Camila se encuentra atrapada en un matrimonio lleno de engaños por parte de su esposo, quien busca beneficiarse económicamente. Además, un hombre multimillonario que oculta su fortuna para pasar desapercibido se cruzará en su camino llenandola de amor ¿dejara su ex que sea feliz?.
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Capitulo 7 - La Sombra de la Desconfianza
Al regresar de la luna de miel la relación entre Camila y Daniel era un poco extraña, para todos eran la pareja perfecta y en cierta forma lo eran, entre ellos nunca había un si o un no, las cosas se solucionaban rápidamente, ya que usualmente Daniel le daba la razón en todo y se adaptaba a lo que ella quería.
Cada uno terminó de estudiar en la universidad y se dedicaban a sus carreras en sus respectivas empresas, a la vez que siempre tenían tiempo para asistir a eventos, siempre se les podía ver juntos, aunque Camila sentía que a su relación le hacía falta algo.
Daniel siempre estaba pendiente de cada cosa, nunca olvidó un cumpleaños o un aniversario y poco a poco su trabajo lo fue absorbiendo haciendo que comenzara a llegar tarde a casa y en ocasiones le tocaba trabajar fines de semana, a la vez que los viajes eran cada vez más frecuentes.
El tiempo siguió pasando y ya tenían casi cinco años de haberse dado el sí, quiero ante un altar rebosante de promesas y esperanzas de un futuro compartido.
Lentamente Camila y Daniel descubrieron que su matrimonio comenzaba a tambalearse sobre un abismo de silencios no pronunciados y distancias emocionales que crecían como malas hierbas en un jardín descuidado, y que ninguno de los dos hacía nada por cuidar.
Al principio, Camila hizo esfuerzos sobrehumanos por convencerse a sí misma de que era la rutina, la presión normal del matrimonio, la que jugaba trucos a su percepción, haciéndole creer que el corazón de Daniel se alejaba.
Aun así, no podía ignorar la insistente voz en su interior que le gritaba que algo profundo y esencial se estaba desmoronando entre ellos, en ciertas ocasiones intentaba reencender la chispa entre ellos, sin obtener ningún resultado.
No había cena que los hiciera reconectar o alguna lencería que despertara esa vieja pasión, muchas noches pasaron en las que se quedó dormida esperando que él llegara, y cuando ella se levantaba ya se había ido.
Las pequeñas alarmas empezaron a sonar en su cabeza cuando ella, salía del trabajo rápido con la esperanza de encontrarlo en casa después de algún viaje para encontrarlo a menudo con la vacía y silenciosa recepción de su hogar.
Daniel, que antes llegaba puntual para compartir con ella la cena, comenzó a acumular excusas para justificar su tardanza. Camila trató de entender, de ser la esposa comprensiva que su esposo trabajador merecía, pero la repetitiva escena empezó a hacer mella en su confianza.
Las cancelaciones de planes se convirtieron en una constante, como por ejemplo aquel viaje a la playa planeado con meses de anticipación, la cena de aniversario que fue solo eso una cena porque había algo urgente en la oficina, incluso los pequeños gestos como ver una serie juntos en el sofá, todo comenzaba a disolverse como azúcar en un vaso de agua turbia.
Cuando ella le preguntaba acerca de lo que sucedía la respuesta habitual era que estaba pasando por una temporada alta en la oficina, su voz sonaba esquiva y su mirada se perdía en un punto indescifrable detrás de Camila.
Daniel trataba de calmarla y ganar tiempo diciéndole que pronto volverían a la normalidad, la consolaba con un beso fugaz en los labios y salía corriendo de casa, por lo que la normalidad era ahora una habitación llena de preguntas sin respuesta.
Un montón de dudas comenzaron a aparecer en la mente de Camila ¿Dónde estaría Daniel en esos momentos en que su sitio a la mesa permanecía vacío? ¿Con quién compartiría sus horas, ahora que parecían tan escasas en su vida matrimonial?
Cada una de estas dudas se instalaron en el corazón de Camila como inquilinos indeseados, demasiado pesados para ignorar y demasiado dolorosos para enfrentar.
Una noche, mientras las manecillas del reloj parecían reírse con su marcha implacable, y la cena se enfriaba en la mesa, Camila decidió confrontar la situación, por lo que decidió esperar a que Daniel regresara.
-Tenemos que hablar - fueron las palabras que rompieron el silencio cuando él, con su maletín aún en mano y la mirada cansada, cruzó la puerta
-Ya sé lo que vas a decir, pero debo decirte que tengo demasiadas presiones en el trabajo, estoy encima de un proyecto que consume cada una de mis horas y pensamientos, ya que es algo bastante grande y demanda toda mi atención – Daniel intentaba sonar lo más sincero posible
Camila escuchaba, procesaba y buscaba en las palabras de Daniel el eco de la verdad, aunque muchas de las cosas que salían por su boca resonaba con sinceridad.
La intuición de Camila encendía esa pequeña chispa de certeza que solo enciende la cercanía íntima con otro ser humano y sentía que en toda esa palabrería había una omisión, sentía que había un espacio en blanco que Daniel aún no se atrevía a colorear con la verdad y era esa verdad a la que ella tanto le temía.
Ella estaba rígida en la esquina del sofá, retorciendo nerviosamente una servilleta entre sus dedos, mientras que los ojos cansados y vacilantes de Daniel veían a Camila.
-¿Por qué llegas tarde cada noche? – esa era la duda principal de Camila y no podía evitar que sus palabras estén empapadas en acusación
- El trabajo ha estado insoportable estos últimos meses\, ha habido un proyecto tras otro\, y siempre se espera que yo resuelva todo
-No tienes tiempo ni siquiera de enviarme un mensaje ¿Acaso no hay un momento, solo uno, en toda tu jornada para pensar en mí? ¿Para considerar que te espero?
- Tienes razón\, no hay excusa para eso\, es solo que cuando me doy cuenta\, el tiempo ha volado\, y – Camila no lo dejó terminar de hablar
-¿Y qué? ¿no puedes dedicarme un segundo de tu tiempo?
-He estado abrumado, no solo es el trabajo, es... - se detiene, luchando por continuar
-¿Nuestro matrimonio te está abrumando?
-Sí... Nuestro matrimonio… debo aceptar que algo ha cambiado entre nosotros y no es tu culpa, hay algo en mí que ha cambiado – su voz sonaba triste
-¿Ya no me amas? – la voz de Camila era casi un susurro
-¡No, no es eso! Te amo, Camila, pero... siento que estoy fallando en todo y eso incluye nuestra relación, quisiera darte más y no lo estoy haciendo
-¿Hay alguien otra persona, Daniel? – esa era la respuesta esencial de toda la conversación
-No, no hay nadie más, mi corazón no tiene espacio para nadie que no seas tú, pero mi tiempo se divide entre tú, la empresa y mis colegas del trabajo, me he dejado absorber por mis labores y he dejado de compartir momentos contigo, lo siento mucho
-Siento que has construido un muro entre nosotros, y no sé cómo derribarlo, eso me lleva a pensar que existe otra persona y si es así prefiero saberlo por ti que por cualquier otra persona – Camila esperaba que él lo siguiera negando y que todo cambiara a su favor
-No existe otra persona, sé que me he cerrado y quiero recuperar lo que teníamos, voy a cambiar, ya verás – una luz de esperanza se encendió en el pecho de ella