Una tragedia ha marcado la vida de Alana, psicóloga a punto de tomar su especialidad en tanatologia. La traición de las personas que menos espera, la hacen tomar decisiones donde ella misma correrará con la suerte para bien o para mal
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Capitulo 5
Alana:
1 semana después:
Miraba las escaleras, sentada en la parte de arriba reposada de espaldas en la pared, mis lagrimas no dejaban de caer, estar en casa sola sin mi esposo y sin mi hijo, extrañando cada momento donde él pudiera pasar corriendo dificultándose subir las escaleras, en mi mano tenía su alcancía con algunos euros, según él ahorraba para irnos de vacaciones, esbocé una sonrisa doliendo hasta lo más profundo de mi ser.
No tomaba las llamadas, no hacia caso a la puerta de las veces que tocaban, no tenía motivos para seguir viviendo, mucho menos para hablar con alguien que solo me diría que lamentaba lo mucho que pudiera sentir. Nadie, absolutamente nada sabía lo que estaba sintiendo y nadie tenía la razón, los pésames no eran comparado en perder dos amores al mismo tiempo. El vacío que me había dejado no se lo deseaba absolutamente a nadie.
Mi dedo rosaba en su alcancía.
Alana: si tan solo hubiera ido sin importarme el cansancio.
Mis ojos me dolían de tanto llorar, que más podía hacer, de que manera se podía empezar a vivir cuando la vida se me estaba yendo en la ausencia de mi hijo que era el motor de mi vida. Él lo era todo, Román… negué con la cabeza.
Empujé suavemente la alcancía sobre el piso, veía como iba avanzado lentamente hacia las escaleras por ser redonda. Mis esperanzas de ver a mi hijo emocionado en ahorrar se había esfumado, la alcancía empezó a rodar escalón por escalón hasta romperse por completo. Hice una mueca sin ganas de levantarme, deslicé mi cuerpo sobre el piso, sola, completamente sola en esta casa, sin nadie que me dijera : ¡Mamá tengo hambre!, ¡Mamá me ayudas con el jugo!, ¡Mamá preparamos galletas! ¡Mamá Te amo! ¡Mamá eres la mejor! Las gotas de mis lagrimas iban cayendo al piso, las removía con mi dedo. Pero era inevitable saber que se me pasaría el dolor de un día al otro, como psicóloga sabía que el duelo y la ausencia era lo que nos mantenía con una tristeza insuperable, que los días irán pasando y que todo tiene que seguir su curso pero ahora… mi duelo era más difícil, se sabe que los hijos son los que deberían sepultar a sus padres, no los padres a sus hijos. Cerré mis ojos con tanta fuerza girando mi cuerpo quedando boca arriba sobre el piso. Abrí mis ojos viendo borroso por las lagrimas que salían, tenía que liberarme de este dolor tan grande, pero… cada rincón de esta casa es la voz viviente de Rimbo.
DIN DON!! DIN DON!!
Miré hacia la puerta viendo una sombra de una persona, seguro era Javier, Kiara o Siara que venían todos los días intentado hablar, pero ninguno obtenía respuesta de mi parte. Como dije, todo a su tiempo, mi tiempo en este momento era mi soledad, querer encerrarme y no salir jamás, no quería ir y dejar de sentir la presencia de Rimbo y Román.
DIN DON!! DIN DON!!
Pasé la mirada hacia el techo, lo que quieran, terminarían fastidiándose y marcharse… desde donde me encontraba escuchaba sonar mi móvil, sabía que era el director de la clínica donde trabajaba, no había tenido la voluntad de comunicarme con él. No había acudido desde hace días al trabajo y que más daba. Ya lo que tenga que hacer, que lo haga, estaba harta.
La persona que se había retirado, ya no escucha que el timbre sonara. Respiré profundamente quedando sentada en el piso, vi hacia la puerta mirando que había dejado un sobre, que tuvo que tuvo que deslizar debajo de la puerta, con las pocas fuerzas que tenía me puse de pie, me sostuve del barandal bajando los escalones, estaba por llegar a los últimos escalones apartando de donde estaban los cristales, pisé sin querer una astilla perdiendo el equilibrio terminando por caer hasta abajo.
Alana: Asshh, diablos.
Reposé mis manos en el piso viendo la sangre que salía por mi pie…
Alana: Lo que me faltaba.
Me levanté cojeando un poco, llegué hasta la entrada escuchando que un auto se había aparcado en la entrada, reposé mi cuerpo en la pared mirando hacia el piso el sobre… aparté un poco la cortina mirando que se trataba de Javier. Tragué saliva, me puse a gatas tomando el sobre.
DIN DON!! DIN DON!! DIN DON!!
Mis ojos se humedecieron, él había venido las veces que ya hasta había perdido la cuenta, cerré los ojos exhalando aire.
Javier: Alana… nena, sé que me escuchas, solo… en verdad solo quiero saber que estas bien.
Sostuve la perilla de la puerta abriendo lentamente, se asombró al mirarme de como me veía, por así decirlo, me veía fatal…
Javier: Alana.
Entró sin apartar la mirada de mi. Se acercó a mi abrazando, mis manos correspondieron ese gesto, me sentía morir y nada como tener a un buen amigo aquí.
Alana: Me dejaron sola, no puedo más.
Mis lagrimas recorrían mis mejillas dejando salir el dolor que me estaba acabando por dentro. Negué con la cabeza, se apartó de mi cerrando la puerta, me llevó hasta la sala haciendo que me sentara, se sentó a mi lado mirándome.
Javier: No tengo palabras para decirte que esto pasará.
