Mi Mafioso Posesivo

Fuego Lento

Durante días, Demitre evitó a Alexei.

No respondió a los mensajes. Se saltó los compromisos en los que tendrían que compartir la misma sala.

Intentaba mantener la mente ocupada con estrategias, reuniones, Leonid…

Pero lo que más le incomodaba era el silencio del otro lado.

Alexei no insistía.

No lo buscaba.

No le reclamaba nada.

Eso lo corroía por dentro.

Era como si el juego hubiera cambiado, y ahora fuera Demitre quien estuviera implorando una reacción.

Todo se derrumbó un viernes por la noche.

Demitre fue llamado a una fiesta privada organizada por Ivan Mikhailov. Un evento formal, diplomático, repleto de familias aliadas, políticos y representantes de la mafia europea.

Fue obligado a ir, y esperaba mantener la distancia de Alexei.

Pero tan pronto como llegó, lo vio.

Alexei, impecable en un traje negro, rodeado de dos inversores italianos y… una mujer.

Alta. Deslumbrante.

Cabello rojo, sonrisa calculada.

Ravena Volkov, hija de un magnate aliado de los Mikhailov. Conocida por ser fría, estratégica… y peligrosamente encantada por Alexei desde la adolescencia.

Reían juntos. Ella tocaba su brazo con naturalidad.

Y Alexei… la dejaba.

El estómago de Demitre se revolvió.

Algo hirvió dentro de él. Una mezcla de rabia, incredulidad y algo que se negaba a nombrar.

Se acercó despacio, deteniéndose a pocos metros del grupo.

Alexei se dio cuenta.

E hizo peor.

— Ravena, permítame presentarle a un nombre conocido: Demitre Petrov. El más… valiente de la familia.

Los ojos de él tocaron los de Demitre con veneno dulce.

— Mi… socio estratégico.

Ravena sonrió con veneno.

— Ah, sí. El famoso Demitre. Ya he oído decir que usted y Alexei son… inseparables.

Al menos por ahora —dijo, con malicia en la mirada.

Demitre sintió que la sangre le subía. No aguantó.

— Veo que está bien… entretenido —le dijo a Alexei, intentando controlar el tono.

— Solo cuidando relaciones diplomáticas —respondió él, tranquilo, pero con ese brillo provocador en los ojos—. Algunas cosas exigen… más tacto que otras.

Ravena rió.

Y Demitre perdió el control.

— ¿Qué tipo de tacto? Porque parece que sus manos están demasiado ocupadas para cuidar de los acuerdos con mi familia.

Alexei levantó una ceja.

— ¿Estás celoso, Demitre?

Silencio.

La palabra fue dicha con dulzura, pero cortó como un cuchillo.

Demitre no respondió. No podía.

Alexei dio un paso adelante, dejando a Ravena atrás por un instante.

— Me evitas durante días… pero basta con ver a otra persona a mi lado y tu sangre hierve. Interesante.

— Estás jugando conmigo —Demitre susurró, entre dientes.

— No —murmuró Alexei, acercándose peligrosamente—. Estoy mostrando cómo es ser deseado por algo que no puedes controlar.

Así es como me siento cada vez que me niegas. Cada vez que me miras con rabia… en vez de hacer lo que tu cuerpo implora.

— Yo no…

— No me mientas, Dima. Ya basta con que te mientas a ti mismo.

Entonces se giró, volvió con Ravena, y siguió sonriendo.

Pero algo en el fondo de sus ojos decía:

"Ya estás marcado. Solo estoy esperando a que te des cuenta."

Más tarde aquella noche, Leonid encontró a Demitre en el jardín, aislado, con los puños cerrados.

— Dima, ¿qué ha pasado?

— Yo… no lo sé —susurró—. Debería odiarlo. Pero cuando lo vi con ella…

Fue como si algo dentro de mí hubiera sido arrancado.

Leonid tocó su hombro.

— Porque no lo odias. Lo deseas.

Pero eso no es amor, Dima. Eso es fuego. Y si te lanzas a él… te quemarás.

Demitre miró al cielo. Pero solo conseguía pensar en los ojos de Alexei.

Fuego… sí. ¿Pero y si ya estoy quemándome hace años, sin darme cuenta?