Enamorado Del Héroe Olvidado

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En el interior de la oficina estaba un hombre robusto y de piel morena, a quien Jaden ya conocía. Era el profesor Bastian, un beta que rondaba los cincuenta años, y era la persona a cargo de su clase. Cualquier asunto entre los alumnos de la clase 2A debía pasar antes por sus manos.

Bastian estaba sentado frente al escritorio revisando las tareas de los alumnos, pero en cuanto ellos entraron, dejó los papeles a un lado.

—Joven Softwhisper —saludó el hombre apenas reconocerle. —¿Qué le trae por aquí?

—Profesor…

—Se me informó de su accidente y también que hoy descansaría todo el día en los dormitorios. Debe tener un asunto muy urgente como para venir hasta aquí, ¿me equivoco?

El pelinegro se sintió aburrido con la falsa cortesía y preocupación. Era obvio que Bastian sabía lo ocurrido, pero fingía ignorancia, porque los responsables de sus heridas eran seguidores de Astor. Y nadie querría meterse entre los ojos de ese príncipe.

Ya lo suponía, aunque no dejaba de ser decepcionante.

—Profesor, vine a … denunciar un ataque… —A pesar de que en su interior sabía que esto no procedería, tampoco era su intención que lo hiciera. Tan solo estaba tomando un atajo a lo que en verdad quería obtener. Y sabía que de otro modo, Bastian no se lo concedería.

—¿Denunciar? —preguntó el profesor con una sonrisa incómoda.

—Si, un ataque. Mis compañeros de clase me acosaron, así que vine a reportar la situación ante usted, el profesor encargado de la clase.

El chico que le acompañaba se quedó de pie a un lado, y aunque le miró de reojo no dijo una palabra. Cosa que Jaden agradeció. De lo contrario, podría arruinar su plan.

—Claro. Deme su testimonio, y prometo investigar el asunto a fondo para darle justicia —dijo Bastian. Con eso intentaba seguirle la corriente, y luego mandar el asunto al olvido. Pero él no estaba dispuesto a permitirlo. Miró al lúgubre chico, y por suerte comprendió.

—Profesor, Astrid ha enviado esto —intervino Leo, mostrando el interior de la pequeña caja negra en sus manos. —Es una esfera de la verdad, el alumno solo tiene que sostenerla en una mano mientras relata su testimonio. Esto dará veracidad a sus palabras. Y así se agilizará el proceso.

Bastian le miró como si fuese un idiota, y no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes.

—Sostenga la esfera de cristal en su mano, y responda las preguntas que se le harán —explicó Leo. —Si dice la verdad, se iluminará de color verde. Si miente, se volverá roja y el reporte se eliminará. Además, usted mismo podría llegar a ser expulsado en tal caso. Las acusaciones que está a punto de hacer no son un juego. ¿Lo entiende?

Él asintió. Medio segundo después, tomó la pequeña bola de cristal del interior, la cual se sintió fría al tacto. Aunque parecía tener alguna especie de energía que le atraía, y lo invitaba a no soltarla.

—Yo… Jaden Softwhisper, fui acosado por los amigos del príncipe Astor. Y ya no soporto más esta situación. Ayer casi me lastiman de gravedad… Si no fuera por un alumno que pasaba por ahí… no estoy seguro de haber salido en una pieza… y no solo con estos golpes… —No fue una sorpresa que la pequeña esfera se calentara, para luego comenzar a brillar con un lindo tono verde. A él nunca le había gustado este color, o no hasta ese preciso instante.

Y, por otro lado, Jaden esperaba ser estudiado así, puesto que cualquiera en la Academia conocía la importancia de Astor, y sus amigos. Sin embargo, su intención tampoco era la de derribarlos. Solo intentaba hacer que Bastian lo “disuadiera” de su denuncia. Entonces, podría solicitar algún diminuto favor, como un pequeño y sin importancia cambio de clases, tal vez.

—Jaden, esas son acusaciones graves —advirtió el profesor, olvidando incluso de hablarle respetuosamente.

—Lo sé, profesor. Pero tengo un testigo que estaría dispuesto a testificar a mi favor.

—¿Testigo?

—Sí.

—¿Y quién es este supuesto testigo?

—Estoy seguro que conoce al joven Lionblade. Bueno, es él.

Aunque nunca había hablado sobre el asunto con el pelirrojo —conociéndolo tan bien como ya lo hacía—, Jaden tenía la certeza de que su favorito no se negaría a testificar si era para impartir justicia. Más si el asunto involucraba a nobles corruptos. Y fue por su propia convicción que la pequeña esfera no fluctuó en su color, pese a que no había acordado nada con el chico.

—¿El joven Lionblade? —exclamó Bastian. —¿Fegan Lionblade?

—Si.

—¿Cómo es posible que él…?

—Fue él quien me salvó de los amigos del príncipe Astor. Y también fue él mismo quien se propuso reportar el asunto.

Bastian lo miró con un toque de resentimiento, el cual le costó trabajo ocultar. Por suerte, al final lo logró y le dedicó una sonrisa incómoda.

—Es así… corriste con mucha suerte, Jaden… Ser rescatado por él…

Claro que al pelinegro no le pudo importar menos su reacción.

Además, era evidente que si solo se hubiese presentado por sí mismo, corría el riesgo de ser ignorado sin piedad por cualquier maestro o directivo, aun con su prestigiosa invitación a la Academia. No obstante, si tenía un testigo tan importante como Astor, la balanza podría comenzar a desnivelarse. Conocía la cadena de mando, tampoco era un idiota. Así que ese era su as bajo la manga, y no pensaba desperdiciarlo.

“Perdón Fegan, por usar tu nombre sin permiso”, imploró en su interior.

