Bajo La Luz Del Amanecer

El día avanzaba lentamente, cargado de una tensión que nadie podía ignorar. Theo y Nikos estaban más atentos que nunca, asegurándose de que Eryx no estuviera solo ni un momento. La familia entera parecía atrapada en un constante estado de alerta.

Ariadna intentó distraerse con sus tareas diarias, pero no podía evitar sentir el peso de la situación. Sabía que esa noche sería crucial para Eryx, y aunque intentaba mantener la calma, su mente no dejaba de imaginar todo lo que podría salir mal.

Cuando el sol comenzó a descender, Eryx apareció vestido con ropa oscura, listo para el encuentro que lo había mantenido inquieto durante días. Theo y Nikos repasaron los planes una vez más, detallando cada movimiento para garantizar su seguridad.

—Eryx —dijo Ariadna desde la puerta de su habitación—. ¿Podemos hablar un momento?

Él la siguió al interior, cerrando la puerta detrás de ellos. En el silencio del cuarto, Ariadna respiró profundamente antes de hablar.

—Quiero que sepas que, pase lo que pase esta noche, estoy de tu lado. Siempre.

Eryx la miró con una mezcla de sorpresa y gratitud.

—Gracias, Ariadna. Eso significa más de lo que imaginas.

Ella sonrió débilmente, intentando contener las emociones que amenazaban con desbordarse.

—Solo quiero que vuelvas.

Eryx asintió y, sin decir nada más, se inclinó para besar su frente.

—Prometo que lo haré.

Con esas palabras, salió de la habitación, dejando a Ariadna con el corazón lleno de temores y esperanzas entrelazadas.

El lugar del encuentro era un antiguo almacén en las afueras de la ciudad, iluminado únicamente por la pálida luz de la luna. Al llegar, Eryx tomó un momento para observar el edificio desde la distancia. Había algo inquietante en la quietud del lugar, pero no podía permitirse dudar.

—Entraré solo —declaró, deteniendo a Theo y Nikos antes de que pudieran bajarse del auto.

—¿Estás seguro? —preguntó Nikos, con el ceño fruncido.

—Es mejor así. Si algo sale mal, al menos ustedes podrán reaccionar a tiempo.

Sin esperar respuesta, Eryx avanzó hacia la entrada. El interior del almacén era amplio y vacío, con sombras proyectándose en las paredes. Frente a él, su padre estaba de pie, con una expresión que no dejaba entrever sus intenciones.

—Me alegra que hayas venido —dijo el hombre, con una voz que pretendía ser acogedora pero que sonaba cargada de tensión.

—Dime qué quieres —respondió Eryx con firmeza, sin molestarse en devolver las cortesías.

—Quiero que reconsideres tus decisiones. Tienes un futuro asegurado a mi lado, pero insistes en oponerte a mí.

Eryx dejó escapar una risa seca.

—¿Un futuro? Lo único que ofreciste fue un camino lleno de control y manipulación.

—Eres parte de mi familia. Eso no puedes negarlo.

—No necesito ser parte de nada que me haga traicionarme a mí mismo.

El intercambio continuó, con las palabras aumentando de intensidad a medida que ambos intentaban imponerse. Sin embargo, Eryx se mantenía firme en su postura, decidido a no ceder.

Afuera, Theo y Nikos esperaban en tensión, atentos a cualquier movimiento extraño. La calma del lugar era engañosa, y ambos sabían que algo podía desatarse en cualquier momento.

—Esto no me gusta —murmuró Theo, mirando el almacén con desconfianza.

—A mí tampoco, pero debemos esperar su señal —respondió Nikos, aunque sus manos permanecían firmes en el volante, listas para actuar.

De repente, un ruido distante captó su atención. Ambos se tensaron, intercambiando miradas.

—¿Escuchaste eso? —preguntó Theo, poniéndose de pie.

—Sí. Mantente alerta.

La tensión aumentó al ver luces acercándose desde lejos. Nikos encendió el motor, preparado para cualquier eventualidad.

Dentro del almacén, el ambiente se había vuelto más denso. Eryx y su padre se enfrentaban en un tenso intercambio de palabras, cada uno defendiendo su postura.

—Si realmente quieres arreglar las cosas, empieza por admitir tus errores —dijo Eryx, cruzando los brazos.

El hombre lo miró con una expresión indescifrable antes de responder:

—Mis errores son el resultado de tratar de protegerte. Algún día lo entenderás.

Eryx negó con la cabeza, dando un paso hacia la puerta.

—No tengo nada más que decir.

Antes de que pudiera salir, la puerta se abrió bruscamente y un grupo de personas entró, interrumpiendo el momento. Eryx retrocedió instintivamente, mirando a su alrededor.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, con los ojos entrecerrados.

Su padre levantó una mano, pidiendo calma.

—Esto es solo una precaución. Quiero asegurarme de que podamos llegar a un acuerdo.

—¿Así lo llamas? —respondió Eryx, su voz cargada de sarcasmo.

Afuera, Theo y Nikos vieron movimiento en las ventanas del almacén y supieron que era momento de actuar. Se acercaron al edificio con precaución, comunicándose en voz baja mientras trazaban un plan para entrar sin ser detectados.

Mientras tanto, dentro del almacén, la tensión alcanzaba su punto máximo. Eryx intentaba mantener la calma, pero cada segundo que pasaba lo acercaba más a un enfrentamiento que no deseaba.

Finalmente, Theo y Nikos irrumpieron en el lugar, logrando distraer a los recién llegados. En el caos que siguió, Eryx aprovechó la oportunidad para salir del almacén junto a sus hermanos.

De vuelta en casa, la familia trató de procesar lo sucedido. Ariadna los recibió con una mezcla de alivio y preocupación, agradecida de verlos a salvo.

—¿Qué pasó? —preguntó, mirando a Eryx con ojos llenos de preguntas.

—Un recordatorio de que esto no ha terminado —respondió él, con una voz más grave de lo habitual.

Theo y Nikos intercambiaron miradas, conscientes de que las cosas solo se complicarían más.

Eryx tomó asiento, dejando escapar un largo suspiro. Aunque habían logrado salir de la situación, sabía que la lucha estaba lejos de terminar. Sin embargo, mientras miraba a su alrededor y veía a sus hermanos y a Ariadna, encontró algo de consuelo.

No estaba solo en esto. Y mientras los tuviera a su lado, encontraría la manera de enfrentar lo que viniera.