 
                            Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.
Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.
La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.
En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.
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Capítulo 6: El Pacto en la Penumbra y los Fantasmas del Pasado
...El Despertar y el Nuevo Territorio...
La luz grisácea del amanecer se colaba tímidamente por la ventana de la habitación de Eujin. El aire estaba cargado de un olor a intimidad, a piel y a la verdad ineludible.
Eujin despertó primero, sus ojos oscuros se abrieron para encontrarse con el rostro durmiente de Rein. Estaba acurrucada contra su pecho, su cabello corto de azabache se extendía sobre su piel, y su expresión, libre de la disciplina de la Reina de Hielo, era suave, casi angelical. Él la había visto vulnerable la noche anterior, pero verla así, pacífica y rendida, era una visión que superaba cualquier operación encubierta.
Con cuidado, deslizó un dedo sobre su mejilla. Ella se movió, su respiración se aceleró un poco, y sus ojos café oscuro, profundos como un bosque inexplorado, se abrieron lentamente.
El reconocimiento en los ojos de Rein fue inmediato. No había arrepentimiento, solo una intensa conciencia de la desnudez compartida, física y emocional. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, sin el sarcasmo habitual.
—Buenos días —murmuró Rein, su voz ronca por el sueño y el uso.
—Buenos días, Ji Won —respondió Eujin, su voz igualmente grave.
No hubo necesidad de palabras. La mano de Eujin se movió automáticamente hacia su cintura, atrayéndola más cerca. La mano de Rein se posó sobre su pecho. Ya no podían fingir que los límites existían. Los cuerpos se tocaron, la conexión se sintió como una necesidad física.
Eujin se inclinó y la besó. El beso fue lento, saboreado, una promesa de que la noche anterior no había sido un error impulsivo, sino el inicio de algo. Los besos pronto se convirtieron en toques.
—Tenemos que parar —susurró Rein, aunque su mano estaba explorando el contorno de su mandíbula.
—Lo sé —dijo Eujin, besándole el cuello, su aliento caliente contra su piel. Misión. Contrato. Peligro. Las palabras eran ahora susurros distantes.
Finalmente, Rein se alejó, sentándose en la cama y cubriéndose con la sábana.
—Tenemos que hablar. Lo que pasó... no puede pasar.
—Ya pasó —corrigió Eujin, sentándose también, el músculo de su espalda tenso.
—Sí. Pero no podemos dejar que esto cambie la dinámica en la escuela. Somos la Heredera y el Protegido. Y Dae Kim nos está vigilando como un halcón. No podemos ser débiles.
—Estamos de acuerdo, es nuestro secreto. Seremos discretos.
Rein lo miró, y una chispa de su sarcasmo habitual regresó, mezclado con un tono juguetón que era peligrosamente nuevo.
—Bien. Discreción. Pero no olvides, mercenario —Rein se inclinó y besó su hombro, su tono era una advertencia cariñosa—: A partir de anoche, me perteneces completamente. Y yo no comparto mis pertenencias. Si te acercas a Yuna o a cualquier otra, te juro que arruinaré tu nueva vida.
Eujin sonrió. Era una amenaza, pero estaba llena de una posesividad que le resultó embriagadora.
—Entendido. Soy solo tuyo, Ji Won.
—Bien. Ahora, levántate. Tenemos que volver a nuestros papeles antes de que mi padre note que mi taquicardia de medianoche duró toda la noche.
...La Quietud Sospechosa...
Cuando Rein y Eujin llegaron a Tae Son, el cambio era imperceptible para la mayoría, pero notable para los observadores clave.
Rein llevaba su uniforme con la misma precisión, pero su paso era más ligero. Su rostro era inexpresivo, pero la frialdad habitual había sido reemplazada por una tranquilidad inusual. Parecía inexplicablemente feliz, aunque trataba de ocultarlo con un enfoque intenso en su tableta.
Eujin, a su lado, estaba más atento que nunca, sus ojos escanearon el perímetro, pero su aura de confianza era más relajada.
