La ciudad despierta alarmada y aterrada con un horrendo triple crimen y Fiorella descubre, con espanto, que es una mujer lobo, pensándose, entonces en un ser cruel y sanguinario, lo que la sume en desesperación y pavor. Empieza, por ende, su agonía, imaginándose una alimaña maligna y quizás la única de su especie en el mundo. Fiorella es acosada por la policía y cazadores de lobos que intentan dar con ella, iniciándose toda de suerte de peripecias, con muchas dosis de acción y suspenso. Ella se enamora, perdidamente, de un humano, un periodista que tiene la misión de su canal de noticias en dar con la mujer lobo, sin imaginar que es la muchacha a quien ama, también, con locura y vehemencia. Fiorella ya había tenido anteriores decepciones con otros hombres, debido a que es una fiera y no puede controlar la furia que lleva adentro, provocándoles graves heridas. Con la aparición de otras mujeres lobo, Fiorella intentará salvar su vida caótica llena de peligros y no solo evadir a los cazadores sino evitar ser asesinada. Romance, acción, peligros, suspenso y mucha intriga se suceden en esta apasionante novela, "Mujer lobo" que acaparará la atención de los lectores. Una novela audaz, intrépida, muy real, donde se conjuga, amor, mucho romance, decepción, miedo, asesinatos, crímenes y mafias para que el lector se mantenga en vilo de principio a fin, sin perder detalle alguno.
NovelToon tiene autorización de Edgar Romero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 6
Yo era una mujer lobo y se me hacía imposible reconocerlo y menos sabía qué hacer, ahora que mi vida era un peligro. Había matado a cuatro hombres a mordiscos, la policía estaba haciendo indagaciones y me había convertido en una bomba de tiempo con faldas. De pronto estaba en medio de un caos y un laberinto sin salida.
Los exámenes en la universidad me sorprendieron metida de ese tsunami que se había convertido mi cabeza.
-¿No me digas que no has estudiado?-, se molestó Fanny, mi mejor amiga, viéndome dubitativa y sumergida en un millón de ideas estallando en mi cabeza como petardos.
-La verdad que no-, volví en mí. Arreglé mis pelos.
-No puedes descuidarte ahora que estás cerca de elegir la especialización-, seguía molesta Fanny.
El examen de Farmacología y Toxicología veterinaria fue muy difícil y complicado, enredado y completo. Pero como les conté, había sobresalido en laboratorio y eso me sirvió para capear el temporal. Aprobé aunque no con muy buena nota como se me había hecho costumbre en los ciclos anteriores, sin embargo quedé satisfecha.
-¿Tú crees en eso del hombre lobo?-, le pregunté a Matthew ese miércoles que era feriado y no habían clases. Él hizo el almuerzo. Había cocinado una deliciosa cazuela y un sabroso ají de gallina. Mi enamorado cocinaba mejor que yo.
-Es imposible que un ser humano se convierta en lobo, mujer, son genes diferentes-, sazonaba él la comida con afán.
Yo estaba tumbada en el sofá con mis pelos desparramados, descalza y llevaba un short cortito y un top rosado. Miraba mis uñas pintadas de rojo.
-Pero puede desarrollar garras, colmillos, pelaje y seguir siendo humano-, porfié.
-No, no, no, los colmillos ni las garras aparecen así por así-, empezó Matthew a servir los potajes en los platos.
-Pero puede tener instintos salvajes-, insistí y él me jaló una silla.
-Creo que has visto muchas películas de lobos-, se sentó Matthew también junto a la mesa.
-Hay muchas leyendas que dicen que los seres humanos sufren transmutaciones por la rabia-, probé encantada la cazuela.
-Son leyendas mitos, historias sin sentido. Yo te pregunto ¿cómo podría aparecer piel en los pros y luego desaparecer o estirarse la nariz para convertirse en hocico?-, reía con la mirada Matthew.
Yo estaba encandilada con la comida. Estaba para chuparse los dedos.
-Es que pueden ser sensaciones cuando la rabia se enciende y te convierte en un energúmeno, entonces se desata la idea que tienes colmillos, que tus manos se vuelven garras, que respiras como un lobo, pero en realidad eres la misma persona pero convertida en animal, capaz de matar a mordiscos-, tenía yo mi propia teoría.
Matthew empezó a disfrutar el ají de gallina.
-¿Quieres decir entonces, que la transformación es mental?-, estaba muy interesado en mi hipótesis.
-Exacto no es que te conviertas en hombre o mujer lobo, sino que crees que eres lobo y la furia te hace actuar como una fiera-, exhalé triunfante.
Matthew sabía que me refería a John. -Él dijo que lo atacó un gran perro-, caviló largo rato.
Terminé la cazuela y procedí a degustar el ají de gallina. -Es el miedo. Sentir tanta furia mientras te desgarran y te hacen pedazos te hacen ver, también, seres enormes, gigantes, aterradores, colmillos y garras-, ahora reía yo con la mirada.
-No sé, Fiorella, pero si me encuentro con un hombre lobo, mejor me voy corriendo ja ja ja-, no quiso hablar más del tema, Matthew.
Cuando nos metimos en la cama, traté de estar tranquila, serena, no excitarme mucho y hasta fingir que estaba encandilada con los besos y caricias de Matthew. Todo empezó bien. Lamió mis pechos y eso encendió mis llamas, sus manos acariciaron mis muslos y eso me hizo gemir extasiada y luego me besó con encono, haciéndome una gran antorcha. Quedé a su merced mientras él exploraba mis abismos con ímpetu y vehemencia, eclipsándome y haciendo que la candela chisporroteara por todos mis poros. Yo procuraba estar consciente pero me era difícil con los exquisitos besos y caricias de Matthew. Me volvían loca, me arranchaba los pelos, meneaba la cabeza, parpadeaba y mi corazón era una pelota rebotando en las paredes de mi busto.
Cuando Matthew llegó al clímax, arribando a lo más lejano de mis profundidades, desorbité los ojos, sentí la sangre haciendo ebullición en las venas, me invadió una gran furia y sentí mis colmillos afilarse de repente y tuve irrefrenables deseos de destrozar a dentelladas a mi enamorado. Me aferré a la cama para no atacarlo y hundí las garras en el colchón, clavándolas para no moverme, pero me fue imposible. Me erguí y le mordí los brazos con gran furia, arrancándole un gran trozo de pellejo.
Verlo revolcarse de dolor me volvió en sí.
-Mi amor, mi amor, lo siento, lo siento-, me desesperé y le cubrí la herida con uno de mis pañuelos. Le hice un nudo con mi top.
-¡Estás loca, Fiorella!, se enfureció Matthew, ¿cómo se te ocurre morderme de esa manera, con tanta furia?-
Yo lloraba, estaba aterrada, me jalaba los pelos y no sabía qué hacer.
Matthew recogió su ropa se cambió disgustado, maldiciendo mil cosas, echando sangre del brazo y se marchó, ¡pum! tiró la puerta incluso. Sollozando limpié el piso recogí las sábanas ensangrentadas y me metí en la ducha y allí, bajo las aguas frías de la canastilla, me puse a llorar a gritos.