—La tuve… —asintió. —El joven Lionblade fue el único que me ayudó, y quien me llevó a la enfermería. La doctora también podría testificar, después de todo, ella curó mis heridas.

Con la adición de su testigo sorpresa, las cosas se complicaban sobremanera. Y Bastian lo sabía.

Si bien Jaden era solo el hijo adoptivo de un conde, de su lado estaba el hijo único de una familia importante. Además, en el ojo público no se podría ignorar el hecho de que fue invitado por los mismos directivos a ingresar a la Academia Evisine —lugar que además era patrocinado por la familia imperial para encontrar talentos ocultos—. Y no se vería nada bien que se difundiera el rumor de que precisamente él sufría acoso por parte del príncipe del imperio y sus amigos cercanos, quien más bien debía velar por los talentos escasos dentro del territorio.

En resumen, esta información no podía salir de la habitación.

—Jaden, comprendo que quieras venganza de los chicos que te golpearon, pero son compañeros de clase. ¿No hay forma de que desistas de hacer esta denuncia? Piénsalo un poco con la cabeza fría. Si procedes, no solo te meterás en problemas tú mismo, sino también al joven Lionblade.

Él fingió sentirse intimidado por estas palabras, y fue tan buen actor que se dio el lujo de dudar por varios minutos. Sin embargo, la verdad es que solo tenía un poco de miedo de abrir la boca, y que la pequeña esfera en su mano se tornara roja. Ese sería su fin.

—Yo… —susurró, desviando la mirada hacia el suelo.

—¿No hay algo que se pueda hacer para que te sientas más cómodo? —intervino Bastian al percatarse de su “titubeo”. —Puedes solicitar algo que no involucre al chico Lionblade, ni a esta denuncia.

—Creo que lo que hicieron estuvo mal… —La pequeña esfera siguió de un bonito color verde. —Y yo no he sido el primero en ser atacado de esta manera…

—¿Estás seguro? —El beta lo interpretó como un “seguiré adelante con este reporte”, lo que fue bueno para él, pues no se vio en la necesidad de mentir. —Jaden, discúlpame por ser tan directo, pero incluso tu familia podría salir afectada si continuas.

Estas palabras “destrozaron” su convicción, y el borde de sus ojos comenzó a tornarse rojo.

—¿Mi familia? ¿Por qué? —cuestionó alarmado. —¡No estoy diciendo mentiras!

—Lo sé. Sin embargo… —No terminó sus palabras, aunque el mensaje era obvio. ¿Qué peso tiene el hijo de un Conde frente al hijo del Emperador?

—Yo… no tengo el respaldo que él tiene…

—Sé que no es justo para ti, luego de esa experiencia. Y pese a eso, te aconsejo parar ahora, estás a tiempo, Jaden —dijo Bastian, con un tono comprensivo que casi podría engañar a cualquiera. —En cambio, te puedo cumplir una solicitud en compensación, siempre que no levantes este reporte.

—Yo… —Él se detuvo unos segundos, y cuando obtuvo la mirada “benevolente” del profesor, prosiguió: —Creo que hay algo que podría terminar con todo esto…

—¿Qué cosa?

—Podría cambiarme de clase… ingresar al grupo 2B.

—¿Al 2B? —gritó el beta. No esperaba escuchar eso, y le miró sorprendido.

La rivalidad de estas dos clases era bien conocida por todos, así que Jaden esperaba su reacción.

En un día normal no se le permitiría el cambio a nadie —solo en estos dos grupos—, puesto que se podría tratar de espías que únicamente querían complicar las interacciones dentro de la clase enemiga, cosa que ningún profesor quería. Pero luciendo como él lo hacía, y diciendo las cosas que decía… bueno, este asunto podría facilitarse. Además, no había dicho ninguna mentira.

—¿No tienes otra petición? —preguntó el profesor, sin dejar de mirar la pequeña esfera.

—Creo que es evidente que… a mis compañeros no les agrado. Y es probable que lo de ayer vuelva a suceder en el futuro… si me quedo en el grupo…

Bastian le miró con el ceño fruncido, aunque comenzó a pensar en su petición con seriedad. Sabía que si dejaba las cosas así, podrían llegar al punto en que se volviera un problema más grave… entonces, él se vería arrastrado al suelo por su mal manejo de la situación. Visto así, era mejor cuidar su propio pellejo y acabar con el problema desde ahora…

Si un cambio de grupo solucionaba el asunto, la respuesta parecía obvia.

El beta asintió luego de unos minutos de cavilación. Tiempo en que el pelinegro regresó la pequeña esfera a su lugar. Y cuando sintió su mano libre, suspiró de alivio.

—Bien Jaden, comenzaré el trámite ahora mismo. El lunes ya no tendrás que presentarte al salón 2A, sino al 2B.

El chico se limitó a asentir, mientras sonreía por dentro. Aunque en el rostro solo mostró apenas un atisbo de esperanza.

—¡Gracias, profesor!

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Para cuando cerró la puerta de su habitación, Jaden por fin dejó de sentir que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. ¡No podía creer que había logrado su primera victoria!

La situación se sentía irreal. Hace media hora, todavía se preguntaba si la trama —de una u otra manera— le arrastraría de vuelta a su habitación, impidiéndole así alejarse del primer príncipe. Pero sus temores habían sido en vano, y le alegraba que así fuera.

Aunque, cuando la emoción disminuyó, comenzó el siguiente problema.

Era obvio que si quería impedir que su favorito se casara con Bel, antes debía acercarse a él. Sin embargo… ¿cómo se acercaría? En esta vida ya había comprobado que no era la persona más extrovertida del planeta.

El pelinegro se sentó en la cama, y mientras decidía cuál sería la mejor manera de acercarse a Fegan, el día llegó a su fin.

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