Valeria Intriago y Esteban Miller son una pareja que parece perfecta, pero todo se derrumba cuando ella descubre que él la engaña con su mejor amiga, Camila García. Devastada, Valeria decide vengarse y comienza un juego peligroso de seducción con el hermano de Esteban, quien también tiene sus propios secretos oscuros.
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Sombras del Pasado
La noche era fría y silenciosa cuando Damián detuvo su coche frente a la casa de Valeria.
Desde el asiento del conductor, la observó de reojo. Seguía impecable, segura de sí misma, con ese aire de mujer que había renacido de las cenizas.
—Gracias por traerme, Damián. Su voz sonó suave, pero con un matiz de insinuación.
Damián giró el rostro y la miró con esa expresión impenetrable que siempre llevaba.
—No hay de qué.
Valeria sonrió y se inclinó un poco hacia él.
—¿No quieres pasar a tomar algo?
Damián la estudió por un momento. Sabía exactamente a dónde quería llegar Valeria, pero él no era un hombre que se dejara manipular fácilmente.
—Para la próxima vez. Su voz fue firme, sin titubeos.
Valeria no pareció decepcionada. Al contrario, una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios.
Se acercó lentamente y, antes de bajar del coche, le dio un beso en la mejilla, tan cerca de sus labios que su respiración rozó su piel.
Damián no se movió, pero sintió el ligero cosquilleo de su aliento.
Era un juego.
Cuando Valeria se alejó, le lanzó una última mirada antes de abrir la puerta y entrar en su casa.
Damián la observó por unos segundos más antes de arrancar el coche y perderse en la noche.
Pero su mente no estaba tranquila.
Mientras manejaba hacia su penthouse, el eco de su pasado comenzó a resonar en su cabeza.
Esteban y él nunca fueron hermanos unidos.
Desde que tenían memoria, su relación había sido una competencia constante.
Su padre, el poderoso Federico Miller, siempre comparaba a sus hijos.
—Mira a Esteban, Damián. Él sabe cómo socializar, cómo manejar a la gente.
—Deberías ser más como Damián, Esteban. Él es disciplinado y metódico. No todo es hablar bonito.
Palabras que sembraron una rivalidad que con los años se transformó en resentimiento.
Esteban era el hijo que sabía cómo agradar a todos, el que tenía el carisma y la sonrisa perfecta.
Damián, en cambio, era el que trabajaba en silencio, el que construía su éxito sin necesidad de reconocimiento.
Pero lo que realmente fracturó su relación…
Fue una mujer.
Un nombre que Damián había enterrado en lo más profundo de su memoria.
Sofía.
La primera mujer que Damián había amado de verdad.
Y la misma que Esteban le arrebató.
Era una historia antigua, pero la cicatriz seguía allí.
Damián había confiado en Sofía, le había dado su corazón sin reservas. Pensó que ella lo amaba.
Hasta que la encontró en los brazos de su propio hermano.
La escena quedó grabada en su mente como una marca imborrable.
Sofía suplicando, diciendo que había sido un error.
Esteban con su sonrisa arrogante, diciéndole que no debía tomárselo tan en serio.
—Vamos, Damián, las mujeres vienen y van. No puedes enojarte por una cualquiera.
Pero Sofía no era cualquiera para él.
Fue en ese momento cuando Damián comprendió algo.
Esteban no solo era un hermano traicionero.
Era un hombre que disfrutaba de destruir lo que otros valoraban.
Y ahora, años después, Valeria aparecía en su vida como un eco del pasado.
El destino tenía un extraño sentido del humor.
Porque ahora, Esteban estaba del otro lado.
Y Valeria…
Ella no era como Sofía.
Sofía era frágil, débil, fácil de manipular.
Valeria era fuego.
Fuego que ardía con deseos de venganza.
Y lo más curioso era que Damián no sabía si estaba dispuesto a apagarlo… o a avivarlo.
Al llegar a su penthouse, se detuvo frente a la ventana, con la ciudad iluminada a sus pies.
Aún podía sentir el leve roce del beso de Valeria cerca de sus labios.