En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.
NovelToon tiene autorización de Camila Vegas para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 10: La Voz de las Sombras
Clara no pudo dormir esa noche. Se quedó mirando el techo de su habitación, con el eco de aquel murmullo inquietante resonando en su mente: *“Me liberaste, pero no soy quien tú crees...”*. La voz de Sofía, distorsionada y fría, la llenaba de dudas. Si la sombra seguía presente, oculta tras una nueva forma, entonces el peligro no solo no había desaparecido, sino que se había vuelto mucho más sutil, acechando entre las sombras de la vida cotidiana del pueblo.
Al amanecer, Clara se dirigió a la antigua casa de la anciana, sintiendo un nudo en el estómago. Desde su muerte, la casa había permanecido vacía, con sus ventanas cerradas y la puerta asegurada. El aire estaba cargado con el perfume de las hojas otoñales, que se arremolinaban en la entrada. Clara se detuvo frente a la puerta de madera y, tomando una profunda bocanada de aire, usó la llave que le había dado el alcalde para entrar.
El interior de la casa era tal como la recordaba: un lugar oscuro, con el olor a polvo y a objetos olvidados. Las cortinas pesadas mantenían fuera la luz del día, y un frío inexplicable impregnaba cada rincón. Clara encendió una lámpara de aceite que encontró en una mesa, y la pequeña llama proyectó sombras que danzaban en las paredes.
Comenzó a revisar los estantes y cajones en busca de cualquier cosa que pudiera ayudarla a entender más sobre la sombra y sobre el amuleto. Entre montones de libros antiguos, encontró una caja metálica escondida en el fondo de un armario. Al abrirla, descubrió un puñado de cartas, todas escritas con la misma caligrafía que había visto en el diario del ciclo. Eran correspondencia entre la anciana y otro habitante del pueblo, alguien a quien Clara no reconocía.
Una carta, fechada hacía más de treinta años, llamó su atención:
*"Querida Elena,
He notado que las voces del bosque han comenzado a cambiar. La sombra está inquieta, como si percibiera una grieta en su prisión. Debemos reforzar el sello, asegurarnos de que el amuleto no caiga en las manos equivocadas. La oscuridad sabe que su tiempo se acerca, y buscará un nuevo recipiente si encuentra una oportunidad... o alguien lo libera sin saberlo."*
Clara sintió que el pulso le latía en los oídos mientras leía. Las cartas hablaban de un "recipiente" para la sombra, una entidad que buscaba un anfitrión para manifestarse en el mundo físico. ¿Podría ser eso lo que había ocurrido cuando rompió el amuleto? ¿Que la sombra hubiera hallado un nuevo cuerpo o mente para habitar?
De repente, el aire de la habitación se volvió más denso, y Clara sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. Se giró, sintiendo que algo la observaba desde las sombras, pero no vio nada más que la penumbra que llenaba la casa. Sin embargo, un susurro llegó a sus oídos, un murmullo casi imperceptible, pero inconfundible:
*"Clara... estamos tan cerca..."*
La voz era la misma que había escuchado en el claro, y esta vez no sonaba solo como la de Sofía. Había un tono más profundo, algo antiguo y voraz escondido en sus palabras. Clara retrocedió, apretando la lámpara con fuerza, y el miedo se transformó en determinación. Sabía que no podía huir, que tenía que enfrentarse a lo que fuera que se ocultaba en las sombras.
Con la caja de cartas bajo el brazo, salió de la casa de la anciana y se dirigió directamente al claro del bosque. El sol se escondía detrás de nubes grises, y la luz del día parecía opaca, como si el mundo entero se hubiera sumido en una penumbra inquietante. Mientras caminaba, sentía que los árboles la observaban, que las sombras entre las ramas se movían, pero esta vez decidió no mirar hacia atrás.
