NovelToon NovelToon
JUEGO DE BRUJAS

JUEGO DE BRUJAS

Status: En proceso
Genre:Completas / Mujer poderosa / Magia / Dominación / Brujas
Popularitas:538
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

Cathanna creció creyendo que su destino era convertirse en la esposa perfecta y una madre ejemplar. Pero todo cambió cuando ellas llegaron… Brujas que la reclamaban como suya. Porque Cathanna no era solo la hija de un importante miembro del consejo real, sino la clave para un regreso que el reino nunca creyó posible.
Arrancada de su hogar, fue llevada al castillo de los Cazadores, donde entrenaban a los guerreros más letales de todo el reino, para mantenerla lejos de aquellas mujeres. Pero la verdad no tardó en alcanzarla.
Cuando comprendió la razón por la que las brujas querían incendiar el reino hasta sus cimientos, dejó de verlas como monstruos. No eran crueles por capricho. Había un motivo detrás de su furia. Y ahora, ella también quería hacer temblar la tierra bajo sus pies, desafiando todo lo que crecía.

NovelToon tiene autorización de lili saon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO CINCO: EL CLUB DEL PECADO

Cathanna.

—Vendrás conmigo al paraíso.

Mi boca se abrió de golpe.

El paraíso no era cualquier lugar; se decía que era el cielo en la tierra, un lugar donde el placer y el lujo se entrelazaban en un espectáculo un tanto cautivador. Todo el mundo sabía lo que pasaba entre sus paredes de mármol. No era solo un club. Era un lugar donde las mujeres eran tratadas como mercancía, como carne a punto de ser puesta en el horno.

Solo entraban los más poderosos: ministros corruptos, Cazadores con complejo de dioses, guardias que se creían intocables… La escoria con más dinero. Un negocio sucio, pero lucrativo.

Katrione trabajaba ahí desde los quince años para ayudar a su enferma madre con los gastos del hogar que arrendaban. No podía juzgarla por eso; las monedas que ganaba siendo una mujer de esas, era absurdo. Pero tampoco me gustaba saber que ella era una prostituta.

—¿Estás jugando conmigo? —solté, incrédula—. ¿Recuerdas que soy la hija de Vermon? Poner un pie ahí, en medio de toda esa gente repulsiva, es una locura. Sería mi sentencia de muerte.

—No seas exagerada, Hanna. —Rodó los ojos—. No todas las personas que van ahí son tan horribles.

—Lo siento, pero si alguien va a esos lugares, tan bueno no puede ser.

—¿Recuerdas que trabajo ahí?

Suspiré pesadamente. No me gustaba recordar que mi mejor amiga tenía que dejar que varios hombres tocaran su cuerpo solo para sobrevivir. No me sentía asqueada por ella, pero sí por ellos. Me imaginaba a hombres con esposas, con hijas, aquellos que la sociedad respetaba, pero que en la oscuridad buscaban lugares como ese para tomar a mujeres que, en muchas ocasiones, como Katrione, ni siquiera querían realmente estar ahí.

Lo sabía porque ella misma me lo había dicho más de una vez: detestaba la forma en que la tocaban, cómo su piel se estremecía de repulsión, cómo terminaba llorando después de salir de cada habitación. Le había implorado que lo dejara, que yo le pediría a mi padre que le consiguiera otro trabajo, pero nunca aceptaba. No sabía si era por miedo a lo que podría pasarle, si lo hacía, o porque, a pesar de todo, la cantidad de monedas que recibía era difícil de rechazar.

—No te estoy juzgando a ti. Sé que tienes necesidades, los juzgo a ellos por lo que hacen.

—Tengo que aprovechar mi belleza mientras pueda.

En algo tenía razón. Su belleza era hipnotizante. Su cabello caía en ondas doradas sobre sus hombros delgados, enmarcando su rostro con suavidad. Sus ojos azules, brillantes y serenos, me observaban con la misma intensidad de siempre. Si no fuera mi amiga, juraría que deseaba llevarme a la cama.

—Podrías encontrar un esposo —propuse, acercándome más a ella—. Hay muchas opciones en las que puedes aprovechar tu belleza.

—No me interesa tener un esposo. No sirvo para estar detrás del trasero de un hombre. Además, ¿quién aceptaría a una mujer como yo? —Soltó una risa breve, carente de humor—. Nadie, definitivamente. Ya estoy usada, como dicen todos.

