Solo Elena Mirel puede ser la asistente de Maximiliano Kade Deveron. Uno de los hombres más poderosos a nivel internacional.
Visionario, frío. Muchos le temen. Otros lo idolatran. Pero solo ella puede entender su ritmo de trabajo.
Pero la traición del novio de Elena hace que Maximiliano descubra que Elena le interesa más de lo que él se pueda imaginar.
Acompáñame a descubrir que pasará con este par.
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Interes
Se dirigieron juntos hacia una zona más privada del salón, donde un ventanal mostraba la ciudad extendiéndose como un mar de luces, Maximiliano se apoyó lentamente. En el barandal de cristal, estudiándola.
-- ¿Quieres decirme. Qué pasó? --
Elena entre cerró los ojos, sin perder su serenidad.
-- ¿A qué se refiere, señor Deveron?. --
Maximiliano frunció el ceño. No le gustaba cuando Elena usaba su apellido en modo profesional estricto, fuera de la oficina. Era una muralla más.
-- A que te conozco. Y algo te alteró al inicio de la cena. No mucho... pero lo suficiente para que yo lo notará. --
Elena respiró profundamente.
No estaba molesta.
No estaba herida.
Solo... decepcionada. Pero La decepción era una emoción silenciosa, que ella aprendió a manejar desde joven.
-- Mi novio está aquí. -- respondió finalmente Elena, sin rodeos. -- Y está acompañado de una mujer que, no soy yo. --
Maximiliano sintió una punzada inesperada, una mezcla de ira y... algo más que no quiso analizar.
-- ¿Y no te importa? -- preguntó con más dureza de la necesaria.
Elena bajó la mirada un segundo. Como quien analiza un dato antes de responder.
-- Me importa. Lo justo. -- contestó. -- Pero no lo suficiente como, para arruinar una cena de negocios. No lo suficiente, para alterar mi vida con una situación que, francamente, solo demuestra que él no está al nivel de lo que yo merezco. --
Maximiliano contuvo la respiración. Aquella respuesta era tan de Elena: honesta, fría en la superficie, pero llena de una fuerza que él admiraba profundamente.
-- Puedes retirarte si gustas. -- Dijo Maximiliano con voz suave. -- Yo me encargo del resto. --
Elena negó con elegancia. -- No es necesario. Estoy bien. Estoy exactamente donde debo de estar. --
Y ahí, por primera vez en la noche, Maximiliano vio algo que pocas veces tenía el privilegio de observar: la grieta mínima en su fortaleza. La vulnerabilidad que ella jamás mostraba.
-- Elena... --
Pero Elena levantó la mano, deteniéndolo.
-- De verdad estoy bien, Maximiliano. Él... no es importante. No comparado con lo que estamos construyendo aquí. No comparado con lo que yo soy. --
Maximiliano sintió un respeto profundo hacia ella, mezclado con una atracción silenciosa, casi prohibida.
-- Entonces volvamos. -- Dijo finalmente. -- Te necesito conmigo. --
Elena asintió.
Regresaron a la sala junts cuando los socios de Tresson se levantaban, para discutir el cierre de acuerdo. La energía había cambiado: ahora era el momento clave, donde cada palabra podía inclinar. La balanza.
El novio de Elena, Julián. Desde la distancia, noto todo desde su regreso. La mirada que le lanzó fue confusa: mezcla de sorpresa, culpa, quizás miedo. Esperaba que ella reaccionara, que se acercara, que hiciera una escena. Pero Elena lo ignoró por completo.
Era hielo envuelto en terciopelo.
Y eso lo desconcertó más que cualquier grito.
-- Señor Deveron. -- saludó el representante de Tresson. -- ¿Listo, para continuar? --
-- Por supuesto. -- Respondió Maximiliano, mirando un instante a Elena. -- Mi equipo está preparado. --
Y así, como si nada hubiera ocurrido, la negociación siguió su curso. Elena participaba en conversaciones precisas, notas estratégicas, observaciones brillantes. Cada palabra suya era en visión a la empresa. Su postura era impecable. Su voz, firme
Maximiliano no podía evitar admirarla.
La cena avanzó entre decisiones cruciales y sonrisas diplomáticas. Al finalizar, el acuerdo quedó prácticamente cerrado. Todos estaban satisfechos. Todos excepto el hombre que había perdido a Elena sin que ella siquiera se lo dijera.
