Fernanda Salas, es una joven llena de optimismo, amante de la lectura y de la vida. Para ella no hay problema que no tenga solución, incluso cuando las cosas van mal en su vida, ella siempre mantiene una sonrisa.
Sin embargo, cuando es despedida de cada uno de los trabajos a los que aplica, ella no puede seguir siendo optimista, más cuando llega a la conclusion que la razón detras de sus despidos es el extremadamente guapo y frío CEO Max Hidalgo.
Fernanda deduce que aquel hombre guapo y rico quiere mantener una relación de sumisión con ella, tal como la de esos CEOs despiadados de las novelas webs.
Pero, ¿ella estará en lo correcto?, ¿será que sus desafortunados encuentros se deben a algún plan malévolo o solo serán casualidades del destino?
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Fernanda: Despedida
De nuevo, no sabía si me había bañado en agua salada o es que en el momento de mi nacimiento estaba bajo alguna estrella del desastre, porque debía haber una razón lógica para mí mala suerte, no era científico.
—Señorita Salas, usted está despedida.
Despedida.
Otra vez, despedida. Aquellas palabras resonaron en mi mente como una maldición de la que no podía escapar. Abrí y cerré los ojos, pensé que era un sueño, sin embargo, en cuanto vio la mirada llena de enojo de mi nuevo jefe, que no era tan guapo como mi anterior jefe, supe que él estaba hablando muy en serio.
—Le juró que no era mi intención, yo…
—No sólo derramó café sobre el señor Hidalgo, sino que también arruinó por completo mi laptop. Es que para torpe se nace, miré no me hagas perder más mi tiempo, joven y…
Sentí una sensación de dejà vù al escuchar sus palabras, ya que la última vez fui despedida por la misma causa y la persona involucrada era mi antiguo jefe.
¡Qué gran coincidencia! Solo que no creía en eso del destino.
—Por favor, solo dejé que le expliqué —insistí.
—¿Qué me va a explicar, señorita? ¿Qué tiene manos de mantequilla? ¿Qué es ciega? ¿Qué? Solo váyase y no me haga perder el tiempo.
Sabía que lo que iba a decir a continuación tal vez le iba a resultar ridículo al hombre robusto y calvo delante de mí, pero no me podía detener. Yo quería defender mi honor.
Además, ¿cómo es que el mundo es tan pequeño? Nunca pensé que el socio comercial del que estaba hablando mi nuevo jefe sea mi antiguo jefe. Tampoco creí que nuestro reencuentro estaría plagado de calamidad. Cielos, se suponía que les debía llevar café. Pensé que podía ser un poco arrogante delante de mi antiguo jefe, ya sabes, a veces suelo ser un poco orgullosa y el hecho de que haya sido despedida hirió un poco mi ego. Pero nunca imaginé que ni siquiera pudiera emitir alguna palabra.
No sé si fue intencional o no, pero me atrevo a especular que lo fue. El hecho es que cuando iba a servir las tazas de café con lo sonrisa estándar, tropecé, con nada menos que el pie de mi antiguo jefe y ya puedes imaginar lo que ocurrió.
Sí.
Sucedió un completo desastre, en el que yo estaba siendo echada de nuevo. Por lo que no pude evitar sentirme resentida con el todopoderoso Max Hidalgo. Por alguna razón, sentí que sus acciones fueron fríamente calculadas.
—Eso no es así, yo tropecé con los zapatos del señor Hidalgo. Lo juró, él fue el que me puso el pie para caerme, debe odiarme…
—Señorita, ¿acaso tiene un problema mental? Lo que me dice es ridículo. Sabe quién es el Señor Max Hidalgo, es uno de los hombres más ricos de este país, se ha mirado a un espejo, usted solo es una donnadie. Dígame, ¿por qué un hombre como él la va a odiar? De seguro, ni la topa. Mire, déjese de tonterías y váyase antes de que llamé a los de seguridad. Cielos, además de torpe, loca.
Fruncí los labios ante las palabras despectivas del Señor Galindo, quise protestar, pero al ver su rostro iracundo decidí callar. Sin embargo, nada me iba a quitar la idea de que ese sujeto lo hizo a propósito, quizás se estaba vengando de mí por echarle café encima, solo que su venganza salió mal y él también fue incriminado.
—¿Qué está esperando para salir de mi oficina? ¿Una invitación? ¡Fuera!
Suspiré con desgana, recogí mis cosas y salí de otra empresa bajó el sonido de mis tacones.
***
—Así que fuistes despedida de nuevo —comentó Claudia con un dejó de preocupación. Después de todo, lo que me había pasado está mañana necesitaba hablar con alguien y por suerte me llamó Claudia para preguntar qué tal me había ido en el trabajo. Sin embargo, cuando le dije que había sido despedida, ella me colgó la llamada para enviarme un mensaje contándome en una cafetería.
Fruncí la nariz, le di otro sorbo a mi café y asentí.
Claudia sacudió la cabeza como si no supiera qué hacer conmigo. Ella abrió y cerró la boca parecía que en cualquier momento me iba a regañar, creo que sí estuviéramos en el interior de una cafetería está mujer amable y agradable hace mucho tiempo hubiera levantado su voz para retarme.
—Está vez no fue mi culpa, lo juró —me defendí antes de que ella hiciera una suposición —. Traté de dar el 200% de mí en este nuevo trabajo, mira que dejé de trasnochar leyendo libros, también trate de llevarme bien con mis compañeros. Cielos, todo marchaba bien, hasta que ese frío demonio llegó.
—Con “frío demonio”, ¿a quien te refieres? Mira que llamar demonio a alguien no es para nada agradable.
Sonreí mientras pensaba en la cara siniestramente fría y hermosa de Max Hidalgo —Yo tampoco quiero llamarlo así, pero mira lo que me hizo, sino fuera por él no me hubieran despedido. Mira Clau, me refiero a Max Hidalgo, ese tipo que parece tan perfecto e inmaculado, no puedo quitarme de la cabeza que él me hizo tropezar para vengarse de mí por haber derramado café encima de él. Solo que su venganza le salió cara o bueno, a mí me salió cara porque la que salió perdiendo de todo esto soy yo.
—¿Max Hidalgo?
—Sí, él. Ese mismo sujeto sin corazón. Quizás sea como esos CEOs dominantes que no soportan la más mínima falta y…
—Creo que has leído demasiado libros — me interrumpió Claudia con una sonrisa —. No creo que el jefe sea ese tipo de persona. Pero, ya dejemos el tema y dime; ¿qué piensas hacer?
—Buscar otro trabajo, es más desde mañana empiezo. Aunque no es en una empresa y no tiene horario de oficina. Y quizás me toque romperme el lomo, es lo que pude encontrar por el momento. Ya sabes, no es como si pudiera permitirme estar desempleada por mucho tiempo.
—¿En qué vas a trabajar esta vez?
—Como camarera en un restaurante súper caro que con las propinas puedo ganar de sueldo lo que ganaría en una gran empresa. Pero lo que lamento es no poder tener tanto tiempo con Angélica.
—No te desanimes, si veo algo por ahí te llamaré.
Aunque no tenía muchas amigas, estaba muy feliz de tener a Claudia en mi vida, hacía que no me sienta tan sola en el mundo.
—Gracias, Claudia.