⚠️ Contiene suicidio, depresión, transtorno de estrés postraumático, dependencia emocional, violencia, abuso, rasgos de psicopatía, sadismo, contenido +18 (censurado) y una relación poliamorosa.
John, un omega que se ha cansado de vivir. Decide que ya no hay sentido alguno, se sumerge en el lago pinos susurrantes y allí deja escapar su vida. Tercer intento fallido, pero ahora todo es diferente. Al parecer en ese mundo nadie conoce a los omegas y la persona que más le hizo daño, ha muerto. John descubre en este mundo la delicadeza que las personas pueden tener pero que él nunca conoció en su antiguo mundo, el doctor Jeison. El Dr se muestra amable, atento y cuidadoso de una manera que John no ha experimentado. Lleno de cicatrices tanto en su cuerpo como en su corazón, ignora el hecho de que quien acaricia su nariz es un lobo disfrazado de oveja.
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Recuerdos y deseos.
John
Había pasado todo el fin de semana descansando. No había hecho nada más que dormir y comer. Y, por supuesto, jugar con los lobos. Ahora ellos me conocían. No tenía mucha fuerza en mi cuerpo, así que los encuentros eran muy pocos, pero cada vez que bajaba acariciaba su pelaje, ya que el Dr. no permitía que se subieran a la cama.
El Dr. disfrutaba durmiendo conmigo, había mencionado que le hacía sentir bien, así que me había permitido descansar en su cama y hacer su habitación también la mía. Además, me había prometido salir a comprar ropa una vez que estuviera mejor, y para eso, había mejorado mi dieta. Ahora podía comer carne. Aún recordaba esa sensación de jugosidad increíble que inundó mi boca, liberando un sabor sabroso y salado que me hizo salivar instantáneamente. Cada bocado se sentía más reconfortante y satisfactorio que el anterior. Saboreé y disfruté de cada momento como si fuera el último, porque ya era la primera vez.
Debido a que mi estómago no estaba acostumbrado a comer demasiado, siempre dejaba comida en el plato. El Dr. me había recomendado comer poco y tener refrigerios entre las comidas para que mi estómago se adaptara fácilmente. Me había estado cuidando todo el tiempo libre, pero ahora debía empezar a trabajar nuevamente. Todavía no tenía ropa, así que seguía usando la suya. Sus camisetas anchas y grandes eran bastante cómodas.
–Ya es hora de irme, avisaré a Stiv si debo salir por negocios y él te avisará–. Asentí.
–Que te vaya muy bien y regresa a salvo–, dije. De verdad anhelaba eso.
El Dr. se acercó y besó mi frente.
–Tal vez no deba hacer el viaje y vuelva esta misma noche... Aun así, debes comer todo lo que Stiv te dé, y también puedes jugar con Esparta y Dom en el patio si así lo deseas y te sientes bien–, indicó.
–Está bien, tendré mucho cuidado para mejorarme pronto–. El Dr. acarició mi cabeza y continuación salió de la habitación.
Realmente tenía ganas de mejorar y estar saludable para el Dr., no importaba si este me veía como una mascota. Quería que me siguiera consintiendo de la manera en que lo hacía. Jamás había tenido tantas ganas de vivir y es que no había tenido por qué vivir. Comería lo que Stiv le diera y si el Dr. tenía que viajar, entonces estaría bien cuando él regresara.
Me sentí motivado y me levanté de la cama. Me asomé en la ventana y vi al Dr. subirse al auto y después a Manuel. Mi corazón palpitó fuerte, realmente deseaba que volviera esa misma noche. Debía buscar a Esparta y a Dom para jugar con ellos. Salí de la habitación y me dirigí al patio, pero llegué a la entrada. Aún no podía identificar los caminos, la casa era demasiado grande, pero el Dr. se la enseñaría. Me dirigí hacia una puerta con una ventana en el medio y vi a Stiv con una mujer. No quise interrumpir, así que retrocedí sin que se diera cuenta y me dirigí a otra puerta que estaba al otro lado.
No supe cuántas puertas abrí y cerré, pero después de un tiempo había encontrado la del patio. Esparta y Dom estaban allí, cuando me vieron movieron sus colas y se acercaron. La brisa congeló mis piernas al descubierto, los pantalones del Dr. no me quedaban y no podía usarlos, y la camiseta no abrigaba mucho. Dejé pasar a los lobos y, subiendo las escaleras, permití que ellos me llevaran a la habitación, porque si yo lo hacía seguro nos perderíamos y ya me sentía muy cansado. Llegaron antes que yo, así que me esperaron tranquilamente en la puerta. Nunca había convivido con animales de esa manera, no sabía nada de ellos, pero estaba seguro de que ellos comprendían que no era tan fuerte y me tenían paciencia.
Entramos y se recostaron en el piso, al lado de donde yo siempre estaba. Me senté en el borde de la cama y empecé a acariciarlos, su pelaje era suave. Abrí el cajón de la mesa de noche y saqué la pelota. Ambos lobos se sentaron y estuvieron muy atentos. Lancé la pelota y ellos fueron por ella muy delicadamente.