Cuando la mayoría ya se retiraba. Elena recogía algunos documentos mientras Maximiliano hablaba con los últimos socios. Julián se acercó, nervioso.
-- Elena, podemos hablar... --
Elena ni siquiera levantó la vista. -- Estoy ocupada. -- Dijo con calma. --
-- Lo que viste, no es lo que parece. --
Elena sonrió, una sonrisa tan tranquila que él sintió un escalofrío. -- No necesito explicaciones. --
-- ¿No... estás enojada?
-- No. --
-- Entonces... ¿estamos bien? --
Elena finalmente lo miró. Sus ojos tenían un brillo de firmeza helada. -- No, no lo estamos. Pero tampoco voy a discutirlo aquí. Te llamaré mañana. --
-- Podemos arreglarlo... --
-- No. -- respondió con suavidad. --No vamos a arreglar nada. --
Y con eso, volvió a sus papeles como si él fuera un extraño.
Maximiliano, que había presenciado la escena con discreción, se acercó cuando el hombre se retiró cabizbajo.
-- ¿Segura que estás bien? --
Elena respiro hondo. -- Maximiliano, estoy mejor que nunca. A veces es necesario ver la verdad, para tomar decisiones. --
-- Sí necesitas algo... --
Elena. Lo miró con una serenidad que, sin saberlo, lo desarmó.
-- Lo único que necesito es seguir adelante. Y concentrarme en lo que realmente importa. --
Maximiliano asintió lentamente.
Y por primera vez, entendió que Elena mirel no era solo su mano derecha. Era una mujer capaz de sostener su mundo sin que nada, ni nadie la quebrara.
Maximiliano había notado todo. La forma en que ella vio a su novio con otra mujer.
La manera calculada en que decidió ignorarlo.
La fortaleza, y al mismo tiempo La soledad. Que se adivinaba bajo su fachada de control perfecto.
Cuándo Maximiliano terminó de despedirse de los últimos invitados, camino hacia ella.
-- Deja que te ayude con eso. -- Dijo tomando dos carpetas antes de que ella pudiera protestar.
Elena levantó una ceja con una ligera sonrisa.
-- Puedo manejarlo, Maximiliano. --
-- Lo sé. -- Le respondió, una seriedad inesperada. -- Pero esta noche... no tienes por qué hacerlo sola. --
Elena. Lo miró por un segundo, evaluando esas palabras. Era extraño. Maximiliano Deveron nunca decía cosas sin un propósito. Nunca se permitía sonar tan... humano.
Al final, asintió.
-- Gracias. --
Caminaron juntos hacia la salida principal. La brisa nocturna los envolvió apenas cruzaron las puertas del hotel. Era una noche fresca, tranquila, con un aire que parecía limpiar los restos del ruido y la tensión acumulada.
Una fila de automóviles esperaba a los socios, el chofer de Maximiliano ya había acercado su automóvil negro, elegante, impecable como su dueño.
Elena se detuvo en la cera.
-- Pediré un taxi. -- Comentó mientras abría su bolso para sacar su móvil. Maximiliano negó de inmediato.
-- No. Yo te llevaré. --
-- Maximiliano, no es necesario. --
-- No lo hago por obligación. -- Dijo sin apartar la mirada de ella. -- Lo hago porque quiero hacerlo. --
Elena sintió un leve estremecimiento, uno que no tenía nada que ver con el frío. Maximiliano rara vez decía "quiero" "Él decía debo" , "haremos" , "es conveniente" .
Pero querer... eso era distinto.
-- Está bien. -- Respondió Elena, finalmente dejando su móvil a un lado.
-- Puedes irte por hoy. Yo manejo. --
Elena. Lo miró sorprendida.
-- ¿Tú? --
-- Sé manejar, Elena. -- respondió Maximiliano con una ligera sonrisa, la clase de sonrisa que no mostraba a nadie más. -- Aunque no lo parezca. --
-- Eso sí me sorprende. --
-- Hay muchas cosas que de mí Te sorprenderían. -- Dijo mientras rodeaba el auto para tomar el volante.
no está enamorada ni tampoco necesita esa acuerdo matrimonial 🤔🤨
1ro....2do.....3ro....tú, entonces que se enrede en las patas de los caballos