Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️
¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.
Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈
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(CAPITULO 6) LA AMENAZA EN LA OSCURIDAD
Monserrat salió del edificio del bufete, ubicado en la calle 52 entre la Quinta y la Sexta Avenida, en el corazón de Manhattan. La ciudad bullía con vida, con gente caminando apresuradamente por las aceras y coches circulando por las calles.
Se detuvo en la acera, mirando alrededor. El sol brillaba sobre los rascacielos de cristal y acero, proyectando sombras largas y estrechas en el pavimento. Los sonidos de la ciudad - bocinas, gritos, sirenas a lo lejos - llenaban el aire.
Consideró llamar a Juan, su chofer, pero decidió que no era necesario. Un taxi o el metro serían suficientes para llegar a su destino. Se dirigió hacia la parada de taxis más cercana, en la esquina de la calle 52 con la Quinta Avenida.
No tardó mucho en llegar un taxi amarillo, con el característico letrero en el techo y una franja diagonal en el lado. El taxista, un hombre de unos 50 años con bigote gris y gafas de sol, se detuvo frente a ella y la miró por el espejo retrovisor.
"¿Dónde vas, señora?" preguntó con un acento neoyorquino.
Monserrat le dio la dirección: "Global Solutions, en la calle 23 entre la Segunda y la Tercera Avenida, por favor."
El taxista asintió y arrancó. Monserrat se recostó en el asiento y miró por la ventanilla mientras avanzaban por la ciudad.
Pasaron por la Quinta Avenida, bordeando el parque Central. Los árboles y las flores del parque contrastaban con la arquitectura moderna de los edificios que los rodeaban. Luego, tomaron la calle 42 hacia el este, cruzando la Tercera Avenida y pasando frente a la estación de tren de Grand Central.
La ciudad se volvía cada vez más bulliciosa, con gente caminando en todas direcciones. El taxi se detuvo en un semáforo en rojo en la intersección de la calle 23 con la Segunda Avenida.
Monserrat miró hacia afuera y vio el edificio de "Global Solutions" justo enfrente. Era un rascacielos moderno de 20 pisos, con una fachada de vidrio y acero que reflejaba la luz del sol.
El taxi arrancó de nuevo y se detuvo frente al edificio. El taxista se volvió hacia ella y dijo: "Llegamos, señora. Eso es $15,50."
Monserrat pagó y se bajó del taxi. Miró hacia arriba, hacia la torre de oficinas. ¿Qué secretos escondía ese lugar? ¿Qué encontraría allí?
Tomó una respiración profunda y se dirigió hacia la entrada del edificio.
Monserrat entró en el edificio de "Global Solutions" y se encontró con una escena caótica. Había policías uniformados por todas partes, custodiando el lugar y controlando el acceso. La gente adentro estaba conmocionada, algunos llorando, otros hablando en voz baja.
La prensa había llegado rápidamente, con cámaras y micrófonos en mano, intentando capturar la escena y obtener información. Monserrat se acercó a uno de los periodistas, un hombre de unos 40 años con cabello oscuro y gafas, que estaba hablando con un policía.
"¿Qué está pasando aquí?" preguntó Monserrat, intentando hacerse oír sobre el ruido.
El periodista se volvió hacia ella, con una expresión seria. "Señora, hemos tenido un incidente grave aquí. El señor Alessandro, el dueño de la empresa, ha fallecido."
Monserrat se sintió un golpe en el estómago. "¿Qué? ¿Cómo?"
"Según la policía, el señor Alessandro se suicidó en su despacho, en el último piso. Su asistente escuchó un balazo y cuando entró, encontró al señor Alessandro con un arma en la mano y un charco de sangre en el suelo."
Monserrat se sintió mareada. No podía creer lo que estaba escuchando. "¿Hay alguna idea de por qué lo hizo?" preguntó.
El periodista sacudió la cabeza. "No, todavía no. La policía está investigando, pero no han encontrado ninguna nota de suicidio ni motivos aparentes."
Monserrat se sintió confundida y horrorizada. ¿Por qué el señor Alessandro se suicidaría? ¿Qué había pasado en su vida para llevarlo a tomar esa decisión?
De repente, recordó las palabras de Lilith: "El señor Alessandro te manda saludos desde el infierno." ¿Qué había querido decir con eso? ¿Estaba relacionado con su muerte?
Monserrat sabía que tenía que hablar con la policía y obtener más información. Pero también sabía que tenía que ser cuidadosa, no sabía quién más estaba involucrado en esto.
Monserrat se detuvo en seco, recordando las palabras de Lilith: "Si involucras a la policía, alguien cercano a ti pagará el precio." Se estremeció al pensar en la amenaza. No podía arriesgar la vida de sus seres queridos.
Decidió no acercarse a ningún policía y se alejó discretamente de la escena. Su mente estaba en ebullición, intentando entender qué había pasado. ¿Quién había chantajeado al señor Alessandro? ¿Qué habían hecho para que tomara la decisión de suicidarse?
