Lorena siempre ha amado a su esposo, ha sido su único amor desde la época de la escuela; sin embargo, ha descubierto algo terrible.
¿Podrá Lorena soportar todo y volver a empezar?
Gabriel lleva cargando por años una culpa que no logra superar; se muestra frío y distante para que no descubran su debilidad; mientras está inmerso en una carrera política que lo podría llevar a la presidencia.
¿Podrá algún día volver a amar?
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12. Tener una mamá
Ha empezado a llover, las gotas salpican en las ventanas de la residencia y aunque los truenos han pasado las niñas siguen abrazadas con quienes han tratado de darle calma a su miedo; cualquier espectador externo diría que los cuatro componen sin lugar una familia amorosa.
- "Ya pasó todo, mi amor. Puedes soltar a la señorita Lorena", dijo Gabriel, con cariño a su pequeña.
Aunque Alexandra se separó de Lorena, no soltó su mano, su "hada" emanaba tanta paz, que se negaba a separarse completamente de ella; era como si todo estuviera bien si se mantiene a su lado.
- "No se puede quedar un momento más, por favor papi, ella huele rico y parece un hada, ella es muy bonita, podemos jugar un momento a que es nuestra mamá", manifestó Alexandra con mirada suplicante, sorprendiendo a los adultos con su requerimiento.
Lorena no pudo evitar sonrojar ante el pedido inocente de la niña, ella era la secretaria de su padre, no una novia con planes a futuro. Gabriel se puso algo nervioso, no sabía cómo reaccionar a la súplica de su pequeña con una mirada vidriosa.
- "¿Podemos hacer galletas?", preguntó Samantha rompiendo el silencio incómodo que se había provocado.
- "Niñas, la señorita Lorena, debe ir a casa", respondió de inmediato Gabriel; no quería incomodar más a esa mujer, que en su dia libre y ya cerca de la noche había ido a dejarle unos documentos.
- "Pero está lloviendo afuera, por favor, hacemos galletas, nosotras ayudamos", agregó Alexandra, tratando de convencer a su padre.
- "Si en verdad van a ayudar, y su papá da el permiso, podemos hacer algunas galletas con chispas de chocolate", dijo Lorena con una sonrisa.
- "Papá por favor di que sí", dijo Samantha haciendo un puchero, luego Alexandra se unió a la graciosa súplica.
- "Está bien, pero nada de portarse mal con la señorita Lorena", manifestó Gabriel.
- "Lo prometo", dijeron ambas niñas; para luego tomar a Lorena de la mano y llevarla a la cocina, los rostros de las pequeñas se habían iluminado; y un aura de hogar amoroso había llenado la residencia.
Lorena y las pequeñas en la cocina, empezaron a sacar los ingredientes amenamente y con gran entusiasmo, ni Gabriel pudo escapar en hacer alguna labor, las risas de los cuatro era contagiante para los empleados de la residencia, ver a su jefe con harina en el traje era algo innovador, pero a la vez los alegraba, Gabriel Larrea es un gran hombre, pero siempre parecía rodeado de un aura de melancolía; además que las niñas que solían estar saltando por todo lado rompiendo algo, hayan seguido las instrucciones y estén comiendo las galletas con mucha tranquilidad era algo increíble para todos, si no lo estuvieran viendo con sus propios ojos, no lo podrían creer.
Las pequeñas, Samantha y Alexandra vivieron su sueño esa noche, porque después de comer las galletas jugaron con Lorena, terminando el día con un baño y un cuento leído por su "hada", ambas se han dormido convencidas de que así debe sentirse tener una mamá en sus vidas.
Lorena tiene su blusa en una bolsa, Gabriel le ha prestado una chaqueta suya, que le queda grande, en el afán de preparar las galletas con la algarabía de las niñas, su blusa se manchó de chocolate.
- "Muchas gracias, por todo, mis pequeñas estuvieron muy felices. Ha hecho más de su trabajo y estoy muy agradecido por ello", dijo Gabriel.
- "Son unos pequeños ángeles traviesos. La que se divirtió fui yo, solía preparar galletas con mi tía, había olvidado como se siente ser niña, quería bailar con la harina y sentir esa masa en mis manos, ese momento con la pequeñas ha sido sanador", comentó Lorena, con una sonrisa, como si el hombre frente a ella fuera un amigo de toda la vida.
Gabriel se dio cuenta de algo, su brillante expresión no le era indiferente, sacudió su cabeza, la mujer frente a él era su secretaria, y no debería cruzar la línea.
- "Ya es muy tarde, la acompañó a casa", dijo Gabriel tratando de no dar a notar su interés.
- "Llamaré un taxi, no se preocupe", manifestó Lorena.
- "Ya es tarde, no vienen a este lugar tan tarde; por favor déjeme llevarla, además estaré más tranquilo; además las niñas duermen y no voy a tardar", insistió Gabriel.
- "Está bien", dijo Lorena.
Ambos salieron, como había llovido y los escalones estaban resbalosos, el zapato de Lorena se deslizó y estuvo a punto de caer, pero Gabriel se apresuró en sujetarla de la cintura.
Ambos se quedaron mirando, ella tenía la mano en el hombro de él, mientras que él tenía una mano en la cintura y la otra en la espalda de ella; sus bocas estaban a centímetros de distancia y sus respiraciones se sincronizaron de manera agitada. Él no había estado con una mujer en mucho tiempo, ella había olvidado lo que era sentir esa corriente de electricidad recorrer todo el cuerpo.
Como si el tiempo se hubiese detenido, se quedaron así mirándose, pegados el uno al otro; tal vez si se hubiesen dejado llevar, hubiesen fundido sus labios en un beso intenso; pero el parpadeó de la luz del pórtico los regresó a la realidad.
Ambos se separan, él saca las llaves de su bolsillo y ella solo lo sigue, se sube nerviosa, ella también reconoce dentro de sí que ese hombre no le es indiferente; pero quizás sea el próximo presidente del país, y se dice que no hay espacio para ella en esa ecuación.
El vehículo sale de la residencia rumbo a la casa de los tíos de Lorena, sin que se percaten que entre las sombras han grabado cada uno de sus movimientos, pero pronto se enterarían de ello.