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Transferencia y Contratransferencia: Entre la Ética y la Pasión

Transferencia y Contratransferencia: Entre la Ética y la Pasión

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Yuri
Popularitas:85
Nilai: 5
nombre de autor: Joy campos

Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?

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Capítulo 12

Décima sesión

La mañana comenzó como cualquier otro lunes para Patricia, pero, al mismo tiempo, parecía diferente. El ritual de prepararse para el trabajo seguía normalmente, ducha, café apresurado, ropa elegida del armario con practicidad. Aun así, ella sentía una inquietud constante, algo que no sabía bien cómo definir.

Mientras ajustaba el blazer frente al espejo, sus pensamientos volvieron inevitablemente a la última sesión con Josiane, el lunes. La carta que leyó, el impacto de sus palabras, la discusión anterior… todo parecía mezclarse en su mente. Patricia se encontró respirando hondo, intentando organizar sus emociones. "Es solo por la carta," se repitió a sí misma. "Es natural sentirse así. Fue una revelación importante, algo que habría afectado a cualquier terapeuta."

Pero, en el fondo, algo más estaba creciendo. Un sentimiento que ella no conseguía nombrar, algo más allá de la empatía profesional.

De camino al trabajo, la inquietud no disminuía. Patricia mantuvo los ojos en la carretera, pero su mente vagaba por las interacciones con Josiane. Recordó la conversación con su madre la semana anterior. Las palabras de Helena aún resonaban:

"Algunas personas no saben soñar porque nunca tuvieron la oportunidad."

Aquello era verdad, pero parecía incompleto. Josiane no era solo alguien sin sueños, ella era un enigma. Patricia sentía que había mucho más detrás de aquella fachada práctica y defensiva, algo que ella necesitaba entender, pero no conseguía acceder completamente.

Llegando al consultorio, Patricia estacionó el coche y bajó, ajustando el bolso en el hombro. El edificio ya estaba concurrido, y ella saludó a algunos colegas por el pasillo antes de entrar en su sala.

La agenda del día estaba llena, pero, como siempre, ella sabía que el punto álgido sería la sesión con Josiane. Una mezcla de ansiedad y expectación se apoderó de ella mientras organizaba los papeles y preparaba el espacio. Ella creía que su ansiedad era solo por la oportunidad de discutir la carta y abrir nuevas puertas en el caso. Pero, en el fondo, había algo más.

Había dos errores sutiles en el ambiente profesional a su alrededor que contribuían a lo que estaba sucediendo. Primero, Caroline, su supervisora, estaba tan centrada en las metas y en el contrato con el ayuntamiento que no veía el impacto emocional que el caso estaba teniendo en Patricia. Su visión objetiva y práctica le impedía percibir el vínculo que comenzaba a formarse.

Y luego estaba Helena, la madre de Patricia. Una terapeuta brillante y una figura maternal amorosa, pero tan dedicada a la profesión que jamás sospecharía que su hija pudiera estar cruzando una línea emocional con una paciente. Helena veía las reflexiones de Patricia como parte del proceso natural de lidiar con casos desafiantes, sin imaginar que algo más profundo se estaba desarrollando.

Pero ni Caroline, ni Helena, podían ser culpadas por eso. Ni siquiera Patricia era totalmente consciente de lo que sentía. Para ella, el impacto de Josiane aún parecía ser solo el peso de un caso complicado.

La puerta del consultorio se cerró con un clic suave, amortiguando los sonidos del pasillo. Josiane entró despacio, como hacía siempre, pero antes de que pudiera sentarse en el pequeño sofá donde solía estar, Patricia la interrumpió.

— Josiane, no te sientes todavía.

Josiane se detuvo, frunciendo el ceño con confusión.

— ¿Qué?

Patricia dio un paso adelante, señalando hacia la ventana lateral, que siempre quedaba visible desde el lugar donde Josiane se sentaba.

