Los Hoffmann son una familia muy temida en todo California, están llenos de oscuros secretos. Por mala suerte, Helen una muchacha de 19 años que salió del orfanato al cumplir la mayoría de edad, cae en las garras de dicha familia, obligándola a casarse con el menor de los Hoffmann, quien la desprecia por parecerse a su prometida.
- ¿Por qué no entras? – escuchó la voz de Leonardo de tras de ella.
Levemente se dio la vuelta y lo vio, su rostro no le decía nada, era un cuerpo sin alma.
- Quiero observar la lluvia. – respondió ella abrazándose así misma.
- ¿Sabes cuánto tiempo y dinero hemos invertido en ti para que te vengas a enfermar? – preguntó él con el semblante duro, hundiendo sus ojos en los de ella.
- No. – Helen dejó de verlo y prefirió observar el jardín inundado por la tormenta que cada vez se hacia mas fuerte. – Ni quiero saberlo.
Leonardo llevó la mano a su frente. Qué carajos había pasado por la cabeza de su madre, pensó. Caminó hacia donde ella y tomándola del brazo para que lo vea le dijo.
- Quiero que subas a tu habitación y te quedes ahí. No pienso perder más dinero en una persona tan deplorable como lo eres tú. – esas palabras salieron de sus labios como si escupiera lava. Mirándola fijamente a los ojos decidió llamar a Claudia, a la vez que un gran relámpago se escuchaba en todo el lugar. - ¡Claudia! – gritó con fuerza y el sonido del relámpago volvió a escucharse.
Para Helen esa escena fue terrorífica, escucharlo gritar al mismo tiempo que el estruendo, se asemejó mucho al llamado del demonio. Contuvo su miedo, mirándolo fijamente a los ojos y sin parpadear se mantuvo seria ante él.
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Plan B
La mujer no aparentaba tener menos de 55 años, un cuerpo todavía conservado para su edad, de enorme ojos azules, una cabellera recogida color castaño, de rasgos finos y delicados. Tenía un fino conjunto de ropa y en su cuerpo llevaba accesorios lujosos y caros, tan caros que solo una persona con suficiente dinero podría tenerlos. Junto a ella, se unieron tres hombres, quienes llevaban trajes formales y se quedaron en espera de su orden. Helen dedujo que eran sus guardaespaldas.
- ¿Quién es y que hace aquí? – volvió a preguntar Helen al no tener respuestas de aquella mujer, quien no paraba de observarla de pies a cabeza analizando cada parte y detalle de su cuerpo.
Helen la observó más a detalle y recordó a verla visto un par de veces en el cafetería, donde antes trabajaba como mesera, era una clienta que iba todas la tardes.
- Toma asiento y hablemos. – dijo la señora, elevó su mano en el aire y ordenó a que uno de sus hombres consiga una silla para que Helen se sentara frente a ella. – Vamos, siéntate mucha. – volvió a decir al ver que Helen se quedó como estatua de pie.
Helen miró por todos lados y no estaba su hermano Abraham, en su lugar estaba aquella señora con una risa maniática. No quería enemigos y tampoco hacerla enojar, tomó la silla y se sentó.
- Te pareces mucho a la prometida de mi hijo. – dijo de repente, analizando cada parte del cuerpo de Helen. Era exactamente su copia y la persona ideal para el trabajo. - y estoy interesada en ti.
- ¿Perdón? – preguntó ella sin entender sus palabras.
La señora quien estaba sentada frente a ella se puso de pie con la ayuda de uno de sus guardaespaldas, caminó un poco más donde Helen y le dijo.
- Iré al grano, tu parentesco es lo que necesito. Quiero que reemplaces a la prometida de mi hijo y te cases con él en cuanto antes.
Helen se echó a reír, fue un buen chiste para ella. Pero silenció su risa al ver el semblante serio de aquella mujer, quien con su mirada amenazante no dejaba de verla.
- Lo que me pide es absurdo y estúpido. No sé quién es y por qué cree que voy a aceptar su propuesta, señora le voy a pedir que se retire de mi departamento, tengo muchas cosas que hacer, entre ellas cocinar. - Helen señaló la puerta para que ella se fuera.
La señora sonrió ampliamente, comenzó a caminar más, que el ruido de sus tacones se volvió una molestia para los oídos, luego puso sus manos sobre los hombros de Helen y le dijo.
- Te voy a pagar muy bien si aceptas ¿Es dinero lo que necesitas? te lo puedo dar, tú pon la cantidad.
Claro que ella necesitaba dinero, pero esa no era una forma de conseguirlo.
- Lo siento, pero yo no me vendo. – respondió muy firme.
- Bueno, entonces apliquemos el plan B. – dijo ella haciendo señas con sus manos a los guardaespaldas.
Helen no entendió a que se refería ella con eso del plan B, hasta que lo vio.
De uno de los cuartos, los guardaespaldas traían consigo a Abraham como si fuera un delincuente. Estaba algo golpeado y sus ropas habían sido arrancada, por lo que ella dedujo que era una pelea y él se resistió para que no lo tomarán como rehén.
- ¡Abraham! – dijo Helen al verlo en ese estado. Corrió hacia donde él preocupada y comenzó a tocar su rostro. - Pero ¿Qué te han hecho? – miró a los hombres que lo sujetaban y preguntó llena de coraje. - ¿Qué le han hecho, malditos? – ellos no contestaron, ni la vieron.
- Te lo pondré así – volvió a decir la señora acercándose a ellos. – o reemplazas a la prometida de mi hijo o tú amigo será quien pague las consecuencias. Puedo meterlo en la cárcel y hacer que nunca salga. Toma una decisión ahora y piénsalo bien, una respuesta positiva espero de tu parte.