Luigui Cardona hijo adoptivo de Cardona el encargado de la mafia Italiana.
Enamorado de Emma Greco Alvarez una de las hijas menores de Giacomo Greco y Soledad Alvarez .
Emma es la menor de las trillizas y es la última de los hijos de esta familia .
Es la más parecida en la forma de ser a Soledad pero tiene la fuerza , fortaleza de Giacomo.
Enamorada de Luigui en la cual le declara su amor a él siendo rechazada , eso le rompe el corazón a la pequeña Emma , pero no le impide después de cinco años aprovechar la situación y obligarlo a casarse con él así cumpliendo las palabras que le dijo ese día.
Luigui aceptará ese gran amor que siente por Emma desde el primer día en que la conoció .
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CAPITULO 13
Luigui Cardona llegó a Cancún lo más rápido que pudo, acompañado por Franco y Nick. El viaje desde Italia había sido largo, pero su mente no le permitía descansar. Sabía que algo grave estaba ocurriendo en sus hoteles, y la incertidumbre lo consumía.
Al entrar a las oficinas centrales, sintió que su corazón latía con fuerza. La empresa que con tanto esfuerzo había ayudado a construir estaba en peligro, y su propio nombre estaba siendo ensuciado.
—Buenos días —saludó con voz firme a su asistente.
La joven, que organizaba algunos documentos sobre su escritorio, se sobresaltó al verlo. No esperaba que llegara tan pronto.
—Señor Cardona… buenos días —respondió con un tono tembloroso.
Luigui frunció el ceño. No era normal que su asistente estuviera tan nerviosa.
—Necesito hablar con Alejandro. Dile que lo espero en la sala de juntas.
—Sí, señor. Ahora mismo le aviso.
Luigui no esperó respuesta y caminó con paso firme hacia la sala de juntas. Al entrar, se dejó caer en una de las sillas y frotó su rostro con las manos.
—Tienes que calmarte, Luigui —dijo Franco, sentándose a su lado.
—¿Calmarme? —gruñó él, mirando a su amigo con furia—. ¡Estoy a un maldito paso de ir a la cárcel! Si no descubro quién está detrás de esto, voy a terminar pagando por un crimen que no cometí.
La frustración lo consumía. Golpeó la mesa con un puño cerrado, haciendo que los papeles se movieran. Nick, que se mantenía en silencio, solo observó la reacción de su amigo. Sabía que Luigui tenía razón de estar así.
La puerta se abrió y Alejandro entró con un montón de carpetas en las manos. Su expresión era sombría y de preocupación.
—Luigui, hermano… lamento todo este maldito problema. He revisado algunos documentos, pero no hay pistas claras sobre el culpable —dijo, dejando las carpetas sobre la mesa.
—¿Y el contador? —preguntó Luigui sin apartar la mirada de Alejandro.
—Hablé con él esta mañana. Me dio demasiados documentos para revisar, pero hay algo que no tiene sentido… —Alejandro tomó una carpeta y la abrió—. Luigui… todo apunta a que el culpable eres tú.
El aire en la sala se volvió denso.
—Eso es imposible —gruñó Luigui, tomando la carpeta con brusquedad—. Llevo meses sin venir a Cancún. ¡No he solicitado ningún préstamo!
—Eso es lo más extraño —dijo Alejandro, pasándole algunos papeles—. Aquí están los documentos. Tienen tu firma autorizando el retiro de una gran cantidad de dinero del Banco Central. Y lo peor… es que es un préstamo.
Luigui sintió que el mundo se detenía. Sus ojos recorrieron cada letra, cada número, cada firma en esos documentos.
—Esto es una locura… —susurró, sintiendo que la rabia lo devoraba—. ¡Jamás he pedido un préstamo en los bancos de Cancún!
El corazón le latía con fuerza. Tomó los papeles y observó su firma en ellos. Algo en su interior se revolvió.
—¡Mierda! —gritó—. ¡Falsificaron mi firma!
