Lucía, luego de morir despierta en la última novela que leyó, pero lo más extraño de todo eso fue que despertó en el personaje que más odiaba...
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Capítulo 4
Narrador omnisciente
— ¿Qué está sucediendo aquí?...
Dayana levantó su cabeza y mirando directamente hacia la señorita Vermont para que diera una explicación, sonrió, al ver que ninguna de las señoritas que antes estaban intimidando a Sarah decía nada, Dayana volvió a hablar.
— Alteza, verá, las Señoritas aquí presentes estaban insinuando que usted es un hombre de voluntad voluble... o eso fue lo que quisieron darle a entender a su prometida, ¿No es así señorita Milton?– Dayana miró a Sarah y está algo apenada miró a su prometido, pero no contestó. Por otro lado, la señora Vermont al escuchar las palabras de Dayana rápidamente quiso defenderse y dijo.
— Alteza, eso que ella dice no sé cierto. Nosotras solo estábamos comentando algo que oímos de nuestros padres...
Esteban frunció su rostro, puesto que no le gustaba nada estar en esta situación, pero en cuanto quiso dar por terminado el asunto para poder salir de allí e ir a descansar, Dayana se tapó delicadamente sus labios y comento con cizaña.
– ¿Dice que el duque Vermont habla mal de su Alteza a sus espaldas? Decir que su Alteza es un hombre que no sabe tomar decisiones y que cualquier conversación que se habla en la privacidad del palacio el duque la divulga fuera de sus muros, ¿no es ese un asunto del cual tenga que ser informado su majestad? Tal vez este sea un asunto menor, pero... que pasaría si se le confiesa algo más importante...
La señorita Vermont estaba roja de la ira, no sabía como esa niñita había llegado a esa conclusión y en que momento había metido a su padre en todo ese asunto, pero en cuanto quiso acercarse a Dayana para obligarla a que se callara, el príncipe heredero se para frente a ella y a su prometida y dijo firmemente.
— Señorita Vermont, ¿Qué cree que hace?— La chica miró nuevamente a su Alteza y este agregó — Hablaré con su padre en la próxima junta de consejo para contarle de su actitud. Le voy a pedir que no se meta, ni comente más sobre mis asuntos y en cuanto a su padre ya hablaremos con él sobre su comportamiento.
— Pero Alteza eso es... todo lo que ella dijo es mentira...
— ¿Acaso no fue usted quien dijo recién que todo lo que insinúa y comenta se lo ha dicho su padre? Muy bien, veremos que es lo que tanto tiene que decirme el duque Vermont, tal vez no le he dado una cita para que pueda decirme todo lo que piensa de mí en mi cara.
El príncipe estaba verdaderamente molesto, no podía creer que la gente estuviera burlándose de él en su cara y a sus espaldas. Si bien no estaba de acuerdo con ese matrimonio arreglado, la señorita que estaba defendiendo a su prometida tenía razón, eso era un insulto a la realeza y si sus padres se llegaban a enterar de que él no había hecho nada en una situación así, lo más probable era que lo reprendieran y tampoco quería darles más de lo que puedan burlarse a esas señoritas.
Dayana por su parte miró a Sarah y al ver la mirada de asombro que está tenía, sonrió. Tal vez esa era la primera vez que el príncipe la defendía y tal vez por eso veía esa mirada de asombro y admiración hacia su prometido. Sin más Dayana busco con la mirada a su hermana Emilia y en cuanto la vio dijo.
— Bueno, me disculpo, pero creo que ya es momento de marchar, mi hermanita está cansada y ahora que la señorita Milton está acompañada creo que ya me puedo retirar.
Dayana se inclinó, pero pronto sintió como unas manos suaves tomaban las suyas.
— Gracias señorita... ¿?
— Oh... mi nombre es Dayana Lauren. Es un gusto conocerla princesa...
— El gusto es mío, señorita Lauren, ¿le gustaría acompañarnos a tomar el té?, quiero agradecerle el gesto.
Dayana sonrió y al ver el rostro de las demás señoritas contestó.
— Por supuesto que acepto, pero, creo que será en otro momento, hoy estoy de visita con mi familia y ya teníamos planes...— Lucía sabía que eso se podía ver como una ofensa así que rápidamente dijo.— Pero... ¿Qué le parece mañana? Estaremos unos días en la capital y la verdad es que no conozco mucho.
Sarah rápidamente asintió, puesto que ella no era de tener amigos. Al ser la hija de uno de los duques más poderosos del imperio, muy pocas señoritas se acercaban a ella y la que lo hacían eran por interés, es así que cuando descubría sus verdaderas intenciones se terminaba alejando, pero al ver que Dayana se había enfrentado a las señoritas sin importar quien ellas fueran, y solo para defenderla, le agrado de inmediato.
Cuando Dayana dijo que no podía se entristeció un poco, pero en cuanto le pidió reunirse el día siguiente, eso le provocó mucha felicidad, puesto que en verdad tenía muchas ganas de conocerla.
— Muy bien, puede venir con su familia si así lo desea. La estaré esperando en el ducado Milton.
— Muchas gracias señorita Sarah, le diré a mi padre y ahí estaremos.
Sin más Dayana se inclinó y saludo a ambos príncipes con cortesía, luego miró a las señoritas que aún no levantaban sus rostros y con una sonrisa se marchó de allí junto con su pequeña hermana. Al estar ambas afuera de la tienda, Emilia dijo.
— Hermana aún nos falta tu vestido...
Dayana frenó de golpe y luego contestó.
— Lo vendremos a buscar mañana, aún no hemos terminado con nuestros asuntos aquí, así que es posible que debamos instalarnos un tiempo en la capital.
Emilia sonrió emocionada y chilló.
— Sí...
Dayana solo pudo sonreír, puesto que la niña cada vez se ganaba más su cariño. Sin pensar más en ello se dirigieron hacia el restaurante donde su padre las esperaba, él en un momento se había cansado de recorrer tantas tiendas y dejándolas que ellas hagan sus comprar les indicó que las esperaría en el restaurante de enfrente hasta que terminarán...