— Esa ventana de ahí… — comenzó ella, con una leve sonrisa en la comisura de los labios. — ¿Sabes a qué me recuerda? A la kryptonita.

Josiane parpadeó, aún más confundida.

— ¿Kryptonita?

— Sí. Ya sabes, esa cosa verde que debilita a Superman.

— Yo sé lo que es la kryptonita. — respondió Josiane, cruzando los brazos con un aire de quien estaba empezando a impacientarse. — ¿Pero qué tiene que ver?

Patricia caminó hasta la ventana, sujetando las cortinas con las manos, pero sin cerrarlas todavía.

— Creo que esa ventana es tu kryptonita, Josiane. Cada vez que la miras, parece que te debilitas, que desistes de intentar algo nuevo. Es tu punto de fuga, pero también lo que te retiene.

Josiane permaneció en silencio por un momento, mirando fijamente a Patricia, como si estuviera evaluando aquellas palabras.

— ¿De verdad lo crees?

— Estoy segura. — respondió Patricia con un tono tranquilo, pero asertivo. — Así que, solo por hoy, voy a cambiar las cosas.

Ella corrió las cortinas, cubriendo completamente la ventana, y volvió su atención al sofá de Josiane. Patricia lo arrastró con esfuerzo, era pesado y grande, colocándolo de manera que quedara de espaldas a la ventana. Después, cogió su propia butaca, que era más ligera, y la colocó frente al sofá, disminuyendo la distancia entre ellas.

— Listo. Vamos a cambiar la dinámica.

Josiane observó todo sin decir nada, pero sus ojos estaban más atentos ahora, como si intentara entender lo que estaba sucediendo, y enseguida se sentó.

Patricia se sentó en la butaca, cruzó las piernas y miró directamente a Josiane.

— Rompiste dos veces el protocolo de cómo trabajo — comenzó Patricia, su voz calmada, pero firme. — Primero, cuando pediste que no anotara nada durante las sesiones. Y, segundo, cuando dejaste esa carta en mi cuaderno.

Josiane desvió la mirada, con una mezcla de incomodidad y vergüenza.

— Sobre eso… — comenzó ella, pero Patricia la interrumpió con un gesto gentil.

— Aprecio la confianza que tuviste en mí al escribir la carta. Fue un gran paso, y te lo agradezco. Pero confieso que me desconcertó la forma en que lo hiciste.

Josiane levantó una ceja, como si estuviera desafiando a Patricia a continuar.

— ¿Desconcertada?

— Sí. Además de entrar en mi sala cuando yo no estaba, lo que considero una violación de privacidad, también me dejaste con la duda de qué hacer. La carta estaba entre mis cosas. Entonces, técnicamente, era algo que yo debía leer. Y entonces la leí, pero me quedé preocupada, si era eso lo que querías.

Josiane respiró hondo, desviando la mirada nuevamente.

— La puse ahí mientras saliste a beber agua. Fue la única oportunidad que tuve.

Patricia inclinó levemente la cabeza, sus ojos fijos en los de Josiane.

— Entiendo los motivos. Pero, aun así, no es la manera correcta de hacer las cosas.

Josiane apretó los labios, claramente incómoda.

— Entonces, ¿por qué la leíste? — preguntó, con un tono que mezclaba desafío y curiosidad.

Patricia esbozó una leve sonrisa.

— Porque querías que la leyera, y necesitaba respetar eso. Aunque tuve dudas.

Josiane se quedó en silencio por un momento, la mirada fija en el suelo. Patricia aprovechó la pausa para inclinarse un poco más hacia delante, con las manos descansando sobre el regazo.

— Ahora, Josiane, dime: ¿quién eres tú en realidad?

Josiane levantó los ojos lentamente, pero su expresión era una mezcla de incomodidad y vulnerabilidad.

— No lo sé.

Patricia asintió, su tono más suave ahora.

— Entonces, ¿lo descubrimos juntas?

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