Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Don Mandón
Diana.
Después de nuestro altercado en la piscina, el idiota me ha dejado un poco más en paz. De verdad que me pone, Madre mía, que quisiera ahorcarlo con mis propias manos, pero no soy una criminal y eso sería un desperdicio, porque el hijo de su Santa Madre, está como quiere, eso sí. Hoy tenemos que asistir a una cena en casa de unos amigos de los padres de Teodoro, según él, debo evitar que su hija empalagosa se le acerque. A veces me pregunto si a este tío le gustan las mujeres, es demasiado quisquilloso, ya hasta miedo me da preguntar.
- Espero que uses algo no tan... - me mira de pies a cabeza como si tuviera sarna - revelador, de verdad por una vez hazme caso.
- Pero, ¿cómo coño crees que voy a ocultar a mis niñas, tío?
- No sé, colócate un hábito, ¿qué sé yo?
Ruedo mis ojos ante sus comentarios, él no me manda, yo le estoy brindando un servicio de acompañante, no soy su puta esclava, que vaya que le den.
Enojada me voy a la habitación que los dos compartimos y me lanzo a la cama, ¿no les ha pasado que luego de que aceptan un trabajo, solo quieren salir corriendo? Juro que me siento frustrada cada que él me habla de esa manera, si no fuera porque la paga es muy buena y la necesito para mandarle a mi madre y a mi hermanita, aparte debo pagar servicios y alimentación, me largaría de aquí. Mi belleza me trajo aquí, vine a esta ciudad con sueños, quería hacerme profesional, pero tuve que abandonar mis sueños cuando me encontré sola y casi durmiendo en la calle. Si no fuera por Susana, quién sabe que sería de mí.
Manolo era en aquel entonces el amor de mi vida, me prometió el cielo y la Tierra, yo como chica ingenua, creí en todo aquello que me pintó. Al llegar aquí, lo que pretendía era compartirme con sus amigos y recibir pago por ello, mejor dicho, me quería prostituir. Recuerdo que al negarme me dio una golpiza que me dejó casi muerta. Entonces supe que nada hacía yo al lado de un capullo como él. Vagué días por las calles, hasta que me encontré con Susana, quién me dio acogida luego de que le contara porqué estaba en las calles. Desde entonces somos inseparables, mi madre y mi hermana la adoran como si fuera parte de la familia, y para ella, nosotras somos la única familia que tiene.
Ya es casi la hora de la dichosa cena, me estoy terminando de arreglar, cuando Teodoro entra desabotonándose la camisa y exhibiendo ese bello cuerpo que poseé, para evitar la tentación de mirarlo, me concentro en terminar de maquillarme. Lo veo ir hacia el baño, yo me coloco el vestido y bajo hasta donde está su familia esperando por nosotros. Cuando me ven, todos me elogian, me gustaría que él por una vez, pudiera también decirme que me veo bien.
- Estás muy hermosa, ¿cierto querido? - comenta mi suegra y le pregunta a mi suegro.
¡Qué bonito suena eso, suegros!
- La verdad y sí, te ves muy bien. - afirma el hombre.
- Sí cuñada, te ves guay... eres toda una monada de mujer.
- Muchas gracias a todos por sus cumplidos, de verdad que me siento halagada.
Teodoro baja las escaleras y me queda viendo como si me hubieran salido dos cabezas, su reacción me hace poner en triste, por alguna razón, su mirada y sus palabras me empiezan a afectar.
- Te ves, - como siempre, me mira de pies a cabeza - Te ves bien. - es todo lo que dice, suficiente para que mi sonrisa abandone mi rostro.
Menos mal y estaba de espalda a su familia.
Me toma de la mano, para que caminemos hasta el auto donde iremos. Él decidió que los dos nos iríamos en su deportivo, aparte de su familia.
- Te gusta llevarme la contraria, ¿siempre quieres que todos los hombres te miren? - su voz de reproche me hace enojar.
- ¡PARA! - le exijo - Me harté de tus palabras, hoy mismo renuncio y demándame si así lo deseas.
Frena el carro y trato de bajar, pero tiene seguro para niños. De pronto se abalanza sobre mí y devora mi boca de una manera frenética. Su lengua invade mi boca y comienza una guerra de poderes, donde los dos queremos ser vencedores. Termina el beso, nuestras respiraciones son erráticos. Aún me tiene asida por la cintura y la nuca, mira mis labios con deseo y relame los suyos.
- No entiendes que odio como otros hombres te miran, estás conmigo, nadie puede mirarte, tienes un puto contrato conmigo. - y de eso se trata.
Soy solo un contrato, una propiedad temporal.
Nos separamos y el resto del viaje al lugar, lo hacemos en completo silencio, yo mirando por la ventana como si la carretera fuera lo más interesante por ver.
- Ya llegamos, solo compórtate por favor.
- Como mande, Don Mandón - digo en voz muy baja.