Cuando llegó al claro, colocó la caja frente a ella y extendió las cartas sobre la hierba, formando un círculo alrededor de los fragmentos del amuleto. Clara sabía que la sombra había utilizado el vínculo entre ella y Sofía para manifestarse, y ahora debía usar ese mismo vínculo para revelar la verdad. Cerró los ojos y dejó que su mente se sumergiera en los recuerdos de su hermana, en su risa, en la promesa rota que habían compartido.
El viento se levantó de repente, agitando las hojas a su alrededor. Clara sintió un tirón en su pecho, como si algo la jalara desde dentro, y la temperatura cayó de golpe. Abrió los ojos, y ante ella apareció la misma figura etérea que había visto antes, pero ahora su rostro estaba cambiando, transformándose. Los rasgos de Sofía se desvanecían, dando paso a una figura más alta, con un rostro indistinguible, pero con ojos que brillaban como carbones encendidos.
—Tú... no eres Sofía —dijo Clara, su voz apenas un susurro. La figura inclinó la cabeza, como si sonriera burlonamente.
—Ella fue el lazo, el ancla que necesitaba para regresar. Ahora, gracias a ti, estoy libre de mi prisión, lista para ocupar mi lugar en este mundo.
La voz de la figura era un murmullo áspero, que resonaba desde todos los rincones del claro. Clara sintió el peso de la verdad, la confirmación de sus peores temores. La sombra había utilizado su amor por Sofía, su desesperación por salvarla, para liberarse. Pero aún había algo que no encajaba.
—¿Por qué apareces ahora? —Clara exigió, enfrentándose a la figura con una valentía que no sabía que poseía—. ¿Por qué te revelas después de todo este tiempo?
La figura se acercó un paso, y Clara sintió que la oscuridad a su alrededor se hacía más pesada, casi tangible.
—Porque todavía necesitas entender algo, Clara. Tú eres la llave. No basta con que yo esté libre... necesito que tú me aceptes. Solo así podré manifestar mi verdadero poder. Eres la única que puede abrir completamente la puerta entre este mundo y el mío.
Clara se quedó helada ante las palabras de la sombra. Todo lo que había hecho para liberar a Sofía la había convertido en el objetivo final de la oscuridad, en el recipiente que buscaba desde hacía tanto tiempo. Si caía en su trampa, si cedía al miedo y al dolor, la sombra se apoderaría de ella y, a través de ella, de todo San Everardo.
Pero Clara no estaba dispuesta a rendirse. Recordó las historias que la anciana le había contado, las advertencias del diario, y supo que aún tenía una oportunidad de luchar. Con la lámpara aún encendida, se inclinó y recogió los fragmentos del amuleto, formando un círculo protector a su alrededor.
—No te pertenezco, y nunca seré tu receptáculo —dijo, su voz temblando, pero firme—. ¡Vete de aquí! ¡Este ciclo lo rompo yo!
La figura se lanzó hacia ella con un grito que resonó como el crujido de ramas quebradas y el rugido de una tormenta. Clara sintió un golpe helado, como si el aire le hubiera sido arrancado de los pulmones. Pero los fragmentos del amuleto brillaron con una luz pálida, y la sombra se detuvo justo antes de cruzar el umbral del círculo.
La figura retrocedió, su forma desdibujándose en el aire.
—Esto no ha terminado, Clara. Todavía tienes algo que me pertenece...
Con esas palabras, la figura se disolvió en la oscuridad del bosque, dejando tras de sí un frío persistente. Clara, agotada y temblorosa, se desplomó sobre la hierba, sintiendo el peso de la amenaza que aún se cernía sobre ella. Pero también supo que había ganado tiempo. Tiempo para encontrar una forma de cerrar la puerta de una vez por todas.
Ahora, con el conocimiento de que la sombra la necesitaba para completar su liberación, Clara comprendió que su lucha apenas comenzaba. Tenía que encontrar una manera de destruir la conexión que la unía a la oscuridad antes de que esta lograra su objetivo final. Y el tiempo no estaba de su lado.