Objeto: Enamorarte

Noah

Todos los años hacemos una pequeña celebración con mi familia y amigos en mi cumpleaños y este año no fue la excepción, pero a diferencia del resto de las veces, por alguna razón no puedo recordar nada. 

Estoy seguro de que recibí a mi hermano y su esposa en mi casa y eso es todo, aunque lo intento no puedo recordar más. 

Seguramente tomé demasiado, aunque generalmente nunca lo hago de esta manera. 

-Noah, deberías levantarte- dice una voz femenina. Abro los ojos de golpe, porque esa no es la voz de Michelle. 

-¿Plumita? ¿Te quedaste a dormir en mi casa? No me digas que también te emborrachaste- pregunto, cuando veo a mi cuñada en la puerta de mi habitación. 

Ella no responde a mi pregunta y se ve extremadamente sería. 

-¿Qué sucede?- pregunto, preocupado. 

-Deberías levantarte, necesitamos hablar- dice, antes de darse la vuelta y alejarse. 

Qué sucede… 

Me levanto rápidamente y veo que al menos tengo mi ropa interior. Me pongo lo primero que encuentro y salgo. 

La encuentro en la cocina, cocinando unos huevos. Ella los pone en un plato, sobre la mesa, mientras que señala el plato y un vaso de jugo. 

-Es para ti, come- dice y en serio estoy preocupado, porque generalmente no actúa de esta manera tan seria. 

-Gracias- digo, mientras que me siento a comer. Al primer bocado, veo que no es particularmente una buena cocinera. 

¿Cómo alguien no puede cocinar unos simples huevos? 

-¿Y Michelle?- pregunto, mientras sigo comiendo. Sorprendido por el hecho de que no haya pasado la noche conmigo, ya que siempre lo hace en mi cumpleaños. 

-¿Trabajando? ¿En su casa? No tengo idea- dice, mientras que pone algunos papeles en la mesa, cerca de mí y se sienta en frente. 

-¿Qué es esto?- pregunto, tomándolo y empezando a leerlo. Arrugo mi frente, ya que no entiendo por qué hay un parte de matrimonio frente a mí. -¿Qué…?

-Deberías ver el resto- dice ella y aunque estoy aturdido, lo hago. 

Cada papel allí es como un golpe en el estómago. 

-¿Es una broma? Porque no es gracioso- digo, mirando hacia Paloma, sin poder creer que se preste para esto. 

-No lo es. Es todo legal- dice ella. 

-Ja- digo, sin humor. Según estos papeles, estoy recientemente casado con Paloma, pero como si eso no fuera suficiente, actualmente mi casa, mi auto, mi parte de la empresa, la que creamos con mi hermano y mi amada motocicleta, todo está a su nombre. -Qué jodida broma es esta- digo más fuerte de lo que acostumbro, ya que ella tiembla al escucharme, pero no me importa, porque esto no tiene sentido. 

-Es todo legal- repite -y tú estuviste de acuerdo y firmaste todo. 

-Entonces vamos a arreglarlo ahora mismo- digo, levantándome de la mesa. 

-No lo haré- dice firmemente. 

Me vuelvo hacia ella y por primera vez, tengo ganas de sacudirla y hacerla entrar en razón. -¿No lo harás? 

-No. 

-¿Por qué? Tu familia tiene una buena situación económica, no necesitas robar todo lo que tengo. 

-Tengo mis razones para estar casada por medio año. Luego de eso, serás libre, pero no daré mi brazo a torcer hasta entonces. 

-¿Ni siquiera por tu hermana? Sabes que estamos juntos y que ella es la persona que amo- digo, incrédulo. -Por qué le harías eso a tu hermana y a mí, que siempre te traté como de mi familia.

Ella no responde y pateo la silla por la frustración. -Busca a otro- ofrezco entonces -puedo ayudarte. Tengo amigos que estarían dispuestos a casarse contigo y tienen suficiente dinero para satisfacerte- dejo salir con amargura. 

-No lo haré y desde hoy viviré aquí- dice, mientras se levanta. -Y no pienses en irte a otro lugar porque también tengo el dinero de tus cuentas e informé a mis padres y a Michelle de nuestro matrimonio. 

-¿Es broma? Esto no puede estar pasando- digo, sentándome y agarrando mi cabeza entre mis manos. Todavía sin poder procesar todo. 

-Tengo entrenamiento y luego clases, volveré en la noche- dice, luego la escucho salir de la casa, claramente huyendo.

Después de estar aturdido por un rato más, reviso mi celular y tengo un montón de llamadas perdidas de Michelle y muchos mensajes con insultos, así que lo dejo al lado y reviso los papeles una vez más, sabiendo que tengo que solucionar este problema, antes de llamar a Michelle. 

En el parte de matrimonio, reviso mi firma y efectivamente es la mía. 

Cómo puedo no recordar nada. Es un matrimonio por Dios. 

Luego veo los nombres y firmas de los testigos y siento un poco de esperanza, porque son de Mateo, mi hermano y Elisa, su esposa. 

De ninguna manera me dejarían hacer algo así. 

Tomo el teléfono y lo llamo, esperando que me diga que es solo una broma pesada de la que todos son parte.