. La calidez de su gesto fue tan inesperada que Basil se quedó sin palabras, pero devolvió el abrazo con una sonrisa tímida. Liz entonces lo miró directo a los ojos sintiendo un pequeño flechazo en el corazón y, con un gesto suave, le dio un beso tierno en la mejilla.

Basil sintió un calor subir a su rostro, y su sorpresa se reflejó en el leve rubor que le cubrió las mejillas. No esperaba tanta cercanía, pero el cariño de Liz era tan genuino y espontáneo que no pudo evitar sentir una oleada de felicidad, que aceleraba su corazón como si este fuera a salirse del pecho.

El momento fue breve pero lleno de significado. Ambos compartieron una sonrisa, y el mundo a su alrededor pareció detenerse por un instante. Los murmullos del viento entre las hojas y el canto distante de los pájaros crearon una atmósfera mágica, como si el parque mismo celebrara ese pequeño pero hermoso gesto de amistad.

Poco después se separaron y Liz le devolvió la chaqueta a Basil. Este se rehusó a aceptarla pues quería que ella la conservará. Sin embargo Liz se mego a quedarse la y en cambio intercambiaron números de teléfono.

"Bien, ahora tienes mi número y puedes hablarme cada vez que lo necesites señorita Liz." Dijo Basil con la esperanza de volverla a ver.

"Por supuesto, es grato saber que ahora tengo alguien con quien compartir estos secretos mágicos, lejos de mi familia." Dijo Liz muy feliz.

"¿Quieres qué te acompañe a casa ?"- dijo Basil algo esperanzado.

"No es necesario, pero prometo avisarte cuando llegue si te preocupa mi seguridad." Dijo Liz en tono juguetón.

"Claro que me preocupa tu seguridad, amada mía, aunque aún no soy correspondido por ti, significas más de lo que imaginas para mí." Dijo Basil reafirmando sus sentimientos.

"De acuerdo, yo prometo avisarte." Dijo Liz algo avergonzada.

"Bien, pues entonces aquí nos separamos, yo debo ir a mi casa, no queda lejos de aquí, algún día te la mostraré si me lo permites." Dijo Basil en tono serio. "Qué tengas una buena noche." Menciono con algo de tristeza en su mirada.

"Igualmente, ten una buena noche, nos veremos pronto." Dijo Liz terminando con una sonrisa.

Liz había descubierto un nuevo mundo gracias a él, un mundo lleno de magia y maravillas por explorar. Y en ese momento, supo que este encuentro con Basil era solo el principio de una gran aventura que estaban destinados a vivir juntos.