Sus palabras no me sorprendieron, pero aun así me pesaron en el pecho. Sabía que, en esta sociedad, una mujer como ella, marcada por los prejuicios de otros, jamás sería vista como alguien digna de ser esposa. Y, sin embargo, eso no significaba que no lo mereciera. Ella era buena persona, y con eso debía bastar.

—Olvídalo, Hanna. Mejor acompañé. Por favor.

Katrione escarbó en su clóset hasta que sacó un vestido que dejaba demasiado a la vista. Ni en sueños me pondría eso. No combinaba con mi estilo. Ni con mi dignidad. Después, sacó un par de tacones de su zapatero y me los ofreció con una sonrisa angelical.

—Póntelo —insistió Katrione, acercándome la ropa como si fuera un trato de vida o muerte—. Solo por hoy. Por favor. Quiero salir con mi mejor amiga, ¿es mucho pedir?

—Sí, si es mucho pedir. Sabes que no uso vestidos de esa manera.

—Sí, sé que usas vestidos elegantes que recogen la mugre del suelo —soltó con sarcasmo —. No es para tanto. Solo por esta vez. Hazlo por mí. Por favor, Hanna.

Negué. No podía hacerlo. Iba en contra de mis principios, en contra de todo lo que mi madre me había enseñado durante muchos años. Además, nunca antes había ido al paraíso. Sabía de él por las historias que me relataba Katrione. Eran horribles.

—Confía en mí, cariño. Solo tienes que verte un poquito más peligrosa. —Katrione aplaudió emocionada y me empujó hacia el baño con la ropa en brazos—. Te doy diez minutos.

—¿Diez minutos para qué? —fruncí el ceño, sujetando la falda con dos dedos, como si me fuera a dar una enfermedad.

—Para que salgas de ahí convertida en una diosa.

—Más bien en un chiste mal contando.

Katrione ignoró mi comentario y cerró la puerta tras de mí antes de que pudiera seguir protestando. Miré la ropa sobre el lavabo. No podía estar pasando esto. Suspiré y comencé a cambiarme, murmurando cada insulto que conocía.

Me miré en el espejo y tragué saliva. La tela de satén roja se ajustaba en todos los lugares correctos, el corsé resaltaba mi figura y los lazos brillantes en el frente apenas mantenían unidas las aberturas estratégicas, dejando entrever piel morena de mi cuerpo.

—-¿Dónde están las medias veladas? —hablé en un tono alto para que ella escuchara —. ¿Dónde está el velo para cubrirse? ¿Dónde está el resto del vestido, Katrione?

—No usamos nada de eso, Cathanna. Saldrás así.

—-¡Estás demente!

—El tiempo corre.

Suspire con resignación. Me miré al espejo otra vez. El vestido no tenía mangas, ni nada que pudiera cubrirme como es debido. Era la primera vez que me vestía así. No me sentía para nada cómoda. Era femenino. Hermoso. Y absolutamente no algo que yo usaría. Este atuendo no era solo para verse bien, era para ser visto. Y tal vez, para provocar.

Abrí la puerta del baño y salí, sintiendo la incomodidad, adentrarse en cada parte de mi ser. Necesitaba despertar de esta horrible pesadilla.

—Si muero esta noche, te juro que volveré como fantasma solo para atormentarte durante toda tu existencia.

Me agarró de la muñeca y me arrastró frente al espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación.

—Admítelo, te ves increíble.

—Me veo como si fuera a cobrar por minuto.

Se llevó una mano al pecho en un falso gesto de sorpresa antes de soltar una carcajada burlona.

—¡Ese es el punto, cariño! Es bueno romper los límites de las vestimentas, aunque sea solo por una simple noche. No es como que el mundo vaya a acabarse porque no uses un vestido largo que recoge la mugre.

Antes de que pudiera decir algo más, Katrione me empujó para que me sentara en la silla de su tocador y comenzó a revolver entre sus cosas de maquillaje, los cuales tenían tonos demasiado fuertes.

—Un poco de magia aquí y allá y estarás lista.

—Si sacas un delineador, juro que me lanzo por la ventana.

—No seas dramática, Hanna. Solo quiero hacerte ver más de calle.

—Katrione, tengo cara de persona que duerme ocho horas y se asusta con la literatura de terror. No hay maquillaje que arregle eso —señalé mi rostro.

—Déjelo a mí. —Puso sus manos en mis hombros —. Soy una experta en el maquillaje en personas como tú.

—Bueno, al menos vuélveme irreconocible. Nadie debe saber que yo, Cathanna, estoy metida en ese lugar de mala muerte.

