El Horizonte De Nosotros

Era una tarde tranquila. Adrián estaba conversando con una vecina sobre un problema de humedad que compartían entre ambas casas. La charla era amistosa, llena de risas y comentarios sobre el clima impredecible. Sin embargo, la calma se rompió cuando Valeria apareció inesperadamente en la escena. Llevaba un vestido ajustado y una expresión de indignación. Su entrada fue tan abrupta que la vecina se excusó con un "mejor hablamos después", dejando a Adrián solo frente a la tormenta que estaba a punto de desatarse.

"¿Ahora coqueteas con las vecinas?", disparó Valeria, cruzándose de brazos.

Adrián soltó un suspiro, sabiendo que cualquier intento de razonar con ella sería inútil. "Valeria, por favor, no hagas esto. No tienes derecho a reclamarme nada. Tú tienes tu vida y tu pareja. No me metas en tus inseguridades."

Pero Valeria no se detuvo. Su voz se alzaba con acusaciones absurdas, mezclando celos y resentimientos del pasado. Adrián intentó mantener la calma, pero la paciencia se le agotaba. "¡Basta, Valeria! ¡No tienes derecho a venir aquí y causar un escándalo! Si tienes algo que decir, hazlo sobre Lucas. Lo demás ya no es asunto tuyo."

"Claro, tú siempre tan perfecto, ¿no? Tan víctima." Las palabras de Valeria estaban cargadas de sarcasmo.

Adrián respiró hondo, cerrando los ojos por un momento. "No voy a seguir discutiendo contigo. Tengo cosas más importantes que hacer que revivir esto una y otra vez."

Con un bufido, Valeria se dio media vuelta y se marchó, dejando a Adrián con una mezcla de frustración y alivio.

Esa noche, Adrián se refugió en la cocina, donde su madre estaba preparando un guiso para la cena. Carlos, su padre, estaba en la mesa leyendo un periódico, pero levantó la mirada al ver a su hijo entrar.

"¿Todo bien, hijo?" preguntó Carlos con su tono sereno habitual.

Adrián asintió, pero su expresión lo delataba. "Valeria vino hoy. Otra de sus escenas."

María, su madre, dejó la cuchara en la cacerola y se volvió hacia él con una ceja levantada. "¿Y qué quería esta vez?"

"Lo mismo de siempre. Escándalos y celos. Creo que ni ella sabe lo que quiere. Me duele por Lucas, pero no puedo seguir enredándome en sus dramas."

Carlos asintió, dejando escapar un suspiro. "Harías bien en marcarle los límites a Valeria, Adrián.Es importante  que tú estés bien para cuidar de Lucas, porque nosotros vamos envejeciendo."

Adrián sonrió levemente, agradeciendo la comprensión de sus padres. La conversación cambió de rumbo, y Adrián comenzó a contarles sobre sus clases en la universidad, sobre un proyecto que estaba preparando y sobre algunos compañeros que había conocido.

Fue en ese momento que, casi sin darse cuenta, mencionó a Chris. No dijo mucho, solo que era un profesor nuevo y que parecía muy meticuloso con su trabajo. Pero su madre, siempre perceptiva, captó algo en el tono de su voz.

"¿Chris, dices? ¿Y qué tal es él?" preguntó María, con un brillo curioso en los ojos.

Adrián se encogió de hombros, tratando de restarle importancia. "Es... diferente. Muy reservado, meticuloso, bastante blanco por cierto y  se nota que le importa lo que hace."

María lo observó por un momento, una pequeña sonrisa jugando en sus labios. "Sabes, pensé que algún día tendríamos una nueva nuera... pero ahora ya no estoy tan segura."

Adrián levantó la vista, sorprendido por el comentario. "¿A qué te refieres, mamá?"

"Solo es una broma, hijo," respondió María con una risa suave. "Y bueno, uno nunca sabe."

El comentario quedó flotando en el aire, ligero pero cargado de implicaciones. Adrián no respondió, pero las palabras de su madre se quedaron en su mente mientras subía a su habitación. Se sentó en la cama y dejó que sus pensamientos vagaran. ¿Por qué Chris le causaba tanta curiosidad? ¿Era solo admiración por su manera de ser o había algo más?