En ese instante, la puerta se abrió de golpe.
Luigui alzó la mirada y vio entrar a una mujer que reconoció de inmediato. Rosa Helena Armenta de Maxell, la madre de Alejandro. Detrás de ella, dos agentes de policía entraron con una expresión seria.
—¿Mamá? ¿Qué haces aquí? —preguntó Alejandro, poniéndose de pie con el ceño fruncido.
—Denuncié al ladrón —dijo la mujer con voz firme—. Y en este momento, ese ladrón es el señor Luigui Cardona.
Un silencio sepulcral se apoderó de la sala.
—¡Estás loca, mamá! —gruñó Alejandro—. ¡Luigui es el hijo de uno de los socios más importantes de la empresa!
—Eso no me importa —respondió Rosa Helena sin dudar.
Se giró hacia los agentes y señaló a Luigui con un movimiento de cabeza.
—Agentes, él es Luigui Cardona. Pueden llevárselo. Si es inocente, tendrá que demostrarlo.
Los policías avanzaron sin dudar. Franco y Nick se pusieron de pie, pero la mirada de los agentes les dejó claro que no podían intervenir.
—No se resista, señor Cardona —dijo uno de los agentes mientras le colocaba las esposas.
Luigui sintió el frío del metal en sus muñecas. Su mente seguía en estado de shock.
—¡Esto es un error! —exclamó—. ¡Me están acusando falsamente!
Pero nadie escuchó.
Alejandro, Franco y Nick quedaron sin palabras, viendo cómo su amigo era esposado como si fuera un criminal.
—Esto no se quedará así —murmuró Alejandro, mirando a su madre con rabia—. Te aseguro que descubriré la verdad.
—Haz lo que quieras, hijo. Pero la ley es clara. Si tu amigo es inocente, que lo demuestre en los tribunales.
Luigui fue escoltado fuera de la oficina mientras la indignación ardía en su pecho.
El trayecto hacia la comisaría fue silencioso. Luigui miraba por la ventanilla del auto policial, tratando de ordenar sus pensamientos. Al llegar, lo llevaron a una sala de interrogatorios.
Un oficial se sentó frente a él.
—Señor Cardona, la evidencia en su contra es bastante fuerte. Tenemos documentos con su firma que indican que usted solicitó un préstamo millonario.
Luigui bufó con incredulidad.
—Esos documentos son falsos.
—¿Tiene pruebas?
—Mi firma fue falsificada.
—Tendremos que analizar eso. Mientras tanto, permanecerá detenido.
—¡Esto es una locura! —gruñó Luigui.
La puerta se abrió y vio entrar a Franco y Alejandro.
—¡Tienen que sacarme de aquí! —exclamó con desesperación.
—Tranquilo, ya estamos trabajando en eso —dijo Alejandro—. Hablé con mi abogado y vamos a pedir un peritaje caligráfico.
Franco asintió.
—Y Nick está revisando los registros financieros. Vamos a encontrar al verdadero culpable.
Luigui cerró los ojos y respiró hondo.
—No voy a quedarme aquí mientras alguien destruye mi reputación.
Alejandro le dio una palmada en el hombro.
—Lo sé, hermano. Y no lo permitiré.
Las horas pasaron lentas. En la oficina de los hoteles, Nick revisaba cada documento con atención. Entonces, su mirada se fijó en algo.
—No puede ser… —murmuró.
Tomó su teléfono y marcó el número de Franco.
—¡Franco! Encontré algo…
Mientras tanto, en la celda, Luigui apretaba los dientes. No podía creer que estuviera allí, acusado de un crimen que no cometió.
Pero una cosa era segura: cuando saliera, haría pagar a los verdaderos culpables.
Y no descansaría hasta limpiar su nombre por completo...
Continuara...
únicos te felicito
Ojalá Rebeca y Josephe se den una oportunidad porque el está babeando 🤤🤤🤤 por ella.