Solo por hoy.

Sentí cómo aplicaba base tras base, luego sombras oscuras en mis ojos y, finalmente, delineador. Oh, no.

—¿Eso fue delineador? —pregunté con los ojos entrecerrados.

—Shhh, quédate quieta. Esto es arte.

Cuando terminó, sacó un labial rojo intenso y me lo aplicó con cuidado. Me giré hacia el espejo y tragué saliva. De hecho, me veía... Bien. Los lunares característicos de mi rostro habían desaparecido bajo la base, como siempre, mis ojos parecían más grandes y afilados con el delineador, y mis labios resaltaban con un rojo fuerte.

—¿Qué hiciste conmigo?

—Te volví aún más hermosa. —Su voz era baja, casi un susurro contra mi piel. Sus labios rozaron mi mejilla con suavidad, y un escalofrío recorrió mi espalda. No era la primera vez que lo hacía, pero aun así mi cuerpo reaccionó ante su contacto—. Vámonos, preciosa.

Cuando bajamos las escaleras, la madre de Katrione, Sealine, nos vio y su expresión de sorpresa fue tan evidente que, por un segundo, creí que iba a mandarme de vuelta a casa. Pero antes de que pudiera decir nada, Katrione me agarró del brazo y me arrastró.

—¡Nos vemos luego, mamá!

Subimos a un carruaje que transportaba a Katrione al Paraíso todas las noches. Nos acomodamos dentro. Cerré las cortinas. No quería ser vista así. Me sentía extraña, como un maniquí en las tiendas que esperaban las miradas porque tenían algo hermoso puesto.

Llegamos después de varios minutos.

El Paraíso. El nombre sonaba elegante, pero en realidad era un agujero de perdición. A medida que nos acercábamos, el ambiente se volvía más turbio. Hombres con demasiadas monedas y poca moral.

Katrione me guio por la parte trasera, donde una gran puerta de madera servía como entrada para las trabajadoras del lugar. Apenas cruzamos la cortina de terciopelo, me encontré en un pasillo con varias puertas. Y entonces, los sonidos.

Gemidos.

Gemidos fuertes.

—Por los dioses… —susurré, mirando las puertas con horror—. ¿Qué es eso?

—No hagas esa cara. Vas a hacer que todos sepan que no eres trabajadora de aquí.

—Oh, ¿y qué se supone que haga? ¿Aplaudirles? —La miré incrédula—. Por favor. Esto es asqueroso. Siento las náuseas llegar a mi garganta.

—La gente solo disfruta. —Sonrió con arrogancia—. No es para tanto. Tú también lo harás, tarde o temprano.

—Créeme, no podría estar menos interesada en esto —bufé, asqueada.

—¿En serio? Con lo placentero que es el sexo… Te estás perdiendo de mucho, mi niña. Se siente como una explosión de muchas cosas. Claro, siempre y cuando sea algo que ambas personas busquen.

—Creo que tenemos definiciones muy distintas de lo que significa "placentero".

—No seas aburrida. Si quieres, puedo enseñarte cómo se hace.

—¿Qué?

—Sí, podría darte una clase para que tu primera vez no sea un desastre. ¿En qué estabas pensando? —Soltó una carcajada.

—No te hagas ideas.

—Vaya, parece que tienes una mente más perversa de lo que imaginaba.

Subimos hasta el tercer piso. Salude a algunas de las trabajadoras del lugar, que Katrione me había presentado hace tiempo, en una pequeña fiesta que hizo por su cumpleaños. Me llevó a una habitación con un gran espejo, un tocador lleno de maquillaje y vestuarios colgados en un rincón.

—Este es el camerino —dijo con orgullo—. Aquí es donde me arregló siempre para terminar como una diosa.

—Si por diosa te refieres a un cordero siendo llevado al matadero, entonces sí, totalmente.

Katrione río por lo bajo mientras rebuscaba entre los vestuarios. Yo, en cambio, recorría el lugar con desconcierto, aún incapaz de asimilar que realmente estaba aquí… y que ella trabajaba en este sitio.

La puerta se abrió de repente, dejando entrar a un hombre mayor de barba larga.

—Hasta que llegó mi trabajadora estrella. En veinte minutos, quiero que cautives a todos en el escenario. Hoy tienes dos clientes que pagaron por ti: el primero en la habitación A7, el segundo en la B5.