Monserrat pensó en la carta que había recibido y en la conversación con Lilith. Todo parecía apuntar a que Lilith estaba involucrada en la muerte del señor Alessandro. Pero ¿cómo? ¿Qué había pasado entre ellos?
De repente, recordó la frase de la carta: "El señor Alessandro te manda saludos desde el infierno." Ahora entendía que no era una simple frase, sino una amenaza. Lilith había estado detrás de la muerte del señor Alessandro, y ahora la estaba chantajeando a ella.
Monserrat se sintió una mezcla de miedo y rabia. No podía dejar que Lilith se saliera con la suya. Tenía que encontrar una manera de detenerla, pero sin involucrar a la policía.
Se alejó del edificio, intentando pensar en su próximo movimiento. ¿Dónde podría encontrar información sobre Lilith? ¿Qué conexión tenía con el señor Alessandro?
Monserrat sabía que tenía que ser cuidadosa, pero también estaba decidida a descubrir la verdad. No podía dejar que Lilith la controlara.
Monserrat salió del edificio de "Global Solutions" con una mezcla de confusión y determinación. La noticia de la muerte de Alessandro y la carta amenazante que había recibido la habían dejado con más preguntas que respuestas.
Sacó su portafolio y extrajo la carpeta que contenía la lista de nombres y números telefónicos de casos anteriores. Monserrat había defendido a muchos clientes acusados de crímenes, y algunos de ellos habían sido liberados gracias a su habilidad como abogada.
Pero ahora, se daba cuenta de que algunos de esos clientes podrían no ser tan inocentes como parecían. La carta amenazante la había hecho darse cuenta de que alguien estaba buscando venganza.
Monserrat miró la lista y vio el primer nombre: Ryan Jenkins, un hombre que había sido acusado de asesinato pero que había logrado su libertad gracias a su defensa. Recordó el caso como si fuera ayer.
Marcó el número de teléfono de Ryan, pero después de varios timbres, nadie respondió. Volvió a intentarlo dos, tres veces, pero seguía sin obtener respuesta.
Comenzó a sentirse intranquila. ¿Dónde podría estar Ryan? ¿Por qué no respondía?
Decidió tomar una decisión. Sacó la última dirección que tenía de Ryan, un apartamento en el barrio de Brooklyn. No sabía si aún vivía allí, pero valía la pena intentarlo.
Monserrat se dirigió hacia la estación de metro más cercana y tomó el tren hacia Brooklyn. Durante el viaje, no podía dejar de pensar en Ryan y en la posibilidad de que estuviera relacionado con la muerte de Alessandro y la carta amenazante.
Al llegar a Brooklyn, Monserrat salió del metro y se dirigió hacia el apartamento de Ryan. La dirección era un edificio de apartamentos de cinco pisos en una calle tranquila.
Al llegar al edificio, Monserrat miró hacia arriba y vio que las luces del apartamento de Ryan estaban apagadas. Se sintió un escalofrío en la espalda.
¿Qué encontraría en el apartamento de Ryan? ¿Estaba él en peligro?
Monserrat respiró profundamente y se decidió a entrar en el edificio. Subió las escaleras hasta el piso de Ryan y se detuvo frente a la puerta.
La puerta estaba cerrada, pero no completamente. Monserrat la empujó suavemente y se abrió.
Monserrat se quedó en la entrada, mirando hacia adentro. El apartamento estaba oscuro y silencioso.
Monserrat recordó que había tomado la Magnum 357 de su escritorio antes de salir del bufete, siguiendo las instrucciones de la carta anónima. Ahora, frente a la puerta entreabierta del apartamento de Ryan, se sintió un escalofrío en la espalda.
Soltó el portafolio y tomó la pistola con firmeza, preparada para cualquier situación. La oscuridad del apartamento la hacía sentirse incómoda, pero no iba a retroceder.
"Ryan", llamó en voz alta, intentando escuchar cualquier sonido que pudiera provenir del interior.
El silencio fue la única respuesta. Monserrat avanzó lentamente hacia adentro, su pistola apuntando hacia la oscuridad.
Escuchó el crujido de la alfombra bajo sus pies, el tic-tac de un reloj en alguna parte del apartamento, pero nada más. La oscuridad parecía palpable, como si estuviera viva.
Monserrat se movió con cuidado, intentando cubrir todos los ángulos posibles. La habitación estaba en desorden, con muebles revueltos y objetos esparcidos por todas partes.
De repente, escuchó un ruido débil, como un susurro. Monserrat se detuvo, su corazón latiendo con fuerza.
"Ryan", llamó de nuevo, su voz más baja esta vez.
El susurro se repitió, más fuerte esta vez. Monserrat intentó localizar la fuente del sonido, pero no podía.
¿Qué estaba pasando en el apartamento de Ryan? ¿Estaba él herido o... muerto?
Monserrat avanzó un paso más, su pistola lista para disparar. La oscuridad parecía estar esperando a que ella diera el próximo paso.
Monserrat se sorprendió cuando el apartamento se iluminó y vio a Ryan apuntándole con una arma semiautomática. Su instinto la hizo mantener la Magnum levantada, lista para disparar.
