Con un gran y doloroso problema sobre sus hombros, Flavia es acorralada de nuevo, sin embargo, la gran confusión la sumergirá en un mar de sensaciones y dolor. El amor no siempre es claro, el amor es solo amor.
Como toda madre, su principal deseo es velar por el bienestar de su hijo, aun si tiene que hacer cosas que la degradarían a más no poder. Como aquel contrato que firmó, donde a cambio de salvar a su hijo, tendría que darse como pago. Volviéndose así en la amante de su benefactor.
Una vez acabado aquel acuerdo, ya no tendría nada que hacer como aquel hombre que devoró sin piedad todo su ser; sin embargo, la vida caprichosa tenía preparado otros planes.
¿Podrá su herido corazón tener espacio para volver a creer en el amor?
¿Podrá el destino apiadarse de aquella madre abnegada?
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Cap. 8 Descarado y mentiroso
La voz no solo paralizó a Miller, sino también a Flavia, quien se puso pálida.
—Vaya Miller, no sabía que te tenía en tan buena estima como para escuchar cada cosa que dices, sin embargo, que estés molestando a la anfitriona me tiene aún más perplejo, creo que la señorita Flavia te ha rechazado, deberías tener más cojones para aceptar algo tan simple y común —dijo Santiago Flabel con una mirada peligrosa, y antes de que nadie pueda decir algo, Santiago miró la mano de Miller que sujetaba a Flavia con malicia y esta se soltó de inmediato, todos sabían del mal carácter de Santiago, su padre era un hombre ameno y jovial, pero su hijo siempre fue extraño y hasta perturbador en muchos aspectos.
—Presidente Santiago, no es lo que quise decir, creo que entendió mal, es la señorita quien quiso que nos conozcamos más, pero al ver que yo no quería nada, ella se puso majadera, solo le recordaba, que yo puedo hacer que ella se arrepienta por ser una mujer tan casquivana — dijo Miller haciendo que Flavia lo mire con indignación.
—Descarado y mentiroso, qué asco —dijo Flavia alejándose de ese tipo.
Santiago puso las manos en los bolsillos y miró a Flavia atentamente, pero sus palabras tenían un destinatario claro.
—Miller, quiero que tomes tus cosas y que vuelvas al país, terminas tus pendientes, porque cuando vuelva, tendrás que dar muchas explicaciones, ahora largo —dijo el hombre, mientras se acerca a Flavia, quien lo mira un poco preocupada, por lo visto la intención es quedarse solo con ella, pero ella no piensa permitir que eso pase.
—No es necesario presidente Flabel, yo me retiro no…, —pero Santiago había perdido la paciencia.
—Miller, lárgate antes de que te rompa esa mano y usted, Señorita Flavia, no se va sin que le pidas las disculpas correspondientes —dijo el hombre y antes de que Flavia pueda reaccionar, Miller desapareció por el camino.
—Ahora estamos solos, Flavia, quiero hablar contigo de algo importante…, yo… —pero la paciencia de Flavia también se había acabado y esa situación también terminó hace mucho, según ella.
—Presidente Flabel, no necesita decir nada, no tenemos nada de qué hablar, a no ser que sean negocios, así que permiso —dijo ella volteándose para irse, su corazón está inquieto, ella tiene dos tesoros que la preocupan mucho, hasta que lo escucho hablar.
—Amanda Reich, ella apareció con mi hermano pequeño, ella… —pero Flavia reaccionó como no se lo esperaba.
—Pues me alegro, ahora déjenme en paz, no me interesa, solo haga de cuenta que no nos conocemos y listo —dijo Flavia y quiso irse, pero lo volvió a escuchar.
—¿En serio no quieres hablar de algo importante conmigo? —dijo Santiago tranquilo como si nada importara, mientras que Flavia echaba fuego por la boca.
—No, de absolutamente nada, ahora si me permite —dijo ella saliendo del lugar muy furiosa y angustiada, esperaba que él no sepa nada.
Mientras tanto, Santiago la vio irse sin mirar atrás, sabe que está muy herida y que él más que nadie es el causante, pero solo puede avanzar y hacer lo que se pueda.
Flavia corrió hacia su habitación, llamó a Aleida desesperada, estaba muy asustada, está con una sensación extraña y más después de escuchar a Santiago y su petición de hablar, pero ella está confiada en que Santiago no sabe nada de momento.
—Aleida, ¿llevaste a los niños a la casona del viñedo? —dijo la rubia mientras se muerde una uña de tanto en tanto.
—Sí, me dijiste que los traiga a este lado de la finca, pero ¿qué pasa? —Aleida estaba confundida, había notado la ansiedad de Flavia.
—Aleida, hoy te contaré todo lo que ha pasado esa época, y sobre el padre mis hijos, pero ahora necesito que los tengas lejos, ese hombre está aquí y no quiero que los vea, no se merece verlos —dijo Flavia con resentimiento, y claro que estaba resentida con él, el último mes había sido el peor, antes de eso, incluso, ella había podido ilusionarse con tener una relación con Santiago, pero de repente, las cosas entre ellos se pusieron hostiles y dolorosas, el amor se convertía en odio, la pasión en asco y todo se fue a la basura directamente.
Aleida solo dio un suspiro y la tranquilizó.
—Bien, hablemos más tarde, pero recuerda que pase lo que pase, yo te apoyo, sin embargo, no puedes solo ocultar a los niños de su padre, él tiene derechos, si los quiere cerca, nada se lo puede impedir —dijo Aleida tratando de que Flavia reflexione lo más posible, sin embargo, la hermosa rubia solo se cargaba de más odio, no lo dejaría llevarse a sus muñecos, nunca, ella no se lo permitiría.
Los días pasaron tranquilos, los negocios fueron un éxito y Aleida estaba más que feliz de haber dejado las cosas en manos de Flavia y volverla copropietaria.
Aleida siempre fue una mujer de gran estatus y una generalísima economía, sin embargo, ella era una mujer que no se sometió a los designios de su familia nunca, y se fue lejos para no tener que lidiar con la presión, su madre nunca la dejaría sola, así que le compró varios inmuebles para que ella los administre y viva cómoda, con la esperanza de que se case en algún momento, pues eso no pasó, Aleida no quería casarse y no quería tener hijos, era algo que ella había decidido, y así fue como vivía alquilando y viajando, llevaba una vida cómoda y libre, hasta que conoció a Flavia, la joven más indefensa que había visto en su vida.
Cuando sus padres decidieron viajar y descansar, le dieron a ella la hacienda, la cual era una extensa cantidad de tierra, había sembradíos de soja, la más productora de la región, viñedos, sembradíos de trigo, sésamo y al fondo de todo, un harás con caballos pura sangre ingleses, por eso Aleida quería llevarse a Flavia, era como una hermana menor, una gran amiga y había pasado por mucho sufrimiento siendo tan joven, sin embargo, Aleida sabía que necesitaría a quien dejarle su fortuna, ya que ella tenía una enfermedad silenciosa que avanzaba con los años, permanencia en tratamiento, pero tarde o temprano le ganaría.
Santiago Flabel se retiró sin novedad, mientras que Flavia suspiraba de alivio, el estrés esos días la habían agotado, pero era hora de hablar con Aleida, de contarle toda la verdad sobre lo que había pasado y la razón por la que odia a Santiago y no permitirá que se acerque a sus amados hijos.