son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 13 la desición de Amelia
El lunes después del incidente con Stiven, Amelia decidió que no podía dejar que las cosas siguieran como antes. Estaba cansada de sentir miedo, de esconderse detrás de las sonrisas falsas y las miradas cómplices de sus amigas. Sabía que debía enfrentarse a Stiven de una vez por todas, aunque no estaba completamente segura de cómo hacerlo. Pero una cosa estaba clara: ya no iba a permitir que él controlara su vida ni un minuto más.
Esa misma tarde, después de clases, Amelia se acercó a Deniss y Vanesa, quienes habían estado a su lado todo el tiempo, apoyándola incluso cuando las cosas se ponían difíciles.
— Chicas, tengo que hablar con Stiven — les dijo Amelia con determinación. Las chicas la miraron sorprendidas, pero no dudaron en apoyarla.
— ¿Qué vas a hacer? — preguntó Deniss, preocupada, pero también sabiendo que Amelia necesitaba desahogarse.
— Hablar con él. De frente. Decirle que ya basta, que no voy a dejar que me siga intimidando, ni a ustedes — respondió Amelia, sus ojos llenos de fuego. — Estoy cansada de sentirme pequeña por su culpa.
Vanesa asintió, orgullosa de la valentía de Amelia. Aunque sabía que enfrentarse a Stiven no sería fácil, también sabía que Amelia tenía el carácter suficiente para hacerlo. Era hora de que ella tomara las riendas de su vida.
Esa tarde, Amelia se dirigió a la escuela con el corazón acelerado, pero con una determinación que nunca había sentido antes. El viento soplaba fuerte y ella caminaba con firmeza, sabiendo que esa conversación cambiaría todo. No estaba sola en esto; tenía a sus amigas, y aunque Stiven seguía siendo un obstáculo, también sabía que podía enfrentarlo.
Al llegar a la escuela, vio a Stiven con su grupo de amigos en la esquina del patio, como siempre, rodeado de risas burlonas y miradas altivas. Sintió una punzada en el estómago, pero la ignoró. No iba a dejarse intimidar.
Con el paso firme, Amelia se acercó a él, sorprendiendo a sus amigos, que inmediatamente hicieron silencio al ver que ella se dirigía directamente a Stiven.
— Stiven — dijo Amelia, usando un tono calmado, pero firme, sin permitir que su voz temblara. — Necesito hablar contigo.
Stiven la miró con una sonrisa arrogante, cruzándose de brazos.
— ¿Qué pasa, Amelia? ¿Ya te diste cuenta de que te estoy ayudando a no quedarte atrás? — dijo, su tono sarcástico, como si estuviera jugando con ella.
Pero Amelia no iba a dejar que sus provocaciones la derribaran. Mantuvo la mirada firme y, con voz clara, dijo:
— No me ayudes más, Stiven. Estoy harta de que sigas tratando a todos como si fuéramos inferiores a ti. Ya no me importa lo que pienses, ni lo que digas. Lo que hiciste con mis amigas hoy... ya basta. Yo no voy a permitir que sigas humillándonos. Ni a mí, ni a Deniss, ni a Vanesa. Esto se acabó.
La sorpresa fue evidente en el rostro de Stiven. Por un momento, su expresión arrogante desapareció, reemplazada por un atisbo de incertidumbre. Sus amigos murmuraron entre ellos, sin saber si debían intervenir o no.
— ¿Sabes qué, Stiven? Ya no te tengo miedo. — Amelia respiró hondo, cada palabra era un peso que caía de sus hombros. — He dejado que me lastimes demasiado tiempo, pero ya no. No me importa lo que pienses de mí, y no me importa lo que creas que deberías hacer con mi vida. Ya no me vas a controlar.
Un silencio pesado se instauró entre ellos. Stiven no sabía qué decir, su actitud despectiva había perdido fuerza ante la sinceridad de Amelia. Nadie se atrevió a decir nada, y al ver cómo la gente empezaba a murmurar a su alrededor, Stiven, algo avergonzado, dio un paso atrás. Su mirada se suavizó por un momento, pero rápidamente volvió a ponerse en su postura defensiva.
— ¿Qué pasa? ¿Ya te crees la heroína de esta historia, Amelia? — dijo finalmente, con una risa forzada. — No eres más que una chica que quiere llamar la atención.
Pero algo en su tono ya no sonaba tan seguro. Amelia, por su parte, no se dejó vencer.
— No soy ninguna heroína, Stiven. Solo soy una persona que se cansó de ser el blanco de tus bromas. Así que si no te importa, yo me voy. Pero no lo olvides, ya no soy la misma.
Amelia dio media vuelta sin esperar respuesta. Su corazón latía con fuerza, pero había algo liberador en sus palabras. Por fin, había enfrentado a Stiven, y aunque su amenaza vacía había intentado intimidarla, ella no se dejó llevar por sus provocaciones.
Después de la confrontación con Stiven, Amelia no pudo evitar sentirse aliviada. Sabía que esa no era la solución definitiva, que Stiven probablemente seguiría con sus juegos, pero ya no tenía el poder sobre ella. La decisión de hablar con él, de liberarse de su influencia, le dio una sensación de paz.
Al día siguiente, en la escuela, algo extraño ocurrió. Stiven, aunque todavía mantenía su actitud de siempre, pareció mantener una distancia prudente de Amelia y sus amigas. Nadie se atrevió a burlarse de ellas en público, y las constantes provocaciones que antes eran su pan de cada día, desaparecieron por un tiempo. Amelia no sabía si era porque Stiven estaba intentando reorganizar su poder o si de verdad había entendido que no iba a seguir siendo su víctima.
Mientras tanto, Axel estaba allí, en todo momento. Después de la confrontación con Stiven, Axel apareció más tarde en la escuela, como si hubiera estado esperándola. Con una sonrisa tranquila, se acercó a Amelia, y cuando ella lo miró, no pudo evitar sentir una conexión más profunda con él.
— ¿Cómo te sientes? — le preguntó Axel, como siempre, con esa mirada comprensiva.
Amelia sonrió levemente, sabiendo que ahora podía ser honesta consigo misma, algo que antes no había sido capaz de hacer.
— Siento que por fin estoy tomando el control de mi vida. — Sus ojos brillaban con una determinación nueva. — Gracias por siempre estar ahí, Axel. No sé qué haría sin ti.
Axel sonrió, pero no dijo nada más. Sabía que las palabras sobraban. En ese momento, con ese simple gesto, Amelia entendió que la relación con él podría ser algo más, algo real, sin presiones. Algo que podía crecer a su propio ritmo.
La batalla con Stiven no había terminado, pero Amelia ya no lo veía como su enemigo más grande. Ahora, su verdadera batalla era consigo misma: aceptar que había dejado ir el pasado y que, por primera vez en mucho tiempo, tenía el poder de decidir sobre su futuro.
Y el futuro se veía mucho más brillante ahora que Axel, sin palabras, había llegado a ser la persona que más necesitaba.