Sinopsis
Emilia Bernade fue forzada a casarse con el duque Mazheón, quien era descrito por todos como alguien cruel y de corazón frío, ella atemorizada por el futuro que le esperaba decidió acabar con su vida, no obstante alguien reencarnó en su cuerpo, sin saber absolutamente nada de su anterior vida, cargando consigo pequeños fragmentos de como había muerto. Esa nueva Emilia para no estar sola decidió aferrarse al duque a pesar de sus rechazos.
¿Se ganará su amor o su odio?
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Realidad
Me desperté sintiéndome algo perezosa, sin abrir los ojos rodé por la cama y abracé a lo que pensé que era mi almohada, pero la dureza me hizo sorprenderme y cuando abrí los ojos me quedé congelada al ver el pecho de alguien. Levanté un poco la cabeza encontrándome con el duque con los ojos cerrados y el ceño fruncido, parecía cerca de despertar.
Intenté salir de la cama pero noté que estaba aprisionada por los brazos de él, ¿qué debería hacer?, no quería despertarlo. Mientras meditaba sentí como acariciaba mi cintura y luego hizo un sonido somnoliento.
—¿Qué haces en mi cama? —Me quedé helada al escuchar su voz grave. —Ah, yo te invité anoche. ¿Qué hora es?
Alejó sus brazos de mi cuerpo, él estaba actuando con bastante normalidad. Salió de la cama y se acercó a la puerta, habló con el soldado mandando a buscar a Katelyn y yo me senté algo incómoda en la cama.
—¿Por qué tienes esa mirada?, ¿Estás enferma de nuevo?
Él se acercó a tomar mi temperatura y me sentí nerviosa cuando su mano tocó mi frente.
—Estoy bien, —alcancé a decir.
Minutos después Katelyn llegó con mi ropa, el duque salió a tomar aire mientras yo me vestía en su habitación, ella me miraba curiosa por saber que había sucedido, y yo estaba avergonzada; ni siquiera sabía porque me sentía de ese modo.
—¿No la trató mal, cierto?
Acaricié el cabello rojizo de Katelyn calmándola un poco, ella me miró preocupada.
—El duque fue gentil, —me detuve, eso tenía doble significado; así que intenté aclarar. —No me refiero a eso, eso no pasó solamente es más amable, creo.
—¿Eso? —Katelyn debería tener dieciséis años o menos, tal vez no comprendía esos temas. Negué con la cabeza.
—Mejor no hablemos de eso —dije con una sonrisa. —Vamos a la cocina.
Esa vez quería saltarme las clases de etiqueta, entendía perfectamente todo y era aburrido coser el escudo del reino más de diez veces en un día. Katherine estaría molesta conmigo cuando me viera de nuevo.
En la cocina, Martha me había prestado su libro de recetas y luego de ojear elegí hacer un postre de frambuesa (Kuchen sureño de frambuesa).
Subí las mangas de mi vestido, luego preparé los ingredientes. Después de unos minutos estaba listo, probé con una pequeña cuchara; estaba muy dulce. Serví en un envase de cristal y salí contenta de la cocina dirigiéndome a la habitación del duque.
—Señora, —era el soldado que siempre se hallaba frente a la puerta del duque. —¿Busca al duque? Se encuentra en su oficina, ¿quiere que la lleve?
Él preguntó mientras miraba el postre que yo cargaba con mucho cuidado, asentí en respuesta y él se puso en marcha, seguí sus pasos algo nerviosa. Llegamos luego de cruzar frente a varias habitaciones, el soldado tocó la puerta con cuidado.
—Señor, su esposa se encuentra aquí, —hubo un silencio de varios segundos, pero luego las puertas se abrieron. El duque estaba vestido con un traje blanco, haciendo un buen contraste con su cabello rubio y ojos violetas; me miró a los ojos un momento y luego dirigió su mirada al postre.
—Entra, —sonreí cuando escuché eso e ingresé como si fuera una niña pequeña. —Cuidado se puede caer. —Me regañó al notar mis saltitos, el soldado se fue y él cerró la puerta. Dirigí mi mirada al despacho quedando impresionada al ver tantos libros, ese era el sitio al que se refería Ian.
—Duque —me giré al verlo con una sonrisa amplia. —¿Puedo leer alguno?
—¿Te gusta leer?, está bien. —Él fue a sentarse en la silla detrás de la mesa, sobre ella habían varios papeles desordenados. —¿Eso es para mí?
—sí, es un postre de frambuesa, es una receta del sur. —Él miró curioso mientras seguía serio. Antes pensaba que esa expresión era de rechazo, pero parecía que él no sabía hacer otra cara. Me acerqué entregándole lo que había preparado, él quitó la tapa y con el tenedor pinchó tomando un pedazo. Observó el trozo unos segundos antes de llevárselo a la boca.
—¿Le gusta?
Su respuesta tardó y eso me preocupó, pero luego dijo mientras levantaba ambas cejas: —Sabe bien.
Me quedé con el duque algunos minutos, el revisaba varios documentos y yo ojeaba un libro de esos tantos que había en el cuarto. La portada era azul marino con un dibujo de un cuervo en dorado.
—¿Te gusta ese libro? —Asentí sin apartar la vista de la página. Mientras leía entre líneas podía escuchar el sonido de la pluma sobre el papel, el olor a tinta inundaba la habitación. Era cómodo sentarse en ese ambiente calmado, con el ruido de las páginas y el agradable olor del incienso que invadía perfumando el cuarto. —Puedes tenerlo, lo he leído tantas veces que lo tengo memorizado.
—¿A ti también te gusta? —Le miré curiosa esperando su respuesta, él asintió mientras seguía su labor.
—Era un regalo de mi madre. —El duque levantó la vista permitiendo que nuestras miradas se encontraran. —Cuídalo bien, ahora es tuyo.
En el camino de regreso a mi habitación no podía dejar de pensar en lo amable que había sido el duque, aunque su mirada seguía seria; sus acciones no se mostraban frías y no me rechazaba como antes. Pero mi felicidad fue bajando mientras escuchaba como varias sirvientas hablaban.
—Es natural que el duque la rechazara en la noche de bodas, todos sabíamos del amor del señor Mazheón por la señorita Elena. —Me quedé escondida detrás de la pared escuchando. —Además, le dieron a la hija más fea y agrega que perdió la memoria, está sin modales…
—¿Qué crees que dices?, si las escuchan hablando de esa manera serán despedidas.
—Es la verdad, el duque no ama a la señora, incluso la ignora.
La discusión entre las sirvientas siguió, pero decidí irme para no escuchar más. Cuando llegué a mi habitación salté sobre la cama hundiéndome entre las almohadas.
—El duque —y aunque intenté aguantar las lágrimas, no pude; al final acabé llorando como si fuera una niña pequeña. Lo había notado pero intenté ignorarlo, eso significaba que esa boda era un error, ninguno de los dos lo quería, sin embargo; estaba dispuesta a amarlo porque esa era mi manera de seguir viviendo.
En ningún momento el estuvo enamorado de Elena, solo le gustó
sigue sin gustarme el duque, por qué no aclara las cosas desde el principio y se hace la víctima
Debe salir conocer mejor donde está, seguir con sus negocios, aprender magia y combate cuerpo a cuerpo, entrenar físicamente.
Salir de ese matrimonio, que lo único que hace el duque es actuar de manera inmadura. ni el sabe que siente..
Cuando va dejar al duque, se deja envolver por él