Sonia está perdidamente enamorada del mejor amigo de su hermano. Dante es 8 años más grande que ella por lo que sólo la ve cómo una niña.
A Sonia no le importa y cómo la vea el. Siempre está tratando de ganarselo. Pero al cumplir los 18 años de da por vencida ya que el se compromete con una mujer que aparentemente es perfecta.
Sonia decide dejar de ser una arrastrada y sale del país con el corazón roto. Y con la importante decisión de enamorarse de alguien más.
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Es mi prometido.
Al día siguiente.
...Sonia....
Estoy muy enojada. Cristián se fue de la casa anoche. Ahora debemos tener una relación secreta hasta que mi padre entré en razón. O hasta que decida casarme con el y gritarle a todo el mundo que estoy enamorada.
Llegué a mi oficina y le pedí un café a Linda. Ella lo llevó unos minutos después. Vaya que estaba siendo una secretaria eficiente y responsable. Aunque apenas lléva unos días. No puedo cantar victoria aún.
Me puse a trabajar, anoche no pude hacerlo pensando en quién fue el infeliz que le arrebató la vida a mi hermano. Mandé a investigar con un detective, sólo esperó que haga bien su trabajo y encuentre al asesino lo más pronto posible.
— Señorita Sonia le llegaron unas hermosas flores de su enamorado. — Linda trataba de ser formal pero es algo que no se le da.
— ¿Porqué tan formal.?
— Usted es mi jefa señorita Sonia.
— No tienes que decirme señorita. Es incómodo y más si lo dices tú.
— Yo tratando de ser educada y tú no me dejas.
— Se educada con el resto de los ejecutivos. Conmigo no.
— Okay. — Puso las flores sobre la mesa. Eran tulipanes, mis favoritos.
— Cristián es muy detallista. Hasta una tarjeta puso.
— ¿La leíste.?
— Claro que no. Yo soy una chica educada.
— Si claro. — No le creí y tomé la tarjeta.
"Se qué estás flores no cambian lo mal que te trate en el pasado. Sólo te pido que las aceptes cómo muestra de mi arrepentimiento."
— ¿Y bien.? ¿Qué dice.? — Linda en verdad no la había leído.
— No es de Cristián.
— ¿Aparte de el quién más sabe que los tulipanes son tus flores favoritas.?
— No sé si lo sabe o eligió a lo tonto y acertó.
— ¿Dante.?
— No entiendo porqué hace ésto. ¿Para que quiere mi perdón ahora.?
— Es obvio. Está enamorado de ti.
— No lo creó y si fuera eso que lo dudó. Ya debería saber que es demasiado tarde para tener una oportunidad. Le dejé claro que por el no siento nada.
— Pues tal vez no se lo dejaste tan claro.
— Tira esas flores.
— Sería un pecado tirar una flores han bellas.
— Entonces regalas, alegra el día de las mujeres de esa oficina.
— Si eso quieres.
Linda.
Vaya que a mí amigui le llueven los pretendientes. En el primer año de universidad el Man más popular le tiraba el perro y ella nunca lo acepto.
En segundo año el hijo de un político importante se interesó en ella y tampoco lo aceptó. Son lo únicos que pudieron tener una oportunidad, los demás eran chicos muy X, nerds, deportistas, presidentes del consejo estudiantil, miembros del consejo estudiantil, extranjeros. Etcétera.
Yo sabía que no salía con nadie porque todavía estaba enamorada de Dante, después supe que también tenía miedo de salir herida, y para tercer año me di cuenta de que no saldría con ningún chico, estaba completamente enamorada de Cristián. Se enamoró de él sin darse cuenta. Pero no aceptaba sus sentimientos.
El miedo que Dante había sembrado en ella era demasiado fuerte.
— ¿A dónde llevas esas flores.? — Preguntó Lulu, una chica con la que he hecho amistad estos días.
— Una para ti. — Saqué una flor del ramo y se la dí.
— ¿Enserio.?
— Mi jefa me pidió que las reparta.
— ¿Te ayudó.?
— Por favor. Ésto en verdad pesa. — Lulu me ayudó pero el ramo era tan grande que tardé más de lo que imaginaba.
Dante iba pasando y yo quise hacerlo enojar un poco.
— Un loco se las mandó pero la señorita Sonia no las quiso. Quería tirarlas a la basura.
— ¿Y sabes quién se las mandó.? — Las chicas chismosos nunca faltan en ningún lugar.
— Porsupuesto que no. La señorita Sonia no quiso decirme, pero estoy segura de que no soporta al tipo. Seguro es una persona idiota y desagradable. — Más que hablar parecía que estaba gritando. Sólo quería sacar de sus casillas a Dante.
— Señorita Linda. — Y parece que lo logré. Oculte mi sonrisa y voltee a verlo.
— Dígame señor Betancourt. — Ver su cara me hacia querer reír.
