Grettel es una mujer pobre, que se enamora de un hombre rico, al que conoció desde niños.
Ese amor desencadena una serie de maltratos, odio y situaciones en las que de pronto te obligan a decir, ¡ella o yo, tienes qué decidir!
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El tendero
Josefina se asustó al ver llegar a su hijo en ese estado.
¡Dios mío, Rafael!, ¿qué te pasó, quién te hizo eso?
Obvio, Rafael no iba a decir que una niña lo había golpeado.
No es nada, mamá, me caí de las escaleras.
Ay hijo, deberías de tener más cuidado, ven deja te curo.
No te preocupes, mamá. Estoy bien, me voy a mi cuarto.
Axel lo siguió hasta el cuarto... Gracias por no decir que te pegó Grettel...
No me lo agradezcas, no lo hice por ella, lo hice por mí. ¿Te imaginas qué vergüenza decir que una huerca mocosa me pegó?
Esa "huerca mocosa" como la llamas te ha dado una lección. Acéptalo.
Eres un imbécil, te has dejado enredar por esa mocosa.
Bueno, ya basta, no quiero seguirte escuchando, a Grettel la respetas y se acabó.
¡Salte de mi cuarto!, terminó por decirle Rafael.
Rafael era solo dos años mayor que Axel, pero ya pintaba como todo un hombrecito.
Axel salió del cuarto sin decir nada más. Era obvio que Rafael nunca hacía nada por los demás.
Ya solo en su cuarto Axel no paraba de reír.
"Bien por ti, Grettel".
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¿Y a ti qué te pasó? ¿Por qué vienes toda llena de tierra?, preguntó Martha al verla llegar en ese estado tan deplorable.
Me agarré golpes con el hermano de Axel, es un pelagatos.
¿Acaso te has vuelto loca? Eres una niña, no un niño.
¿Y qué quería doña Martha?, no me voy a dejar de nadie.
No sé a quién habrás sacado ese carácter, pareces una gata enjaulada.
No se meta conmigo doña Martha.
Uy miren a la niña, tan delicada, ¿ya se te olvidó que por mí estás en esta casa y tienes vida? Además de que comes, niña malcriada.
Ay sí, lo único que me da usted son puros problemas, regaños y a veces hasta me deja sin comer por mucho tiempo. ¿Acaso quiere que le agradezca eso?, ¿además de los malos tratos que me da?, mejor me voy a mi cuarto.
No cabe duda que te estás dejando manipular por ese riquillo.
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El dueño de la tienda que estaba cerca de esos departamentos de quinta, desde que vio a Grettel se obsesionó con ella y esperaba que creciera para pedirla en matrimonio.
Ese día mandó a su trabajador a llevarle algunas cosas para la niña.
Pedro llegó a la casa de Martha con una caja mediana llena de comestibles.
Buen día, Pedro, ¿y ahora qué te trae por aquí? ¿Qué es esa caja?
Doña Martha, mi jefe le manda estos comestibles, son para la niña.
¿Cómo está eso?, a ver, explícame.
El señor Rodrigo, mi jefe, espera que la niña crezca porque se quiere casar con ella.
Una cara de asombro se reflejó en Martha, con que esas tenemos, ¿eh? Ah que don Rodrigo.
Pues dile que muchas gracias.
Pedro se fue y Martha se puso a inspeccionar lo que le había regalado Rodrigo.
Eran latas de atún, puré de tomate, frutas en almíbar, etcétera.
Vaya, vaya, es una gran variedad de comestibles. Qué rico está todo esto. Creo que he encontrado una mina de oro. Mientras la niña crece le sacaré todo lo que pueda a este señor. Estoy segura de que con tal de quedarse con Grettel algún día, me regalará más cosas de las que tiene en su tienda.
Martha siempre había sido una mujer muy ambiciosa. No le importaban los medios de conseguir dinero. Y menos si este se presentaba como caído del cielo, mucho mejor.
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Grettel, necesito que vayas a la tienda, dijo Martha cuando vio que Grettel salía del cuarto.
Ay, doña Martha, yo no tengo ganas de ir a la tienda. ¿Por qué no va usted y se deja de estarme molestando?
Ay niña, ¡Qué mal educada eres!
¿Se olvida que usted es la que me está educando?, le contestó Grettel, burlona.
Déjate de majaderías y ve a la tienda, te lo estoy ordenando.
Órale, pues, ¿qué quiere que le traiga de la tienda?
Aquí está la lista, y dile a Rodrigo que me las apunte, por favor.
Uy, doña Martha, y encima lo quiere fiado.
No te fijes en eso, haz lo que te estoy ordenando.
Ya voy, no se sulfure.
Grettel salió directo a la tienda, en el camino se topó a Axel que iba a buscarla.
Axel, ¿qué andas haciendo por aquí?
Vengo a buscarte, Grettel...
Pues vamos a la tienda, si quieres.
Claro que sí, vamos.
Ambos niños entraron a la tienda, ante los ojos de disgusto de Rodrigo.
¿Y quién eres tú, niño?, ¿por qué andas con Grettel?
Buenas tardes, don Rodrigo, la señora Martha me mandó que le surtiera esta lista, dijo que se lo apuntara; dijo Grettel para salvar la situación.
Rodrigo se olvidó de la pregunta que le hizo a Axel, y tomó la lista no de buena manera.
Está bien, Grettel, te daré lo que viene en esta lista y no te preocupes, es un regalo para ti, mi querida niña.
Gracias, don Rodrigo. Vámonos, Axel.
Rodrigo vio a Grettel alejarse con Axel, de pronto se puso de mal humor.
"Sí, yo regalándole comida a esta chiquilla y otro niño está con ella como si nada". "Nadie sabe para quién trabaja".
No me diga que le dieron calabazas, don Rodrigo, preguntó Pedro muy divertido.
No te metas, Pedro, que no estoy de buen humor.
Uy, uy, uy, yo no tengo la culpa, don Rodrigo.
¡Chamaco baboso, lárgate de aquí, no quiero volver a verte!
Pero se fue corriendo, no paraba de reír en todo el camino a su casa.