Sinopsis: "Mi Maestro No Solo Es Mi Maestro" es una apasionada historia de amor entre Mateo, un joven estudiante de 22 años, y su atractivo y misterioso maestro de naturopatía, el Dr. Sebastián Castillo, de 42 años. Mateo se matricula en el curso de naturopatía del Dr. Castillo, esperando simplemente obtener los créditos necesarios para graduarse. Sin embargo, pronto se encuentra cautivado por la sofisticación y el carisma de su maestro. A medida que pasan más tiempo juntos, una poderosa atracción surge entre ellos, desafiando las normas sociales y profesionales. Mientras luchan por mantener su relación en secreto, Mateo y Sebastián se enfrentan a numerosos obstáculos, desde la desaprobación de familiares y amigos hasta las consecuencias de revelar su romance prohibido. A pesar de ello, su conexión parece más fuerte que cualquier barrera.
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Capitulo 8
Después de la intensa conversación con Emma, Sebastián Castillo se encontraba sumido en un torbellino de emociones. Por un lado, sabía que debía mantener una distancia profesional con Mateo, pero por el otro, le resultaba cada vez más difícil ignorar la conexión que parecía unirlos.
Durante las siguientes semanas, Sebastián se esforzó por ser aún más cuidadoso en sus interacciones con el joven estudiante. Evitaba prolongar las conversaciones, mantenía una postura más formal y se aseguraba de mantener las distancias físicas.
Por su parte, Mateo también parecía estar haciendo un esfuerzo por controlar sus propios sentimientos. Durante las clases, se concentraba en tomar apuntes y participar activamente, sin desviar la mirada hacia Sebastián más de lo necesario.
Ambos hombres bailaban un delicado vals, conscientes de la atracción que los unía, pero decididos a mantener las cosas en un ámbito estrictamente profesional.
Una tarde, mientras Mateo se dirigía a su próxima clase, se encontró con un estudiante de primer año que parecía perdido en el pasillo. Se acercó con una sonrisa y le ofreció su ayuda.
"¿Puedo ayudarte en algo? Pareces un poco desorientado", dijo Mateo con amabilidad.
El joven lo miró con una tímida sonrisa. "Ah, sí, si no es mucha molestia. Estoy buscando el aula de Psicología Aplicada, pero me he perdido un poco".
Mateo asintió con comprensión. "No te preocupes, yo voy hacia allá. Te acompaño si quieres".
El estudiante lo miró con alivio. "Muchas gracias, ¡eres muy amable!"
Mientras caminaban juntos, Mateo no pudo evitar notar algunos detalles en el comportamiento del joven. La forma en que desviaba la mirada, la manera en que sus manos temblaban ligeramente, todo ello le hizo pensar que tal vez este estudiante también formaba parte de la comunidad LGBTQ+.
Una vez que llegaron al aula, el joven se volvió hacia Mateo con una sonrisa tímida. "Gracias de nuevo por tu ayuda. Me llamo Ander, por cierto".
Mateo le devolvió la sonrisa. "Un placer, Ander. Yo soy Mateo. Si necesitas algo más, no dudes en pedírmelo".
Ander asintió, y Mateo pudo ver un destello de reconocimiento en sus ojos. "Gracias, Mateo. Eres muy amable".
Antes de separarse, Mateo se acercó un poco más a Ander y le susurró: "Si alguna vez quieres hablar, estaré encantado de escucharte. Sé lo difícil que puede ser este camino, pero no estás solo".
Ander lo miró con sorpresa, y Mateo pudo ver cómo una chispa de esperanza se encendía en su mirada. "Gracias, Mateo. Significa mucho para mí".
Ambos se despidieron, y Mateo se dirigió a su propia clase, sintiéndose un poco más ligero. Saber que podía ofrecer un apoyo a alguien que tal vez estaba pasando por una situación similar a la suya le daba una sensación de propósito.
Durante la clase, Mateo se esforzó por mantener la atención en el profesor, pero no podía evitar que su mente volviera una y otra vez a la imagen de Ander. Sentía una especie de afinidad con él, y esperaba poder ser un apoyo en su proceso de autodescubrimiento.
Cuando finalmente la clase terminó, Mateo se dirigió a su dormitorio, donde se encontró con Emma, que lo esperaba con una sonrisa.
"¡Hola, Mateo! ¿Cómo estuvo tu día?" preguntó Emma, notando la expresión pensativa de su amigo.
Mateo le devolvió la sonrisa. "Bien, bien. Tuve un encuentro interesante en el pasillo. ¿Recuerdas que te hablé de Ander, el estudiante de primer año que se veía un poco perdido?"
Emma asintió, con una mirada curiosa. "Sí, ¿qué pasó con él?"
Mateo se sentó en su cama, invitando a Emma a hacer lo mismo. "Bueno, hoy me lo encontré de nuevo y lo acompañé hasta su clase de Psicología Aplicada. Y no sé, Emma, creo que tal vez él también podría formar parte de la comunidad LGBTQ+".
Emma lo miró con interés. "¿Qué te hizo pensar eso?"
Mateo se encogió de hombros. "No sé, fue una especie de corazonada. La forma en que se comportaba, la manera en que evitaba mirarme a los ojos... Me recordó un poco a cómo me sentía yo cuando recién comenzaba a aceptar mi propia identidad".
Emma asintió con comprensión. "Entiendo. ¿Y le dijiste algo al respecto?"
Mateo sonrió tímidamente. "Bueno, le dije que si alguna vez quería hablar, estaría encantado de escucharlo. Sé lo difícil que puede ser este camino, y quería que supiera que no está solo".
Emma le devolvió la sonrisa, apretando suavemente su brazo. "Eso fue muy amable de tu parte, Mateo. Estoy segura de que tu apoyo significará mucho para Ander".
Mateo asintió, sintiéndose un poco más ligero. "Eso espero, Emma. Sé lo importante que es tener a alguien que te entienda y te acompañe en este proceso".
Emma lo miró con orgullo. "Me alegra ver que, a pesar de tus propios desafíos, sigas siendo tan generoso y comprensivo con los demás".
Mateo se sonrojó ligeramente. "Bueno, tú sabes que siempre puedes contar conmigo también, Emma. Somos un equipo".
Los dos amigos se abrazaron, sintiendo cómo su vínculo se fortalecía cada vez más. Mateo sabía que, aunque su lucha por mantener el control de sus sentimientos hacia el profesor Castillo seguía siendo un desafío constante, aún tenía a Emma a su lado, y ahora también a Ander, con quien podría compartir este camino de autodescubrimiento y aceptación.
En los días siguientes, Mateo se mantuvo atento a cualquier señal de Ander en el campus. En un par de ocasiones, lo vio pasar y le dedicó una sonrisa de aliento, esperando que el joven supiera que no estaba solo.
Una tarde, cuando Mateo se dirigía a su próxima clase de Naturopatía, se encontró de nuevo con Ander, que parecía un poco nervioso.
"¡Hola, Mateo!" saludó Ander, con una sonrisa tímida.
Mateo le devolvió el saludo con calidez. "Hola, Ander. ¿Cómo va todo?"
Ander se acercó a él, con una expresión un poco más relajada. "Pues... Bien, la verdad. Quería agradecerte por lo que me dijiste el otro día. Ha sido muy importante para mí".