Habló con la naturalidad de quien da una lista de pendientes. Sentí mi estómago revolverse. Las náuseas llegaron a mi garganta, pero tuve que hacer hasta lo imposible para impedirlo.

—¿Y quién es esta señorita?

—Es mi mejor amiga —dijo Katrione con una sonrisa tensa—. Su nombre es… Keynna. Quiso acompañarme hoy. No causará problemas, y, por supuesto, no está aquí para ofrecer ningún servicio.

—Keynna… —repitió, probando el nombre en su boca como si fuera un vino caro—. No pareces del tipo de chica que viene aquí por diversión.

Tenía razón. Yo no tenía nada que hacer en este lugar.

—Solo está de paso —dijo Katrione rápidamente, sonriendo con nerviosismo—. Prometo que no causará problemas.

—Eso espero. No quiero líos, Katrione. Sabes lo que pasa cuando hay problemas.

Katrione asintió con rigidez.

—Bien —dijo el hombre finalmente—. Prepárate, que el tiempo corre.

Nos dejó solas, y Katrione dejó escapar un suspiro.

—Por los dioses, pensé que te echaría de aquí de inmediato.

—Honestamente, yo también —murmuré, cruzándome de brazos—. ¿Qué quiso decir con “sabes lo que pasa cuando hay problemas”?

—Nada. No te preocupes.

Esa fue su manera de decir “no preguntes más”. Pero claro que me preocupaba.

Katrione se arregló con rapidez. Salimos del camerino y bajamos nuevamente, esta vez por un pasillo que conducía a un amplio salón donde varias personas bebían y conversaban animadamente. El lugar era espacioso y estaba iluminado por numerosos candelabros que colgaban del techo.

—Siéntate en esa mesa del centro —indicó—. Si alguien intenta tocarte, no dudes en golpearlo. ¿De acuerdo?

Obedecí, aunque me sentía incómoda. Había todo tipo de personas allí: hombres y mujeres, algunos mayores, otros que apenas parecían haber alcanzado la mayoría de edad. Mientras me acomodaba, noté algunas miradas sobre mí. No entendía por qué… o quizás sí. ¿De verdad mi atuendo llamaba tanto la atención?

—Hermosa damisela…

Escuché la voz arrastrada a mi lado, impregnada de un tono zalamero que me hizo apretar los dientes. Apenas giré la cabeza y el hedor a alcohol me tocó de lleno, obligándome a hacer un mohín de asco.

—¿Trabajas aquí? —negué —. Es una lástima porque me gustaría verte desnuda.

El hombre era alto, de ropas gastadas y una barba desordenada que probablemente no había visto agua en días. Sus ojos vidriosos recorrieron mi rostro con un atrevimiento que me revolvió el estómago, pero no se detuvo. Siguió su camino tambaleándose, murmurando algo ininteligible.

—Qué hombre tan asqueroso.

Mi mirada se desvió hacia el escenario, largo y adornado con cortinas de terciopelo negro y rojo. Varias mujeres bailaban en el tubo, algunas completamente desnudas, otras con ropa mínima. Observé sus movimientos con curiosidad. Siempre había sentido cierta atracción por las mujeres, aunque nunca lo había analizado demasiado. Me resultaban interesantes, tal vez incluso más que los hombres.

Katrione apareció en escena, vistiendo un atuendo que gritaba provocación. Sus pezoneras de pedrería apenas cubrían lo esencial, dejando el resto de sus senos expuestos sin pudor. Un diminuto hilo de encaje cruzaba su cadera, apenas sosteniendo una un interior tan fino que parecía decorativo más que funcional. Medias de red trepaban por sus largas piernas, sujetas por ligueros brillantes que se clavaban en su piel.

Era un espectáculo en sí misma, diseñada para la lujuria de quienes la miraban. Su cuerpo se movía con la seguridad de quien conoce su propio poder, pero sus ojos… sus ojos contaban otra historia. Una que pocos, o quizás nadie, se molestaban en leer.

A mi alrededor, algunos hombres jugaban cartas, pero la mayoría observaba el espectáculo, cautivados por las bailarinas sobre las mesas y el escenario. Me removí en mi asiento, incómoda.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí?

Carajo.

—¿Apoco quieres irte ya?

Esas voces provenían de la mesa detrás de mí. No hacía falta girarme para saber quién era… pero aun así lo hice, con sumo cuidado para no ser descubierta. Xaren estaba allí, con su habitual expresión sería, acompañado por sus compañeros de academia, Dary y Fendi.

