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Mil Años De Metamorfosis

Mil Años De Metamorfosis

Status: En proceso
Genre:Viaje a un mundo de fantasía / Fantasía épica / Superhombre / Espadas y magia
Popularitas:455
Nilai: 5
nombre de autor: zack storytime

Un soldado de un antiguo reino fue sometido a un experimento para transformarlo en un arma de destrucción masiva mediante alteración genética. Algo salió mal y despertó mil años después, en un mundo mágico lleno de bestias de fantasía. Desorientado, encuentra las ruinas de su reino y un nuevo campo de batalla entre civilizaciones desconocidas. Con habilidades sobrehumanas, debe descubrir su propósito en este nuevo y peligroso mundo.

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Capítulo 6: La Última Defensa

El sol estaba ya bajo en el horizonte, bañando el pequeño pueblo de orcos en un cálido resplandor dorado. Grugor, el jefe de los orcos, observaba a sus guerreros mientras llevaban a cabo sus tareas diarias con la eficiencia tosca que caracterizaba a su raza. Era un día como cualquier otro en el asentamiento, donde la vida transcurría entre el trabajo arduo y la preparación para la batalla.

Grugor, con su piel verde y gruesa como la corteza de un árbol antiguo, miraba con orgullo a su gente. Habían construido este refugio con sus propias manos, y bajo su liderazgo, habían prosperado. Los orcos eran fuertes y ágiles, de dos metros de altura o más, y su piel era tan resistente que incluso las balas solo podían herirlos levemente, a menos que fueran disparos de gran calibre. Grugor sabía que su gente era temida y respetada por su brutalidad y fuerza, aunque también era consciente de que no eran los más inteligentes.

 

Mientras se encontraba en la entrada de su cabaña, un joven orco corrió hacia él, con la respiración agitada y los ojos llenos de miedo.

—Jefe Grugor, algo se mueve en el bosque —dijo el orco, señalando hacia los árboles que rodeaban el pueblo.

Grugor frunció el ceño y agarró su hacha, una imponente arma forjada para aplastar a sus enemigos. Su instinto de guerrero le decía que algo no estaba bien. Decidió no ignorar la advertencia y se dirigió hacia el borde del pueblo, donde un grupo de guerreros ya estaba reuniéndose. El viento soplaba a través de los árboles, creando un susurro inquietante que parecía advertir de un peligro inminente.

—¡Manténganse alerta! —rugió Grugor a sus hombres, su voz retumbando como el trueno—. ¡No dejaremos que nadie nos tome por sorpresa!

 

Los orcos se armaron rápidamente, preparándose para lo que fuera que acechara en la oscuridad del bosque. Grugor avanzó, sus ojos amarillos y agudos escudriñando la penumbra, buscando cualquier señal de movimiento. De repente, una figura gigantesca emergió de entre los árboles y aterrizó con un estruendo en el centro de la aldea.

El impacto fue tal que el suelo tembló bajo el peso de la criatura. Zen, en su forma bestial, se alzó frente a los orcos, su figura imponente eclipsando la luz del sol poniente. Los orcos quedaron paralizados de asombro al ver su tamaño colosal. Algunos retrocedieron instintivamente, sus miradas llenas de incredulidad y miedo.

Antes de que pudieran reaccionar, Zen lanzó un poderoso rugido que resonó por toda la aldea. La potencia del sonido fue tan devastadora que varios orcos cayeron muertos instantáneamente, sus cuerpos destrozados por las ondas de choque generadas por el rugido. Los que sobrevivieron quedaron aturdidos, tambaleándose y cubriéndose los oídos en un intento desesperado por bloquear el ensordecedor estruendo. Los desajustes y la vibración en el aire eran tan intensos que muchos se desplomaron, incapaces de mantener el equilibrio.

 

Grugor, viendo la devastación que Zen había causado con solo un rugido, levantó su hacha y rugió a sus hombres, intentando reunir la poca moral que les quedaba.

—¡A las armas, guerreros! ¡No dejaremos que esta bestia nos derrote tan fácilmente!

Los orcos, a pesar de su miedo, cargaron hacia Zen con todo lo que tenían. Lanzas, espadas y hachas se alzaron contra el invasor, pero sus ataques eran inútiles. Zen, de pie en medio del caos, no esquivaba ninguno de los ataques. Las armas rebotaban inofensivamente contra sus escamas metálicas, incapaces de penetrar su piel impenetrable.

 

Grugor, observando cómo sus guerreros caían uno tras otro, sintió una furia indescriptible crecer dentro de él. Sabía que debía hacer algo para detener a la bestia. Con un rugido de rabia, activó su habilidad secreta: Sed de Sangre. Su cuerpo se hinchó, sus músculos se tensaron y su piel se volvió aún más dura y resistente. Con un grito que resonó como un trueno, se lanzó hacia Zen, sus ojos inyectados en sangre y llenos de determinación.

—¡Rrrrraaaaaghhhh! —bramó Grugor, levantando su hacha y lanzándola con todas sus fuerzas hacia la cabeza de Zen.

El golpe, cargado con toda la fuerza y el poder que Grugor podía reunir, impactó directamente en el cráneo de Zen. Sin embargo, para la sorpresa y desesperación de Grugor, el arma simplemente se deslizó por la dura superficie de las escamas de Zen, sin causar el menor daño. Zen, impasible ante el ataque, miró a Grugor con una calma que solo aumentó el terror del jefe orco.

Grugor lanzó otro grito de furia y continuó atacando, cada golpe más desesperado que el anterior. Pero no importaba cuánta fuerza o furia pusiera en sus ataques, Zen permanecía intacto. La hacha rebotaba inofensivamente contra las escamas, y cada intento de dañar al monstruo era recibido con la misma indiferencia.

 

Finalmente, con una velocidad sorprendente, Zen levantó una garra y golpeó a Grugor con un movimiento brutal. El golpe fue tan poderoso que el jefe orco fue lanzado hacia atrás, estrellándose contra el suelo con un sonido sordo. Grugor sintió cómo su cuerpo se rompía bajo la fuerza del impacto, sus huesos quebrándose como ramitas. Incapaz de levantarse, miró a Zen con ojos llenos de incredulidad y desesperación.

—No puede ser… —jadeó Grugor, su voz apenas un susurro—. ¿Qué eres…?

Zen se acercó lentamente, su figura imponente eclipsando la luz de la luna que comenzaba a brillar en el cielo nocturno. Observó al orco caído con frialdad. En su mente, se desarrollaba un monólogo que reflejaba su percepción de la situación y su transformación.

*No soy lo que solía ser. Estos orcos no pueden comprender lo que soy ahora. Su fuerza, su furia, no significan nada frente a mi nueva forma. Esto no es más que una cacería, una prueba para medir mi poder, para asegurarme de que ya no soy un simple humano, sino algo mucho más allá de su comprensión.*

 

Con un último esfuerzo, Grugor intentó levantarse, pero sus fuerzas lo abandonaron rápidamente. El jefe orco levantó la vista una última vez, viendo cómo su aldea era consumida por el caos y la destrucción. Con un suspiro final, dejó caer su hacha y cerró los ojos, aceptando su destino mientras su vida se desvanecía.

La aldea quedó en silencio, los pocos orcos sobrevivientes huyendo en todas direcciones, dejando a Zen como el único dueño de lo que alguna vez fue su hogar. Con la muerte de Grugor, la resistencia había sido aplastada, y la aldea, ahora desierta, estaba lista para convertirse en la base temporal de Zen. Miró a su alrededor, consciente de que este era solo el primer paso en su largo viaje hacia la capital de Mecaget.

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