EMBARACE A MI ENEMIGO

Draco estaba frente a mí, con esa mirada intensa que siempre me hacía sentir como si estuviera a punto de ser devorado. Pero esta vez, algo en su actitud me desconcertaba. De repente, se acercó, y su voz, esa voz profunda que siempre tenía el poder de derretir mis nervios y mis defensas, resonó en el aire.

—Louve… —dijo con una sonrisa de esas que sabes que vienen con problemas—, ¿quieres ver qué tan… rápido puedo hacer que tu corazón se detenga?

Fruncí el ceño. ¿Ahora qué? Si ya está sano deberíamos ir a casa. Estoy más acostumbrado a sus bromas de dragón peligroso, pero hoy se le había ocurrido algo nuevo. Miré a su alrededor, buscando alguna excusa para escapar de esa situación, pero estaba claro que las posibilidades de huir estaban… digamos que bastante limitadas. Mi cabeza, en su lugar, me susurraba: "Louve, si corres, el dragón te perseguirá hasta el fin del mundo".

—Eh… —dije, con mi tono vacilante delatando mis nervios—, ¿tal vez podrías intentar algo menos mortal? No me gustaría que tuvieras un ataque de ego dragónico y estoy agotado.

Él me miró un segundo, como si estuviera evaluando mi solicitud.

—¿Menos mortal? —repete, claramente divertido—. ¿Sabías que los dragones tenemos un sentido del humor muy particular?

Yo asentí, claro que sí lo sabía, pero nunca había sido del todo fan de los "juegos mortales" que a veces tenía en mente. Pero, bueno, ya estaba aquí. No podía simplemente retroceder ahora. Y sí, estaba un poco preocupado de que las cosas se pusieran demasiado intensas después de haber salido de ese interrogatorio de dragones invasores. La piel se me puso de gallina.

De pronto, Draco comenzó a caminar hacia mí, con su sonrisa burlona haciendo que me sintiera más nervioso que nunca.

—Ya sé lo que estás pensando —dice, sin perder la compostura—. Pero no te preocupes, esta vez no será tan… extremo.

—¿Tan extremo? —repetí, con los ojos bien abiertos—. ¡La última vez me diste un susto de muerte, Draco! ¡No quiero tener que ir a ver a mi mamá otra vez para que me atienda por culpa de un ataque de dragón!

Él se acercó, tan tranquilo como si estuviéramos en una cena de familia. Luego, me agarró por la cintura, y en un abrir y cerrar de ojos, estaba… bueno, sobre él. O sea, ¿cómo había llegado a esto? ¿Qué había hecho mal en mi vida? ¿Por qué siempre terminaba en esta situación tan incómoda? Aún olía un poco a sangre y eso me daba un poquito de malestar.

—Deja de quejarte, Louve —dice, riendo—, te prometo que esta vez no va a ser tan malo. Aunque… si quieres, puedo ponerle más drama. ¡Drama siempre funciona!

Quise decir algo más, pero solo me salió un suspiro frustrado. No estaba seguro de si quería reírme o si me iba a desmayar del miedo. La verdad, ambos parecían ser opciones igualmente plausibles.

Mientras tanto, Draco parecía estar disfrutando de mi desconcierto.

—Yo solo quiero una taza de chocolate caliente y echarme en mi cama suave.

—Sabes, Louve —dijo mientras me acomodaba de una forma que claramente estaba diseñada para hacerme sentir aún más incómodo—, tal vez podrías… ¿no sé? ¿Hacer un esfuerzo por relajarte? Aunque, pensándolo bien, yo me relajo mejor cuando la situación se pone un poco… ¿explosiva?

Mi rostro se encendió de rojo. ¡Explosiva! ¿Qué demonios estaba diciendo este hombre? ¡Esto era un total desastre! El malestar se me fue en un santiamén y mi cuerpo reaccionó a su mano en mi espalda sin nada en el torso.