— No debería estar chismeando sobre su jefa.
— Lo siento. No era mi intención. — Fingí inocencia.
— ¿Dónde está Sonia.?
— En su oficina.
El se fue para allá y minutos después me fuí yo. No sin antes preparar unas ricas palomitas, ésto estaría mejor que mi novela de las 8.
...Sonia....
Parece que en lugar de ir a repartir flores fue a sembrarlas, cuidarlas y esperar a que florezcan.
Tocaron y supuse que era ella.
— Adelante.
— ¿Cómo estás.? — Dante entró con una expresión de disgusto.
— Mejor que tú. — Me reí en mis adentros. Verlo fuera de sus casillas es bastante agradable.
— ¿Regalaste las flores que te dí.?
— Si. De hecho pensaba tirarlas a la basura pero Linda no me dejó.
— ¿No son los tulipanes tus flores favoritas.?
— Vaya. Me impresionas. No imaginé que supieras algo sobre mi.
— Te conozco desde niña. Estuviste a mi lado tres años, claro que recuerdo cosas sobre ti.
Aplaudí.
— Me consuela saberlo.
— Deja de ser sarcástica por favor.
— ¿Estás enamorado de mi.?
— Qué directa eres.
— Siempre he sido así. Sólo respóndeme.
— Lo estoy. Desde que te encontré en ese centro comercial no dejé de pensar en tí y después...
— Okay. No me interesan los detalles. — Me ví un poco grosera al interumpir pero no me importa. — Seré franca. Yo no te amó. Así que deja de enviarme flores. Porqué si con eso estás pensando conseguir mi perdón estás equivocado.
— ¿No me vas a perdonar.?
— De hecho ya te perdone. Te lo dije antes, yo no vivo en el pasado, no quiero vivir mi presente llena de rencor. Pero tampoco pretendas que seamos amigos, yo la única relación que mantendré contigo será de compañeros de trabajo.
— ¿Y si no me doy por vencido.?
— Perderás tu tiempo. Mira yo soy buena onda, desde ya te estoy advirtiendo que no quiero nada contigo.
— Dices que me perdonaste pero en realidad todavía me odias.
— Nunca te odié. Durante dos años seguí amándote al grado de que no acepté salir con nadie. Pero ahora es diferente.
— ¿Sí ya no me amas porque no quieres tenerme cerca.?
— Yo tengo mis motivos.
— Dilos.
— No tienes porque saberlos. Es mi vida privada.
— ¿Hay alguien en esa vida privada.?
— Ya te lo dije. Vida privada. Vete.
El me observó unos minutos. Sonrió y no entendí el motivo de esa sonrisa.
— Eres hermosa.
— Lo se.
— También déjate de ser tímida. — Se acercó un poco y yo retrocedi.
— Viví en Europa. Es algo lógico.
— Cambiaste tú perfume.
¿Cómo sabía eso.?
— Okay. Por favor vete. — Su cercanía me estaba poniendo nerviosa. Y no me agrada estar nerviosa.
— Tú respiración se está volviendo pesada.
— Es porque tú robas mucho oxígeno al planeta.
Cristián.
Me ofrecieron hacer una exposición con mis pinturas. El lugar se veía maravilloso. Acepté y quise compartir mi felicidad con Sonia.
Al llegar a su oficina ví a Linda pegando oreja en su puerta. Lo gracioso era que mientras escuchaba comía palomitas.
— ¿Me invitas.? — Linda se sobresaltó y varías palomitas cayeron al suelo.
— ¿Qué haces aquí.?
— ¿Tú que haces en la puerta.?
— Yo... Pues yo...
— ¿Sonia sabe que la espías.?
— No. Pero será mejor que no lo sepa.
— Necesitó verla. ¿Puedes anunciar mi llegada.?
— Yo creó que esté sería un buen momento para que entres sin tocar.
— ¿Porqué lo dices.?
— Entra. — Abrió y me empujó a la oficina. Al ver la escena frente a sentí que mi sangre se calentó.
— Aléjate de ella. — Me acerqué y empuje a Dante. ¿Cómo se atrevía a estar tan cerca de mi novia?.
— No te metas. — Dijo el y se reincorporo.
— ¿Sonia estás bien.?
— Si.
— No te quiero cerca de ella.
— ¿Con que derecho me dices eso.? ¿Acaso eres su padre.?
— Soy su novio.
— ¿Qué.? — Me observó desconcertado. — ¿Eso es verdad.? — Observó a Sonia.
— No tengo porque darte explicaciones. Pero lo haré. Cristián no es mi novio. — ¿Qué.? ¿Acaso me estaba negando. — Cristian es mi prometido. Muy pronto nos vamos a casar. — Dante estaba en shock, y no era el único. ¿Acaso ya me había aceptado.? Una sonrisa inevitable apareció en mi rostro.