En la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una serie de desapariciones misteriosas aterra a la comunidad. A pesar de los esfuerzos de la policía local, las víctimas desaparecen sin dejar rastro. Héctor Ramírez, un detective experimentado, es llamado para investigar. Mientras avanza en su pesquisa, descubre que las desapariciones están conectadas por una serie de pistas inquietantes que parecen ir más allá de lo criminal. Atrapado en un misterio que desafía su comprensión, Héctor se enfrenta a fuerzas que no pueden ser explicadas por la lógica. A medida que el caso avanza, la atmósfera de la ciudad, cargada de historia y superstición, se convierte en un campo de juego para lo sobrenatural.
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20 de Abril 2024
Bitácora del Inspector Héctor Ramírez
Hoy fue un día de revelaciones inquietantes. A medida que avanzamos en la investigación, se hace evidente que estamos enfrentándonos a algo mucho más grande de lo que imaginábamos. Algo que parece moverse en las sombras, siempre un paso por delante.
Por la mañana, Clara y yo revisábamos los elementos recuperados del altar. Entre ellos, el cuaderno de Ernesto López había captado nuestra atención. Las páginas estaban llenas de dibujos y palabras que desafiaban toda lógica: símbolos arcanos, frases en latín y otras lenguas que no podíamos identificar, y lo más perturbador, ilustraciones de figuras humanoides con cabezas animales, rodeadas de fuego o luz.
Aurelio llegó temprano, como habíamos acordado. Traía consigo un par de libros antiguos, cubiertos de polvo y con títulos en idiomas que ni siquiera reconocía.
—Necesitamos entender esto desde su raíz —dijo mientras colocaba los libros sobre mi escritorio—. Todo esto tiene un propósito. Los símbolos, los rituales, las marcas… nada está ahí por casualidad.
—¿Crees que esto es parte de un culto? —pregunté, intentando encontrar una explicación más mundana.
—Podría ser, pero no necesariamente. Lo que está ocurriendo aquí trasciende la idea tradicional de un culto. No es solo fe ciega; es un sistema, algo metódico. Quien está detrás de esto tiene conocimientos específicos y sabe exactamente lo que está haciendo.
Mientras Aurelio hablaba, Clara comenzó a examinar las notas del cuaderno. Detuvo su mirada en una página en particular y nos llamó la atención. Había un dibujo de lo que parecía un círculo rodeado de inscripciones, con un símbolo en el centro que reconocimos de inmediato: el mismo que encontramos en los cuerpos de Mariana y Santiago.
—Este símbolo es clave —dijo Aurelio, observando detenidamente—. Representa un vínculo, una conexión entre quien lo traza y aquello que busca invocar.
—¿Invocar qué? —preguntó Clara, su tono cargado de escepticismo.
Aurelio la miró con seriedad. —Eso es lo que debemos averiguar. Pero lo que sé es que no es algo bueno.
Decidimos dividirnos para avanzar más rápido. Clara se quedó en la estación, buscando patrones en las vidas de las víctimas, mientras Aurelio y yo visitamos la biblioteca central para buscar más información sobre los símbolos. Era un lugar antiguo, casi olvidado, con estanterías que parecían no haber sido tocadas en décadas.
Mientras Aurelio examinaba textos antiguos, encontré un artículo en el archivo histórico de la ciudad que llamó mi atención. Hablaba de un incidente ocurrido en 1934 en la misma región. Según el informe, varias personas desaparecieron en circunstancias misteriosas, y algunos testigos mencionaron haber visto "luces extrañas" en los cielos y haber encontrado símbolos grabados en árboles y piedras.
Le mostré el artículo a Aurelio, quien lo leyó en silencio. Cuando terminó, dejó escapar un suspiro pesado.
—Esto no es coincidencia. Lo que ocurrió entonces está relacionado con lo que enfrentamos ahora. Estos eventos suelen ocurrir en ciclos, como si alguien estuviera esperando el momento adecuado para actuar.
—¿Un ciclo? ¿Qué tipo de ciclo? —pregunté, intentando no dejarme llevar por la paranoia.
—No lo sé con certeza, pero puede estar relacionado con fases astrológicas, solsticios o incluso eventos históricos. Necesitamos investigar más.
Regresamos a la estación por la tarde, donde Clara nos esperaba con nuevas revelaciones. Había encontrado algo en común entre las víctimas: todas ellas habían asistido, en algún momento de sus vidas, a un centro comunitario local llamado "Casa de la Luz". Era un lugar que ofrecía talleres y actividades para jóvenes, y aunque ya no operaba, había estado activo durante las décadas de los 90 y principios de los 2000.
—¿Podría ser esta la conexión? —preguntó Clara mientras mostraba su investigación.
—Es una pista sólida —respondí—. Necesitamos investigar a fondo ese lugar y a las personas que lo dirigían.
Aurelio asintió, aunque parecía perdido en sus propios pensamientos. —"Casa de la Luz"… el nombre no es casual. Si ese lugar está relacionado, podría haber sido un punto de origen para algo más grande.
Esa misma noche, decidimos visitar las ruinas del centro comunitario. Aunque oficialmente estaba cerrado, las historias locales decían que algunos todavía usaban el lugar para reuniones clandestinas. Cuando llegamos, el ambiente era opresivo. La estructura estaba en ruinas, cubierta de grafitis y con ventanas rotas. Pero en el interior, encontramos algo que nos heló la sangre.
En una de las paredes principales, alguien había pintado el símbolo que reconocíamos demasiado bien. Estaba acompañado de frases en latín y un dibujo de lo que parecía ser un círculo ritual, similar al que vimos en el altar del día anterior.
Aurelio se acercó lentamente, inspeccionando los detalles. —Esto es reciente. Alguien sigue utilizando este lugar.
De repente, escuchamos un ruido. Algo o alguien se movía en la oscuridad. Apunté mi linterna hacia el origen del sonido, pero no vimos nada. Sin embargo, el eco de pasos rápidos nos indicó que no estábamos solos.
—Salgan con las manos arriba —grité, mi arma en mano.
Nadie respondió. Nos movimos con cautela por el edificio, buscando a quien fuera que estuviera allí, pero no encontramos a nadie. Solo silencio y más símbolos pintados en las paredes.
Antes de salir, Aurelio señaló una última inscripción. Estaba escrita con una caligrafía cuidadosa, casi ceremonial: "Cuando la oscuridad caiga, la luz se alzará."
—Esto no es un mensaje para nosotros —dijo en voz baja—. Es para quien está haciendo esto.
Salimos del lugar con más preguntas que respuestas. Mientras conducía de regreso, no podía evitar sentir que estábamos siendo observados, como si algo nos siguiera desde las sombras.
El caso estaba escalando rápidamente, llevándonos a un terreno desconocido y peligroso. Pero algo me decía que estábamos cerca de una revelación crucial. Solo esperaba que no llegara demasiado tarde.