La Reencarnación De La Bruja De Las Espinas.

Vicenzo quedo intrigado ante la presencia de aquella mujer, pero tan pronto las mujeres se dieron cuenta que él estaba cerca, se mantienen en silencio y se van de aquel lugar.

Roselia salio del salón a tomar algo de aire, estar en esa fiesta era sofocante, en especial porque los nobles se acercan a ella para presentarse con claras intenciones de seducirla. Ella estaba de pie contra un pilar, cuando ve pasar al vampiro, este era sin duda un hombre atractivo, su piel clara, sus fascinantes ojos rojos, todo eso, en él, era llamativo.

— ¿se va tan pronto?, creí que se quedaría toda la noche a celebrar con su hermana.—

Roselia ve al vampiro detenerse, sorprendido por su presencia, pero muestra una leve sonrisa amable.

— ya la felicitare como se debe en privado, ahora, solo es un espectáculo para los nobles.— responde.

Roselia deja ver una sonrisa ladina.— espero que su hermana no lo escuche o se decepcionará.—

— no lo hará, ella sabe que de eso trata la ceremonia, solo un espectáculo.— responde con calma.

— entonces, que descanse, su majestad.— la rubia hace una reverencia.

— usted también descanse señorita...— hace una pausa.

— su majestad no necesita saber mi nombre, soy solo humilde humana. Con su permiso.— le responde con una sonrisa ladina.

Roselia pasa a darse la vuelta y regresar al salón de fiesta, sin saber que había dejado nuevamente al vampiro intrigado por ella.

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Roselia solo busco a sus padres para decir que quería irse, después de todo ya había visto suficiente, umbra estaba en paz y por lo que parece, una alianza mantendrá una buena relación entre vampiros, lycan y humanos.

— esta bien querida, pero ve con los escoltas, de noche puede ser peligroso.— le pide su madre.

Roselia estaba por responder cuando un hombre ya de edad avanzada se acerca en compañía de otro que estaba entre sus 30, este al ver a Roselia sonríe mientras la observa fijamente. El hombre mayor saluda al duque Lexington y se presenta ante Roselia como el conde Pregoras y su hijo, es el joven heredero Iker Pregoras.

— un gusto conde, joven Pregoras.— hace una reverencia.— padre, me marchó.

— claro hija, ve con cuidado.— mira al conde.— disculpenla, esta cansada.— se dirige a los dos hombres.

— descuide, pero veo que se marcha sola, si gusta, mi hijo podría escoltarla por seguridad.— sugiere el conde.

— será un honor acompañarla señorita Lexington.— sonríe ladino.

Roselia tenía un mal presentimiento, así que solo sonríe con amabilidad.

— se lo agradezco, pero mi padre tiene escoltas muy capaces. Con su permiso.—

Sin más, Roselia se retira perdiéndose entre la gente, mientras que el duque solo ríe se disculpa por la rebeldía de su hija.

— cuando se es joven es así, quizás un matrimonio con el hombre correcto pueda apaciguar su rebeldía.— responde el conde Pregoras.

— nunca he pensado en un matrimonio para ella, mi esposa y yo, creemos que es mejor si ella disfruta un poco más su juventud.— comenta el duque.

— así es, nuestra hija tiene otros intereses y respetamos sus decisiones.— agrega la duquesa.

El conde solo frunce levemente los labios al escuchar a los duques, para él, es una tontería que le den libertades a una mujer que ya ha pasado de su edad casadera, tiene 19 y aún sigue actuando como una chiquilla.

— comprendo excelencias, pero, estaba pensando que, podría mi hijo tener la oportunidad de cortejar a la señorita Lexington.— sugiere.

— sería todo un honor para mí, la señorita Lexington es una joven hermosa y me aseguraré de ser un hombre que la lleve por buen camino.— comenta con una sonrisa amable.

La duquesa aprieta un poco la mano en el brazo de su esposo, no le ha gustado para nada como esos hombres se están expresando de su hija. El duque niega ante lo dicho.

— no puedo obligar a mi hija a que se deje cortejar, pero si usted recibe la aprobación de ella, no me negaría.— responde el duque.

Y es que sabe que su hija jamás le haría caso a un hombre como Iker Pregoras, esa clase de hombres son los que ella detesta, esos que buscan poner a una mujer en sumisión.

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Roselia ya había llegado a casa, apenas entró a su habitación después de cambiarse, se lanzó sobre la cama mirando al techo. De repente, una especie de sombras alargadas se movían en ese techo, eran como lianas con espinas moviéndose, Roselia observa fijamente.

Las lianas sobresalen del recho y bajan hacía ella. Roselia toca las lianas con sumo cuidado y sonríe. Poco a poco su magia iba mejorando, al menos su cuerpo posee un mana fuerte, eso era perfecto, porque le estaba ayudando a manejar su magia, esa magia que poseía en su anterior vida y dentro de poco, podrá nuevamente coronarse como la bruja de las espinas, el nombre con el cual era conocida en su mundo.

— mis bebés, es bueno poder usarlas aquí también.— le habla a las espinas.

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