Alana: Nadie ha sido capaz de decirme como pasaron las cosas, nadie habla y me quedo con la idea que Rimbo cruzó sin mirar a ver… pero ¿Dónde estaba Román? ¿Dónde?
Negó con la cabeza bajando la mirada, entrelazó sus dedos sin saber que decir, estaba claro que ni él sabía lo que había pasado.
Javier: solo vi que Rimbo corría, le grité que se detuviera, Román iba tras él, cruzó y el auto que venía lo arrolló, cuando la mujer igual empezó a gritar. Luego Román… todo pasó tan rápido que no sabíamos nada. Lo que haya pasado antes solo Rimbo y Román lo sabían.
Recosté mi espalda en el respaldo del sillón reposando mi cabeza.
Alana: No puedo más, quiero salir de esto pero… solo no puedo, me tiene atrapada, fui una mala mujer, una mala esposa, una mala madre que no pude acompañarlos por el cansancio de mi trabajo. SI HUBIERA ESTADO…
Javier: Quizá… quizá si hubieras estado, hubiera pasado lo mismo.
Entrecerré mis ojos mirándolo, Javier tenía una mirada demasiado triste, quien sino él que perdió a su mejor amigo y a Rimbo que era su padrino de bautizo.
Javier: No te culpes, Alana, nada de lo que sucedió fue culpa de nadie.
Negué con la cabeza, la única culpable en esto era yo, nadie me quita de la cabeza que si hubiera acudido, bien pude cuidar en todo momento a mi hijo, él no se merecía un final como el que tuvo, apenas con 4 años y su vida se había apagado de la peor manera para una madre.
Javier: No eres nada de lo que has dicho, eres una excelente mujer, una madre que se desvivía por su hijo.
Me puse de pie, no quería escuchar mentiras, di la media vuelta mirando a Javier, reposé mis manos en la cintura negando con la cabeza.
Alana: UNA BUENA MADRE ESTÁ SIEMPRE CON SU HIJO, NUNCA LO DEJA SOLO, PENSÉ EN MI, SOLO EN MÍ. QUE DEMONIOS ME COSTABA IR AUNQUE NO ESTUVIERA DISPONIBLE ¿AHHH? DEBÍ IR, CUIDARLO, NO DEJAR QUE NADA DE ESO HUBIERA PASADO… ¿Quién ME DEVUELVE LA VIDA DE MI HIJO? ¿QUIEEEEEN?
Se levantó rodeando mi cuerpo, quería que me soltara, pero sus brazos eran demasiado fuertes evitando que me sintiera en un desborde de emociones que no podía controlar.
Javier: No es tu culpa… NO ES TU CULPA…
Se apartó pasando sus dedos pulgares sobre mi rostro, negué con la cabeza, aunque él me dijera lo contrario, la muerte de mi hijo la llevaría siempre en mi conciencia y eso nadie lo iba a cambiar.
Javier: ¿Qué es ese sobre?
Miré hacia el sobre, no lo había soltado desde que lo tomé del piso, levanté los hombros en señal que ni sabía de que se trataba, me miró sosteniendo el sobre, asentí con la cabeza al gesto de que si lo podía abrir, no estaba para leer noticias y tampoco nada que quiera hacer que salga de casa. Abrió el sobre sacando una hoja. Empezó a leerlo, dando pasos hacia atrás sentándose en el sillón.
Javier: Mañana darán lectura al testamento de Román.
Sostuve el papel quitando de las manos de Javier, empecé a leerlo mientras apartaba mis lagrimas, daban la hora y la fecha de la lectura del testamento, se me había olvidado por completo de aquella llamada en pasar a revisar el testamento.
Levanté la mirada hacia Javier.
Alana: Hace unos días me llamaron de un despacho, no recuerdo muy bien el nombre.
Javier: allí dice. Bonnet & Qiuber y Asociados.
Alana: Me dijeron que tenía que pasar a revisar el testamento por unos cambios.
Javier: ¿Qué cambios?
Alana: Nunca fui, tenía que ser al día siguiente, pero sucedió lo de mi hijo y Román. Que se me pasó por completo.
Javier: Pero Román, ¿Qué testamento podía tener? Todo lo que hay en este lugar te pertenece así como las cuentas bancarias. No entiendo.
Alana: solo me dijo que lo hizo en forma mancomunada, según que le firmé un documento.
Javier: ¿Lo hiciste?
Alana: No recuerdo, según firmaba las facturas y los cheques, pero no recuerdo algún documento para hacer mancomunada mi herencia y el fideicomiso de mi hijo.
Javier: bueno, ahora aunque sea mancomunado, pues ya está, Román… amm. Ya no está, todo tiene que quedar para ti.
Sonreí asintiendo con la cabeza, sostuve su mano mirándolo a los ojos.
Alana: sé que igual estas pasando por un duelo al perder a tu mejor amigo, ¿puedes acompañarme?
Javier: Si, claro que te acompañaré.
Lo abracé tan fuerte como podía, Javier era mi mejor amigo, cuando se casó con Kiara me dio tanto gusto de saber que mis mejores amigos eran lo que se estaban uniendo para ser tan felices, tanto que la vida nos ha premiado con las familias que siempre hemos soñado, Javier se merecía ser feliz junto con mi amiga Kiara, que aunque en algún momento de la vida pensé que esa relación nunca se iba a dar por otra amiga Siara, ellos tuvieron un noviazgo tan fuerte que al parecer Siara había viajado por sus estudios y Javier tuvo que aceptar la decisión de separarse de ella, sin embargo Kiara, una excelente mujer que tiene, una buena madre y esposa ni que decir que es una buena amiga estando conmigo en las buenas y en las malas.
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Javier