Miró por la ventana, hacia el cielo oscuro iluminado por algunas estrellas. Sentía que algo dentro de él comenzaba a cambiar, pero aún no sabía qué era. Quizás, como había dicho su madre, la vida daba muchas vueltas.

Era una tarde soleada cuando Jazmín pasó a recoger a Chris después de una larga jornada laboral. Esta vez no lo llevaba directamente a su casa, sino a una cafetería que solían frecuentar para desconectar de la rutina. Jazmín, como siempre, estaba radiante, con su energía contagiosa que lograba arrancar una sonrisa hasta del más serio.

“Vamos, profesor, necesito que me des algunos consejos para el próximo taller. Pero primero, un café, porque el glamour no se mantiene solo,” bromeó mientras arrancaba su llamativo coche rojo.

Chris rió suavemente, sintiéndose cada vez más cómodo con su amiga. Era una de las pocas personas con las que podía relajarse, sabiendo que no lo juzgaría.

Una vez en la cafetería, Jazmín pidió un cappuccino con espuma extra, mientras Chris optó por un té de hierbas. Se sentaron junto a una ventana, y la conversación derivó rápidamente hacia temas cotidianos. Sin embargo, como Jazmín tenía un talento especial para leer a las personas, pronto notó algo en la expresión de Chris.

“Te noto pensativo, amigo. ¿Qué pasa por esa cabecita rubia?” preguntó, apoyando el mentón en una mano mientras lo observaba con atención.

Chris se sonrojó ligeramente, como solía hacer cuando algo lo incomodaba. “No es nada, solo… cosas del trabajo. Ya sabes, adaptándome.”

Jazmín arqueó una ceja. “¿Es eso o tiene que ver con alguien en particular? Porque, déjame adivinar, cada vez que mencionas a tus compañeros de la universidad, hay un nombre que se repite más que los demás. ¿Cómo era? ¿Adrián?”

Chris dejó la taza de té en la mesa, visiblemente incómodo. “No es lo que crees. Solo... me parece interesante. Es un buen tipo, eso es todo.”

Jazmín sonrió, pero no presionó demasiado. Sabía que con Chris era mejor ir con cuidado. “Claro, claro. Y dime, ¿qué es lo que te parece interesante de él?”

Chris miró por la ventana, tratando de ordenar sus pensamientos. “Es diferente a la gente que conozco. Es... optimista, cálido. Siempre parece encontrar algo positivo en todo. Y su dedicación a su hijo, a pesar de las dificultades, es admirable. No sé, siento que tiene una fuerza que yo no tengo.”

Jazmín asintió lentamente, dejando que sus palabras flotaran en el aire antes de responder. “Suena como alguien inspirador. Pero… ¿te has preguntado por qué te importa tanto?”

Chris la miró, ligeramente sorprendido por la pregunta. “¿A qué te refieres?”

Jazmín sonrió con amabilidad, eligiendo sus palabras con cuidado. “No me malinterpretes, Chris. No estoy diciendo que haya algo malo en admirar a alguien. Pero a veces, la admiración y otros sentimientos pueden mezclarse, y puede ser difícil distinguirlos. Solo digo que, tal vez, lo que sientes por Adrián no sea exactamente lo que piensas.”

Chris frunció el ceño, bajando la mirada hacia su taza. “Yo... no sé. Solo sé que lo admiro. Nada más.”

Jazmín no insistió, entendiendo que ese tema era delicado para él. “Está bien, Chris. Solo quería que lo pienses. Y recuerda, cualquier cosa que sientas, está bien. Nadie tiene derecho a juzgarte por eso.”

Chris asintió, pero no respondió. Sus pensamientos estaban enredados, y las palabras de Jazmín resonaban en su mente. Por primera vez, comenzó a cuestionar si realmente entendía lo que sentía por Adrián.

Mientras regresaban a casa, Chris no pudo evitar mirar por la ventana del coche, preguntándose si su vida, tan meticulosamente organizada, estaba a punto de tomar un giro inesperado.

Jazmín, desde el volante, sonrió para sí misma. Sabía que a veces, las revelaciones más importantes no venían de las palabras, sino de los silencios que las seguían.