"¡Baja el arma, Monserrat!" gritó Ryan. "No quiero hacerte daño. Ya te estaba esperando desde hace rato."
Monserrat se tranquilizó un poco, pero no bajó la Magnum. "¿Qué pasa, Ryan? ¿Por qué me estabas esperando?"
Ryan se movió hacia ella, manteniendo la distancia. "Un hombre me amenazó con destruirme de una manera muy dolorosa. Me dijo que si no hacía lo que me pedía, sufriría las consecuencias."
Monserrat se intrigó. "¿Qué te pidió?"
Ryan se acercó un poco más y le entregó una carta. "Solo que te entregara esta carta y te recordara que el reloj sigue avanzando. Que el tiempo se está acabando y que tú no estás aprovechando el tiempo al máximo."
Monserrat tomó la carta y la abrió. Era una nota breve, escrita en la misma letra que la carta anónima que había recibido antes.
"¿Quién es ese hombre?" preguntó Monserrat, mirando a Ryan con curiosidad.
Ryan se encogió de hombros. "No lo sé. No me dio su nombre. Pero me dijo que era alguien que conoces bien."
Monserrat se sintió un escalofrío en la espalda. ¿Quién podría ser ese hombre? ¿Y qué quería de ella?
"¿Qué más te dijo?" preguntó Monserrat, intentando obtener más información.
Ryan se movió hacia la ventana, mirando hacia afuera. "Me dijo que tú sabrías qué hacer. Que tú entenderías el mensaje."
Monserrat se sintió confundida. ¿Qué mensaje? ¿Qué quería decir Ryan?
De repente, recordó las palabras de la carta anónima: "El tiempo se está acabando. Descubre la verdad antes de que sea demasiado tarde."
¿Qué verdad? ¿Qué estaba pasando?
Monserrat miró a Ryan y vio el miedo en sus ojos. Sabía que él no estaba mintiendo.
"Ryan, necesito saber más", dijo Monserrat, su voz firme. "¿Qué sabes sobre la muerte de Alessandro?"
Monserrat miró a Ryan, esperando su respuesta. Él abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera decir una palabra, el silencio se rompió.
Un sonido agudo y grave llenó el aire, como un trueno lejano que se acercaba rápidamente. Monserrat sintió un escalofrío en la espalda, pero no tuvo tiempo de reaccionar.
La ventana detrás de Ryan explotó en una lluvia de cristales rotos, y el cuerpo de Ryan se desplomó hacia adelante, como si hubiera sido empujado por una fuerza invisible.
Monserrat vio la escena en cámara lenta, su mente intentando procesar lo que estaba sucediendo. La sangre salpicada en la pared, el cuerpo de Ryan que caía al piso, el sonido del rifle que aún resonaba en sus oídos.
Todo parecía irreal, como una pesadilla de la que no podía despertar. Monserrat se sintió paralizada, incapaz de moverse o hablar.
Y entonces, la realidad se impuso. El cuerpo de Ryan yacía en el piso, inmóvil. La sangre se extendía por el suelo, formando un charco rojo que parecía crecer cada segundo.
Monserrat sintió un grito que se formaba en su garganta, pero no salió. En su lugar, se escuchó el sonido de su propia respiración, agitada y rápida.
La habitación parecía haberse detenido en el tiempo, como si nada más existiera fuera de ese momento. Monserrat se sintió atrapada en una noche mare, sin salida posible.
Y entonces, su instinto de supervivencia tomó el control. Monserrat reaccionó, sabiendo que tenía que salir de allí lo antes posible...
Monserrat se quedó paralizada en el apartamento, su mente racionalizando lo que había pasado. Sabía que debía llamar a la policía, pero el miedo a las consecuencias la detuvo.
Recordó las advertencias de la carta anónima: "No involucres a la policía". Recordó las palabras de Lilith: "Si involucres a la policía, alguien cercano a ti pagará las consecuencias".
No podía arriesgarse. No podía permitir que alguien más sufriera por su culpa.
Así que, sin pensarlo dos veces, Monserrat salió corriendo del apartamento, tomó su portafolio y se alejó lo más pronto posible del edificio.
Mientras corría, observó cómo las luces de los otros apartamentos se encendían, uno a uno. Los vecinos habían escuchado el disparo y estaban saliendo de sus casas para saber qué estaba pasando.
Monserrat miró hacia atrás, intentando ver si alguien la seguía. Pero no vio nada sospechoso.
Siguió corriendo, su corazón latiendo con fuerza. No sabía adónde iba, solo sabía que tenía que alejarse de allí.
De repente, se detuvo en una esquina y miró hacia atrás. El edificio estaba en silencio, pero las luces encendidas en los apartamentos vecinos revelaban que algo había sucedido.
Miró hacia todos lados, intentando encontrar un lugar seguro donde esconderse. Pero no sabía dónde ir.
Y entonces, vio una figura en la sombra. Una figura que la observaba con atención.
Monserrat se sintió un escalofrío en la espalda. ¿Era el disparador? ¿Era Lilith?
No sabía qué hacer. Solo sabía que tenía que seguir corriendo...