Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 7. ¿MI NOVIA?
Marlen se paró al escuchar la chicharra, caminó un poco antes de preguntar:
—¿Vienes?
—En un momento te alcanzo —respondí aún sosteniendo mi rodaja de manzana.
Marlen se adelantó y me quedé mirando el pasto seco.
No quería volver a clases, pero debía hacerlo, estábamos a finales de trimestre y no podía dejar las cosas a medias, mi único consuelo era saber que esa sería la última hora antes de que se acabara la escuela.
Suspiré y di un brinco para bajar de la jardinera. Regresé al salón y al llegar el maestro de Álgebra ya estaba allí.
—Arabela, que bien que nos honrres con tu presencia— miró su reloj—. 15 minutos tarde.
—¿Puedo pasar?
—Claro, ya sabes que puedes entrar cuando quieras.
Me quedé quieta en la puerta esperando a que terminara con su sarcasmo.
—Entra, pero guarda tus alimentos —comenzó a escribir ecuaciones en el pizarrón —. Justo le acabo de decir lo mismo a tu compañera Marlen, que nos vino a antojar su gran cóctel, que por cierto, también traía manzana. Cómo no notarlo si el vaso estaba lleno. Parece que les encanta dejar la comida para el último minuto del descanso.
Sí, su objetivo era avergonzarnos y lo logró. Marlen se veía como un jitomate. Mi estómago se apretó tanto que comenzó a dolerme. Di unos pasos al interior hasta encontrarme con la mirada de Rebeca haciendo conclusiones, miró el pedazo de manzana que sostenía, lo oculté de prisa, y luego sus ojos se giraron hacia Marlen.
Seguí caminando a mi lugar.
—¿Estás bien? —volteé hacia atrás para ver a Marlen. Ella asintió con una sonrisa y me apretó con suavidad el hombro.
¿Dónde estabas? No te encontré en el receso.
Otra vez los papeles comenzaron a llegar.
¿Estabas con ella?
Los ignoraba, uno tras otro.
¿Es tu novia?
Sonreí al leer el último. Miré a Rebeca que estaba con los ojos puestos en mí. Alcé los hombros despreocupada y fue todo lo que hice. Ella parecía no poder con su coraje guardado en sus mejillas, porque exhalo muy fuerte, y apretó las manos en la banca haciéndola rechinar.
—¿Quién quiere pasar a resolver la primera ecuación? —preguntó el profesor.
—Rebeca quiere —alardeó César al darse cuenta que estaba teniendo una conversación a distancia con ella.
—¡Oye! —le reclamó, girándose para gritarselo en su cara.
—Gracias por sugerirlo, César. ¿Quieres pasar tú? te veo con muchos ánimos.
—No, profe. Rebeca me dijo que quería intentarlo.
—¿En serio? —le preguntó el maestro a Rebeca.
—¡No es cierto! —aclaró la chica con mejillas invadidas por el enojo.
—Eso es un sí. Está bien, pasa —le tendió el marcador.
El maestro siempre con su humor.
Rebeca le arrebató el marcador y comenzó a resolver en el pizarrón. Al terminar lo botó en el escritorio y se dispuso a volver a su lugar.
—No tan rápido —la detuvo por el hombro —veamos.
Rebeca se quedó cruzada de brazos mirando el pizarrón mientras el maestro revisaba el ejercicio.
—Todo bien hasta aquí. Nada más el signo no es correcto, lo moviste de lugar.
—Lo intenté —respondió Rebeca con indiferencia —¿Ya puedo sentarme?
—No —El maestro estaba sentado sobre el escritorio — Vas a ser la primera en formar tu pareja —dijo el profesor, se paró y explicó—: Para su proyecto final tendrán que resolver 50 ejercicios de este tipo. Y eso será solo la primera parte.
El salón se convirtió en una olla en su punto máximo de ebullición, el abucheo no cesaba.
—¿Ya terminaron o prefieren que sean 100?
De pronto el lugar se volvió un cementerio.
—No soy tan malo, la sorpresa es que lo podrán hacer en pareja.
César de inmediato se puso a celebrar.
—Yo estaré con Rebe —dijo y no pude evitar hacer un sonido de fastidio.
—No tan rápido compañero —advirtió el maestro —yo formaré las parejas. Tienen que aprender a trabajar con otras personas.
—Rebeca estará con...—se quedó mirando a todo el salón.
Observé a algunas hacer changuitos para que no les tocara con ella, apretaban sus ojos como si lo estuvieran implorando y otros le lanzaban besos o miradas atrevidas como si juguetearan. Rebeca parecía ignorarlos, y de forma disimulada los mandaba a volar con señales obscenas.
Me reí y ella se dio cuenta que la miraba, su cara pasó de fastidio a relajada. Me dio pena cuando me descubrió, traté de desviar la mirada.
—Vas a estar con Arabela —afirmó el maestro.
Volví mi mirada con firmeza sintiendo a mi espíritu abandonar mi cuerpo. Comencé a respirar por la boca, escalofríos invadieron mi esófago, ¿qué estaba pasando? y ¿por qué ella me miraba con alegría?