Maldije internamente y giré el rostro rápidamente cuando él pareció voltearse en mi dirección. Esperaba que no me hubiera visto y, si lo hubiera hecho, que no me reconociera.

Bajé la cabeza y, con manos temblorosas, solté los palillos de mi cabello, dejando que cayera en cascada alrededor de mi rostro. Suelto, se veía más largo y voluminoso, algo que detestaba porque con el tiempo se volvía incómodo, pero en ese momento, debía hacer hasta lo imposible para pasar desapercibida.

Mi atención se desvió hacia ellos nuevamente cuando una chica de cabello corto, ojos claros y vestida con ropa provocativa, aunque sin llegar a ser demasiado reveladora, se acercó a su mesa. Se sentó sobre las piernas de Xaren y lo besó con furor. Mi mandíbula casi se desencajó al ver aquello.

En ese momento, Xaren le dijo algo a la chica y ella se levantó de su regazo, tomando su mano para guiarlo hacia la parte trasera del lugar donde las habitaciones sé encontraban esperando por parejas explosivas.

—Nuestra madre te decapitará, Xaren. Tantas mujeres en el mundo, y justo tenía que ser una prostituta.

Pasé las manos por mi cabello con frustración y volví la mirada al frente. Katrione seguía bailando con una sonrisa cautivadora, como si nada más importara. No sabía qué hacer. Necesitaba salir de aquí. Xaren podía hacer lo que quisiera, no era mi problema ni mi intención impedírselo, pero yo no podía darme el lujo de arruinar mi imagen de niña buena. Porque, después de todo, sí lo era.

Dirigí la mirada hacia la mesa nuevamente. Noté que Dary me observaba con una expresión extraña, como si me hubiera reconocido. Me levanté rápidamente, sin darme cuenta de que alguien caminaba detrás de mí. El impacto fue inevitable: choqué con esa persona, haciéndola tambalear y tropezar contra la mesa de ellos. No me giré para disculparme.

Me alejé apresuradamente, caminando sin un rumbo claro. Solo cuando llegué a un pasillo rojo, flanqueado por puertas de madera, me di cuenta del error que había cometido. Había terminado justo en el mismo pasillo al que había ido Xaren.

—Mi mejor noche —dije con sarcasmo.

Me giré de golpe al sentir una presencia detrás de mí. Mi cuerpo se tensó al instante y apreté los labios con fuerza cuando mi mirada se encontró con la de él, quien poco a poco comenzó a bajarla, recorriendo mi cuerpo, sin prisas, como si estuviera evaluando cada centímetro de mí.

En parte, lo entendía. Si yo estuviera viéndome desde fuera, probablemente tendría la misma expresión. Pero la suya era distinta. Había algo más en sus ojos: una intensidad abrasadora, una especie de juicio silencioso que me hizo contener el aliento.

—¿Pérdida? —dije en tono susurrante, como si le costara hablar—. Mejor déjame adivinar. ¿Secuestrada otra vez?  No me sorprendería.

—Solo buscaba los lavabos —mentí con naturalidad—. A veces es fácil perderse en este lugar. No siempre voy a terminar secuestrada, Cazador.

—No pareces del tipo de chica que viene a lugares tan… lascivos.

—¿Y tú sí? —Forcé una risa, tratando de parecer relajada.

—Cada quien con sus secretos —respondió con calma, pero no dejó de observarme con atención—. No es algo que deberías saber.

—Tampoco me interesa saberlos.

—Tampoco iba a decírtelos.

—Perfecto.

Tenía que salir de allí, pero cualquier movimiento en falso podría delatarme. Detrás de mí, escuché pasos acercándose. Tragué en seco. Si eran Dary o Fendi, estaba perdida. Aunque había muchas personas en el lugar y esos pasos podrían ser de cualquiera, pero mi paranoia no me dejaba tranquila.

—Si estás en problemas, tal vez debería…

No dije nada. Simplemente, lo tomé del brazo y abrí la primera habitación que encontré. Para mi alivio, estaba vacía. Gracias a los dioses, porque habría sido un completo desastre si hubiera encontrado a una pareja en plena intimidad. La habitación era espaciosa y tenía un ligero aroma a lavanda. En el centro, una gran cama matrimonial de sábanas rojas dominaba el espacio.

—Eso debe ser una broma.

1
Sandra Ocampo
quiero el final
Sandra Ocampo
q paso sé supone q está completa ,tan buena q está
Erika García
Es interesante /Proud/
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play