Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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Compromiso
La tensión en la clínica es pesada, todos están que asesinan a Massimo y a él solo le importa ver a su angelito.
—No estoy jugando con ella, la amo, nos amamos y muero por hacerlo oficial —dice y esta vez Andrew lo agarra por el cuello de su camisa.
—Una lágrima baja de sus ojos por tu culpa y juro que ni el vómito será tan repulsivo como lo será tu cuerpo cuando acabe contigo. Aprieta sus dientes.
—Bueno, ya, nuestra pequeña tiene derecho a ser feliz —interviene Lia.
—Exacto, nuestra pequeña, es una bebé y este imbécil no la va a dañar. La gente quiere pedirle que baje la voz, pero son los dueños y no se atreven.
—Sería incapaz. La amo tanto que no podría dañarla; haría todo por verla feliz —dice y Nicholas suspira.
—No es momento para hablar de esto… —Nicholas repite lo que dijo Gia, y no le prestaron atención…
—Solo no me corra porque no me iré —pide Massimo.
—Maldición, por qué no construimos la maldita torre —se queja Lorenzo, hermano de Gia.
—Aún la podemos enviar al Himalaya —espeta molesto Andrés, el hermano de Lía.
—No me van a separar de mi niña, yo la amo —Andrew bufa ante su respuesta y una voz se oye.
—Familiares de Nicolle Windsor —todos hablan a una sola voz y el médico pestañea varias veces.
—Soy su padre, cómo está mi hija —pregunta Nicholas y el doctor comienza con su reporte.
—Está fuera de peligro, la bala no tocó ningún nervio, solo deberá reposar un tipo y estará bien, cuando amanezca se la pueden llevar —informa y todos suspiran.
—Puedo entrar —pregunta y el doctor asiente. Sus padres y abuelos entran primero, y Nicholas se rompe de solo verla, a pesar de que está perfecta para tener un balazo en el hombro.
—Mi bebé, Dios, ¿pero qué debo hacer para no seguir pasando por eso? Es un balazo y estoy que muero —confiesa.
—Tú lo has vivido dos veces y esta es mi tercera vez —habla Andrew y besa las mejillas de su nieta hermosa.
—La próxima vez entrega todo; nada es más importante que tú, bebé —dice de nuevo Andrew y ella sonríe; le da tanta ternura ver a sus hombres preocupados.
—Te amo, mi niña —dice su padre, y Lia y Gia son ahora las que no paran de hablarle y besarla; ellos salen de la habitación y luego entran sus gemelos.
Sus hermanos están que se mueren; niegan y la abrazan con cuidado.
—Estás aterrada, cierto, mi niña, estamos para cuidarte —habla el mayor de los gemelos y el menor le habla esta vez.
—Somos tus guardianes y fallamos —ella niega.
—Se supone que yo soy la mayor —se queja.
—Pero eres un ángel —dice uno de ellos.
Todos van pasando, sus tíos, sus bisabuelos, Tomás, André, Enzo y sus primos, dejando al último al pobrecito de Massimo, que tiene el alma en la boca y está asustado e impaciente por verla.
Cuando ya todos han entrado, lo hace él y ella se asusta, pero también se alegra. Su corazón salta y es que lo ama como no ha amado a otro jamás.
—Mi príncipe, qué haces aquí —pregunta mientras él se acerca y se sorprende cuando la besa.
Trató de alejarlo por miedo, pero escuchó la voz de sus hombres.
—Sin besos, Patán, no ves que está herida —la voz asesina de Enzo, luego Andre, su padre y abuelo.
—Qué… Eh… Yo… —balbucea aterrada y apela por la vieja confiable; deja salir sus lágrimas y como siempre le funciona.
—No, bebé, no llores, ya nos enteramos, no nos gusta, pero si te hace feliz —habló Nicholas y jamás creyó que sería tan difícil.
—Sí, pequeña, solo no llores y que no te dañe, o allí llorarás cuando lo asesine —Andrew apretó sus dientes al decirlo.
—Igual estará vigilado —siguió.
—No dejaremos que te dañe, pero tampoco te dañaremos alejándote de él —dice André.
—Estaba muy preocupado, amor, dime, no te hicieron nada más, bebé, solo dime, cómo era, por favor, sé que a lo mejor te dé miedo pensar en eso, pero debes decirme —habla Massimo y ella niega.
—No lo sé, mamá se encargó; por favor, no quiero recordarlo. Sí —él la abraza y su familia gruñe, pero él lo ignora. El corazón de Massimo está acelerado.
—Vamos, déjenlos solos, caminen —las mujeres se llevan a sus esposos para dejar a la parejita en paz.
Tan rápido como salen, él la besa de nuevo, le toca la cabeza y los brazos, tratando de ver que no tenga nada más…
—Tranquilo, príncipe, estoy muy bien —él niega y está que llora de frustración.
—Detesto que esto te haya pasado porque mejor no dejas el campamento; sí, no vuelvas a salir jamás a menos que sea de mi mano, por favor —súplica y ella usa su puchero manipulador.
—Es mi sueño, bebé, llegar a ser toda una profesional. No quiero que cumpla mis sueños —Massimo suspira derrotado.
—De acuerdo, mi angelito, será a tu manera, bebé —sonríe y la besa.
Todos esperan hasta que amanece y la princesa descansa. A eso de las diez es dada de alta y llevada en brazos directo a la mansión.
Nicolle, para salvar a sus guardaespaldas, dijo que se vino escondida para darles una sorpresa y allí la atacaron. Los guardias obviamente no estaban porque trabajan para Lía y solo la siguen cuando Nicolle les avisa.
La joven fue llevada a su habitación donde estaba como recién operada de un riñón; la trataban con exageración y ella se dejaba atender. Massimo estaba a su lado claro, con varios en el mismo espacio, ya que no confiaban del todo en él.
En la tarde le hicieron una gran celebración que vivió en una silla de ruedas por los exagerados hombres. Massimo aprovechó la velada para pedir su mano formalmente y ellos aceptaron. Ya que nadie jugaría con su bebé, ella debía casarse como toda dama de buena familia, solo que no sería todavía.
—Nicolle, mi pequeño angelito, podrías hacerme feliz como aquel día que me aceptaste el saludo, pero esta vez para decirme que sí —sacó la cajita, pues era en su fiesta que pretendía soltar la bomba.
—Te quieres casar conmigo, mi angelito —Nicolle lloró de alegría y dijo que sí, los aplausos se oyeron y el novio le dio un corto beso a su novia por su salud, ya que los celosos monitoreaban todo.