Dae Kim, sentado en la cafetería, los observó con una curiosidad ácida. Dae esperaba tensión, discusiones o, al menos, la distancia que había sido la norma. En cambio, había una extraña quietud.
En el descanso de la mañana, Dae se acercó a Rein con una sonrisa forzada.
—Rein. Eujin. Qué sorpresa. Los noto… inusualmente tranquilos después de la semana de exámenes. ¿El estudio fue tan agotador que los ha dejado mudos?
—No, Dae. Simplemente estoy satisfecha con el resultado —dijo Rein, sin mirarlo, su voz era monótona, pero sin la acidez habitual.
Dae sintió que algo andaba mal. Normalmente, Rein lo habría desmantelado con una frase, y Eujin habría saltado a la defensa. Hoy, Eujin solo asintió con una sonrisa educada.
—Sacamos buenas notas, Dae. La disciplina de Rein es admirable —dijo Eujin, con un tono neutro que frustró a Dae.
—Bien. Me alegro por el chico de la caridad —siseó Dae.
Rein finalmente lo miró. Pero en lugar de enojarse, ella solo tomó un sorbo de su café helado y sonrió ligeramente.
—No te preocupes por su vida, Dae. Preocúpate por la tuya. La ambición sin control es la caída de muchos políticos.
Yuna Lee se acercó, lista para su dosis diaria de insultos sarcásticos con Rein.
—¡Vaya, vaya! La Reina de Hielo está de buen humor. ¿Una buena noche de sueño, Rein?
Rein se giró hacia Yuna, y por primera vez en años, no respondió con un insulto.
—Una excelente noche, Yuna. Deberías intentarlo a veces. Te ves cansada. —la tranquilidad de Rein dejó boquiabiertos a sus expectadores, la pelinegra desvío su mirada un momento a la ropa de la rubia —Por cierto, me gusta tu bolso. Es una excelente elección.
Yuna se quedó en shock. La Reina de Hielo le había dado un cumplido, aunque fuera a través de un tono distante. La dejó completamente sin palabras.
Eujin tuvo que luchar por reprimir una sonrisa. Rein, relajada por el sexo, era peligrosamente amable.
# El Anuncio de Italia
El evento del día llegó en forma de un anuncio del director durante la asamblea.
—¡El Instituto Tae Son se complace en anunciar que, como premio a su excelencia en los exámenes, la próxima semana la clase de último año viajará a Roma y Milán, Italia, para una inmersión cultural!
El salón estalló en vítores. Rein se quedó helada. Italia. Europa.
Eujin, a su lado, se tensó. Su instinto militar se activó de inmediato. Un viaje al extranjero. Múltiples entornos. Seguridad comprometida. Era el peor escenario posible.
Rein se inclinó hacia Eujin, su voz un susurro cargado de ansiedad.
—¿Italia? ¿Están locos? Es un objetivo fácil.
—Lo sé —respondió Eujin, con el rostro de su máscara de concentración—. Tendremos que hablar de seguridad.
Dae Kim se acercó, su rostro radiante.
—¡Roma! Perfecto, Rein. Podremos tener cenas a la luz de las velas. El ambiente romántico será ideal para que te convenzas de que ser mi esposa es tu destino.
—No te emociones, Dae. Es un viaje cultural, no un reality show de citas —dijo Rein, su sarcasmo regresó, pero era una defensa contra la ansiedad, no contra Dae.
Eujin intervino con una sonrisa fría.
—Me alegra la noticia, Dae. Me encantaría ver la arquitectura romana. Es más honesta que la política.
Dae captó el golpe. El juego entre ellos era constante, pero el viaje a Italia era una nueva etapa en el tablero.
...La Paranoia de Chae Ji Won...
Esa tarde, el ambiente en la mansión Ji Won era denso, mucho más tenso que la noche de la gala.
Rein y Eujin habían regresado de la escuela, y Chae Ji Won los interceptó en el vestíbulo, su rostro era una máscara de preocupación. Había algo en sus ojos, una paranoia palpable.