—¡No me hagas reír! —respondí con una risa nerviosa. Sabía que tenía que ponerle un poco de humor a todo eso o iba a terminar huyendo y dándole un buen sermón a mi ego.

Y, como si todo lo que había dicho no fuera suficiente para sacarme de mis casillas, Draco soltó una carcajada y me susurró:

—¿Sabes qué? Mejor no lo pensemos mucho. Solo… disfruta del viaje, Louve. Realmente te necesito. Pensé que te perdí y yo casi muero. Merecemos relajarnos.

Con una sonrisa que no sabía si me llenaba de calma o pánico, me sentí completamente atrapado en su mundo de dragones y bromas mortales.

Y así, como siempre, mi vida se convirtió en una mezcla extraña de aventuras épicas y momentos profundamente incómodos. Al menos nunca dejaba de ser interesante.

La situación era absurda. No tenía otra palabra para describirla. Yo, Louve, un licántropo que apenas podía mantenerse en pie sin hacer el ridículo, estaba sobre el dragón más arrogante del mundo después de que ambos burlamos a la muerte. Y, por alguna razón que aún no entiendo del todo, Draco estaba muy convencido de que yo estaba listo para tomar las riendas de todo esto. ¿Quién en su sano juicio podría pensar que yo, el omega más patoso que existía, estaría preparado para manejar a este dragón? Me encanta hacerme el sumiso debajo de su cuerpo ¿pero de ahí a ser el que tome la iniciativa?

—Creo que mejor deberías de terminar de comer...porque sinó luego te desmayas.

—Toma el mando, Louve, estoy herido aún pero te deseo —me dijo Draco, con esa sonrisa arrogante que tenía cada vez que pensaba que todo era un juego de poder entre nosotros. Su voz era tan profunda que resonaba en mi pecho.

¿El mando? ¿Mando de qué? ¿De su ego de dragón?

—¿El mando? —repetí, sin poder evitar que el sarcasmo se filtrara en mi voz—. ¿Qué, ahora tengo que ser el capitán de este barco en llamas? ¡No tengo ni idea de lo que estás diciendo!

Draco se rió, esa risa que siempre hacía que me sintiera como un lobo fuera del agua.

—Exactamente —dijo, tomándome por la cintura y levantándome sin ningún esfuerzo, como si pesara lo mismo que una pluma. ¡Me sentí como un juguete en sus manos!—. Porque cuando tienes un dragón como yo, Louve, las cosas son más divertidas si tú controlas la nave. O al menos... si te atreves a intentarlo.

Y antes de que pudiera protestar, me acomodó sobre él. Lo siguiente que supe, fue que me encontré sentado sobre su regazo, con las piernas ligeramente abiertas y él mirando hacia adelante, tan tranquilo como si esto fuera lo más normal del mundo.

Mi cara se puso roja como un tomate. No, ¡como un tomate en pleno verano! ¿Qué demonios acababa de suceder? Yo, Louve, estaba a punto de darme un infarto antes de emoezar. ¿Acaso eliminar dragones lo estimulaba?

—No te pongas nervioso, cariño — me dice Draco, guiñándome un ojo mientras su brazo me rodeaba la cintura. Yo no sabía si reír o llorar—. Tienes el mando. Solo... no lo hagas mucho más difícil de lo que es. No es tan complicado. Te verás genial.

¡¿Genial?! ¿Cómo demonios iba a ser "genial" en esta situación? No sabía ni cómo sentarme sin parecer un completo desastre. Mis hormonas ya estaban alocadas sin mi permiso con solo imaginarlo.

—¡Esto es ridículo! —exclamé, sintiéndome como un niño que no sabe cómo montar una bicicleta—. Yo... yo no tengo ni idea de qué hacer, Draco.

Él sonrió con esa expresión tan de dragón, como si todo fuera un juego.

—¡Eso es lo que hace que sea divertido! —dijo, sin perder la compostura—. Vamos, Louve, tómame el mando. Vamos a ver si sabes cómo dirigir este vuelo.