Alexander es un joven príncipe, que debido a sus responsabilidades está obligado a contraer matrimonio a sus veintiún años.
Para su buena suerte, o no. En su Reino existe una regla que le da la posibilidad de tener un mes para sí mismo, un mes en el cual él dejará de ser quien es para convertirse en una persona común.
Ahora bien, ¿Qué pasará durante ese mes? ¿La vida de Alexander cambiará a causa de lo que está por vivir?
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Un trío de confianza
Capítulo 5:
El salón de juegos del Palacio de Aureum, decorado con elegancia sobria, era uno de los pocos espacios donde Alexander podía relajarse sin la carga constante de la formalidad que conllevaba su titulo. Ese lugar, con su mesa de billar, sofás de cuero y una discreta barra de bebidas, no solo era su refugio personal, sino también el escenario de muchas de sus conversaciones más sinceras con sus dos amigos: Ethan y Lucas. Precisamente allí estaban ambos jóvenes dos días después esperando a que su amigo regresara de otra de sus reuniones interminables y aburridas.
Ethan, como siempre, estaba sentado en su rincón habitual, con un refresco en una mano y un libro en la otra. Era metódico y disciplinado, con una postura que denotaba respeto incluso en los momentos más informales. Su traje impecablemente planchado y su cabello castaño siempre en su lugar hablaban de su carácter: organizado, confiable y era el perfecto contraste a la energía caótica de Lucas. Ethan no era solo un amigo, si no también un consejero para Alexander; era la voz de la razón que equilibraba las emociones del príncipe y, muchas veces, las locuras de Lucas.
Por otro lado, Lucas era la definición misma de desorden. Su camisa a veces mal abotonada, los rizos rubios que siempre parecían haber sobrevivido a un huracán y su eterna sonrisa traviesa reflejaban su personalidad. Era el hijo del Maestro de Armas, pero no compartía el rigor y la disciplina de su padre. Si había una regla en el palacio, Lucas probablemente ya la había roto y se había reído de ello. Era impulsivo y temerario, pero también poseía un encanto magnético y una lealtad inquebrantable hacia sus amigos.
Ese día, Lucas había vuelto a sus travesuras. Con un taco de billar en la mano, golpeaba las bolas sin un objetivo claro, mientras Ethan lo observaba con resignación desde su sillón.
— Te lo digo en serio, Ethan, mi idea del secuestro es perfecta— insistió Lucas, girando el taco con un movimiento despreocupado— Si llevamos a Alex a una isla desierta, nadie podrá obligarlo a casarse. Pues primero tendrán que encontrarlo.
Ethan levantó la mirada de su libro, frunciendo el ceño con escepticismo.
— Lucas, tu capacidad para idear planes absurdos nunca deja de sorprenderme. ¿Qué harías después de un año en la isla? ¿Esconderlo en una cueva?
Lucas sonrió, alzando las manos en un gesto dramático.
— ¡Exacto! Lo haríamos un héroe perdido en la naturaleza. Volvería al reino como una leyenda.
Ethan dejó el libro a un lado, cruzándose de brazos.
— ¿Y qué pasa cuando la reina descubra que su único heredero ha desaparecido? Porque déjame recordarte que probablemente sería el fin para todos nosotros.
Lucas se dejó caer en el sofá junto a Ethan, fingiendo una mueca de derrota.
— Siempre arruinas mi diversión. Por eso no eres el mejor amigo favorito de Alex.
Ethan arqueó una ceja.
— ¿Ah, sí? Porque la última vez que lo vi, Si mal no recuerdo Alex estaba riéndose de tu idea de usar un uniforme de guardia para colarte en su reunión.
— ¡Funcionó, por cierto!— replicó Lucas, sacudiendo su dedo con orgullo— Entré, comí galletas y me fui sin que nadie se diera cuenta.
En ese momento, Alexander apareció en la puerta. Su porte era impecable, pero el leve cansancio en su rostro delataba las horas que había pasado con el Consejo Real. Al ver a Ethan y Lucas discutiendo, una sonrisa asomó en sus labios.
— ¿Qué están planeando ahora?— preguntó, dejando caer su chaqueta sobre una silla cercana.
Lucas fue el primero en responder, poniéndose de pie con una reverencia exagerada.
— Alteza, solo estoy sugiriendo maneras de salvarte de tu trágico destino matrimonial. Y aquí, Ethan, como siempre, insiste en ser un aguafiestas.
Alexander cruzó los brazos, mirando a Ethan con una expresión divertida.
— ¿Y cuál es tu opinión?
— Que lo único más trágico que ese matrimonio sería seguir los consejos de Lucas— respondió Ethan, con su típica seriedad.
Los tres rieron, y Alexander se dejó caer en uno de los sillones, dejando escapar un suspiro al relajarse por primera vez en todo el día.
— Hablando en serio— dijo Lucas, tomando asiento frente a él— ¿has hablado con tu madre sobre ese mes especial? No te olvides mencionarle que Ethan y yo vamos contigo. No puedes vivir algo tan emocionante sin nosotros.
Ethan asintió, aunque con menos entusiasmo.
— No puedo decir que me emocione la idea de dejar el palacio, pero si ese mes te ayuda, Alexander, estaré ahí.
Alexander los miró, agradecido.
— Aún no he hablado con mi madre, pero cuando lo haga me voy a aaeecurar de que quede claro que lo quiero con ustedes. Pero necesito que ambos prometan que no dejarán que Lucas me meta en problemas.
Lucas fingió indignación, llevándose una mano al pecho.
— ¡Yo? ¿Meterte en problemas? Nunca.
Ethan y Alexander se miraron, compartiendo una sonrisa cómplice. A pesar de sus diferencias, los tres compartían un vínculo inquebrantable. Lucas era el fuego que encendía las aventuras, Ethan era el ancla que los mantenía en equilibrio, y Alexander era el corazón que los unía.
Esa noche, mientras el sol se ocultaba tras las colinas que rodeaban el palacio, los tres amigos se reunieron en la terraza del palacio, riendo y compartiendo anécdotas de sus travesuras pasadas. Aunque el futuro de Alexander estaba lleno de incertidumbre, en ese momento, con Ethan y Lucas a su lado, sintió que podía enfrentarlo todo.
. veremos!!
Pobre Charlotte, enamorada de Ethan y tener que guardar su sentimientos
Eso sí super la historia me encanta