—Rein, Eujin. A mi oficina. Ahora.
La orden era inusual. Chae era formal, pero nunca tan directo.
En la oficina, Chae caminaba de un lado a otro, su figura alta proyectaba sombras nerviosas.
—Sé que se están escapando. No me mientan. Los informes de seguridad son claros: hay lapsos en las cámaras, códigos que se reconfiguran. Sé que estás usando tu moto para salir, Rein.
Rein se quedó en silencio. No iba a mentir; ya había fallado en su promesa de no mentirle a su padre.
—Lo hago por un poco de libertad, papá. No es nada.
—¡No es nada! —exclamó Chae, golpeando el escritorio—. La próxima semana irán a Italia. ¿Crees que no van a estar en peligro? ¡Son un objetivo!
Chae se calmó, su mirada se posó en Eujin, quien se mantenía en silencio, con la postura de un soldado.
—Eujin, sé que tienes talento. Por eso te tengo aquí. Pero tú también estás corriendo un riesgo innecesario al salir con ella. Por los próximos días, no quiero que salgan. Ni a la ciudad, ni del recinto. Quiero máxima seguridad.
—Entendido, señor Ji Won —dijo Eujin.
Chae tomó una carpeta de su escritorio, su mano temblaba ligeramente.
—Eujin, quiero hablar contigo a solas. Rein, ve a tu habitación. Es tarde.
La orden para Rein fue extrañamente suave, protectora.
Rein miró a Eujin. Había algo en la urgencia de su padre que la asustó. Su mirada se encontró con la de Eujin.
Ella se acercó a Eujin como si fuera un movimiento casual. Se inclinó, su aliento era un susurro íntimo solo para él.
—Ve con él. Escucha lo que tenga que decir. Pero después de eso, no importa qué, quiero verte. Ve a mi habitación. Necesito discutir cosas... importantes.
El "importantes" era un código nuevo. Sus ojos brillaban con el deseo de la noche anterior. Ella no estaba pidiendo una discusión sobre la seguridad. Estaba pidiendo la cercanía, la intimidad que se habían prometido esa mañana.
Eujin sintió el calor en su estómago. La Reina de Hielo estaba reclamando su territorio, y él estaba más que dispuesto a rendirse.
—Entendido, Ji Won. Trato hecho. No tardaré.
Rein asintió, le dio una mirada cargada de intenciones, y salió de la oficina, dejando a los dos hombres solos.
Chae Ji Won se desplomó en su silla, su rostro hundido. Le entregó la carpeta a Eujin.
—Esto llegó hoy. A la empresa. No a la casa.
Eujin abrió la carpeta. Dentro había una serie de documentos, todos en cirílico. Un idioma que solo él entendía perfectamente. Y en la última página, un dibujo simple, el logotipo de un antiguo batallón mercenario al que él había pertenecido, el mismo grupo que lo había secuestrado.
—¿Qué es esto, Eujin? —preguntó Chae, con la voz rota.
Eujin tradujo la amenaza en su mente, la traducción era escalofriante: era una solicitud de rescate y una amenaza directa. El grupo sabía que Chae tenía a Eujin.
—Señor Ji Won. Esto es... —Eujin respiró hondo, su expresión se volvió la del mercenario en modo de guerra—, es una amenaza de secuestro muy seria. No quieren dinero. Quieren algo de su tecnología de ciberseguridad. Y… me están usando a mí. Saben que estuve en Moscú. Pero hay algo más.
Eujin sintió que la sangre se le helaba. El último párrafo del mensaje, escrito con la misma caligrafía forzada que la nota de Rein, decía:
"Sabemos sobre la chica. La Sombra es útil. La heredera será el objetivo."
Eujin miró a Chae Ji Won. La amenaza de Rein no era una simple travesura escolar. El peligro era real. Su peor temor se había confirmado: lo habían encontrado.
—Señor Ji Won. Tenemos que hablar de Italia. La amenaza es real. Y es sobre Rein. Y sobre mí. Me han encontrado.