–Prometo que cuando tenga más fuerza iremos al patio y les lanzaré la pelota muy lejos– dije mientras me entregaban la pelota.
–¿Bien? –pregunté y acaricié sus cabezas, ambos se acercaron más y los seguí consintiendo.
Me sentí mareado de repente, así que dejé caer la pelota. Mi cabeza dolía y me sentí acalorado. Mi celo se acercaba y no tenía ningún tipo de medicina que me ayudara con esto. Dom me entregó la pelota mientras chillaba.
–Lamento que haya sido tan corto, me recostaré ahora– Ambos lobos quedaron sentados, Esparta se acercó y colocó su hocico en la cama llorando.
–¿Quieren subir? Yo… no podría, el Dr. podría enfadarse conmigo– Pero eso no le importó a Esparta, él siguió llorando y Dom se recostó en el suelo. Si los dejaba subir, ¿el Dr. se daría cuenta? ¿Se enfadaría? ¿Lo castigaría? Él no se daría cuenta. Podía ser solo esta vez, solo esta vez los dejaría subir y sacudiría la cama.
Me corrí hasta la otra orilla y golpeé suavemente la cama mientras los llamaba.
–Ven, Esparta. Ven, Dom. Acompáñenme a dormir, ¿sí? No le diremos nada al Dr. – Esparta se subió y Dom se levantó y estuvo mirándome a mí y luego a Esparta.
–Ven, Dom, sube, el Dr. no se va a enterar. Si ustedes no dicen nada, yo tampoco– Dom por fin se subió y se acomodó encima de mi brazo, Esparta ya estaba recostado en mis pies. Eran tan calientitos y suaves, mi corazón se estremeció de ternura. Todos nos quedamos dormidos después.
Cuando Stiv tocó la puerta, todos nos levantamos al mismo tiempo.
–Un momento– dije. Me bajé de la cama y Esparta y Dom hicieron lo mismo después de mí.
–¿Está bien, Sr.?– Preguntó Stiv.
–Sí, solo estaba jugando con Esparta y Dom– respondí mientras abría la puerta.
–El Sr. me ha dicho que no debo hacer mucho esfuerzo, así que cualquier cosa, puede pedírmelo a mí– Stiv me entregó un jugo rosado.
–Es un batido de avena, remolacha y banano, también le eché un poco de canela para el sabor– Bebí del vaso y estaba realmente delicioso.
–Te quedó estupendo, Stiv– dije sonriendo.
–Puede llamarme solo Stiv– Asentí.
Stiv miró hacia la cama y frunció el ceño. Respiré profundo y esperé que no se diera cuenta. Él solo suspiró y dijo.
–Muy bien, entonces me iré– Stiv salió de la habitación.
Cuando terminé el batido, dejé el vaso vacío en la mesa. Miré el reloj de la pared: eran las 10:30. Hacía unas horas que el Dr. ya se había ido, pero ya quería que volviera. Esparta ladró y se sentó frente a la cama, sentí que él me estaba pidiendo que nos volviéramos a acostar.
–Dame un momento, tomaré uno de los libros– No podía leer bien y fluidamente, pero me gustaba leer. Revisé los libros y todos eran de biología. Tomé cualquiera. Practicaría mi lectura. Habían palabras difíciles que no entendía, sería difícil entender el libro, pero igualmente lo leería, eso me ayudaría con la fluidez.
Me acosté sentado en la cama y Esparta y Dom estaban esperando la orden para subir.
–Ven– dije golpeando la cama. Ellos se subieron y tomaron sus posiciones anteriores.
Empecé a leer el libro en voz alta, me trababa mucho y a veces debía leer en voz alta varias veces para pronunciarlo bien. Agradecí a Keith que me enseñara a leer, aunque había libros para practicar, las historias que Keith contaba de noche eran más divertidas. A los 16, cuando había escapado de casa, me había encontrado con una mujer omega que me había llevado a un edificio donde solo residían omegas. La mayoría habían escapado de casa o los habían dejado ahí desde pequeños. Allí había compartido una habitación con Carely, Keith y Sandra. Ellos eran las personas más cercanas que había conocido.
Aun así, después de un par de años, estábamos todos separados. Carely, como omega dominante, debía estar en constante fuga, por lo que lo más probable es que haya cambiado toda su información para poder desaparecer. Ser omega dominante era ser una presa demasiado valiosa para las familias con alfas dominantes, ya que solo ellos podían dar a luz alfas dominantes. Keith, por otro lado, era de una buena familia omega y sus padres lo cuidaban. Sin embargo, una vez que lo comprometieron, prefirió escapar de casa. Su familia siempre supo dónde se encontraba, ya que ellos me daban comida a mí para que Keith se alimentara. Después de unos meses, todo se resolvió y, bajo un acuerdo que le permitía casarse con quien amara, él volvió a su hogar. La historia de Sandra era similar, pero ella había escapado de su esposo, quien la maltrataba. En dos ocasiones había quedado embarazada y, debido a los golpes de su marido, había perdido los bebés.
Realmente deseaba que todos estuvieran bien y a salvo. Todos merecían estarlo.
*Está preciosura es John* Contenido de IA.